Noticia Semana Santa Málaga 2020. La palabra no pronunciada Publicado: 28/03/2020: 16096 En el acto de nombramiento del pregonero de la Semana Santa de Málaga 2020, celebrado en la Iglesia de San Julián el pasado noviembre, comencé mi intervención de agradecimiento confesando que al heraldo se le daba una sola cosa para que cumpliera la labor encomendada: la palabra. "Gracias especialmente a la Agrupación de Cofradías y a su Presidente por el privilegio concedido, poniéndome a su leal y entera disposición para lo que considere más conveniente en un futuro próximo" “La palabra es frágil, leve, aparentemente insignificante, pero muy poderosa”. Y recordaba entonces, la estrecha relación que había venido manteniendo con ella desde que en el mes de julio me comunicaron el honor que se me iba a conceder. Porque, cómo la usara o la hiciera mía; si la apaciguara o la agitara, la afilara, la redondeara o la acariciara, todo ello dependía ya de mí, del pregonero. Esa estaba siendo, dije entonces, “mi particular e intensa Cuaresma”. Y aquí está el pregonero que debía anunciar hoy lo que no va a ocurrir. Aquella palabra que fue modelándose durante semanas, durante meses, se ha ido convirtiendo en hermandad, cofradía, portador, desgarro de saeta y tambor solitario. Pero también ha querido ser la palabra escrita, relumbre de faroles y ciriales, de báculos y cetros, de mazas y bocinas, de bastones y cruces guía, de estandartes, arbotantes y palios, de mantos y cabezas de varales. Con dalmáticas y penitentes que se confunden entre el incienso de nuestra memoria, hasta poder estar preparada para ser pregón. Pero por una fuerza mayor dolorosa e inesperada, no se pronunciará este año. La cuaresma -la verdadera-, está siendo realmente singular, como excepcionales son el ayuno, la oración y la limosna que se nos pide a los creyentes y cofrades para preparar el camino hacia esta Semana Santa: ayuno de no celebrar ni besamanos, cultos previos, preparativos en las casas de hermandad, ni estaciones penitenciales; la limosna, de una especial sensibilidad con los más desfavorecidos por esta crisis sanitaria, económica y social; o la oración por tantos que sufren la enfermedad, la soledad, el desconcierto, el miedo o el agotamiento. Al pregonero se le pide que ofrezca su palabra no pronunciada, y así lo hace este cofrade del Monte Calvario, dando gracias a Dios por este tiempo vivido, por la confraternidad en tantos actos y cultos de hermandades, por tantas muestras de cariño y ánimo, por la amistad trabada con José Luis Puche, brillante cartelista de esta Semana Santa. Gracias especialmente a la Agrupación de Cofradías y a su presidente por el privilegio concedido, poniéndome a su leal y entera disposición para lo que considere más conveniente en un futuro próximo. Y, sobre todo, mi eterna gratitud a un extraordinario equipo de colaboradores que me acompañan en este brillante y maravilloso recorrido: Eduardo del Rey, Santi Souviron, Gonzalo León, Miguel Ángel Blanco, Natalia Sánchez, Antonio del Pino y José Luis Quesada, entre otros. Atravesamos una situación social muy difícil, que nos pone a prueba a todos: gobiernos, administraciones, empresarios, profesionales, trabajadores, familias, en suma, a cada persona. Convivimos con el drama de tantos fallecimientos, con la inquietud por el contagio, con la lucha titánica de los que combaten la pandemia en primera línea (personal sanitario, cuerpos y fuerzas de seguridad, ejército, agricultores, transportistas, distribuidores de alimentación, personal de farmacias, de comercios, de servicios de limpieza, de seguridad, y un larguísimo e inacabable etcétera…). También tenemos la sensación de que algo está cambiando y ya no volverá a ser igual: las prioridades, la importancia que dábamos a tantas cosas que ahora parecen irrelevantes. Por eso en este tiempo de confinamiento valoraremos otras, aparentemente tan simples como un abrazo, una caricia, un encuentro con un amigo y una charla distendida. O algo tan normal como tomar un café en Nerva, unos churros en el Caracol, salir, pasear, ¡visitar a nuestros titulares!, o valorar lo que significa llevar la medalla de la Hermandad, verdaderamente pegada al pecho. Habrá Semana Santa, porque los cristianos celebraremos, como en los últimos dos mil años, la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Aunque en esta ocasión, en medio de esta sobrecogedora realidad, los malagueños lo hagamos de otra forma, y no como desde hace siglos expresamos nuestra fe y devoción, a través de nuestras Sagradas imágenes, cofradías y tradiciones. Y concluyo compartiendo algunas emociones que hoy adquieren un sentido aún más especial. Este año “la palabra no pronunciada” no anunciará, pero sí señalará entre otras, esta verdad: “El Cautivo es la imagen que casi todo lo cura. Lo primero que ves y sientes en el quirófano del Hospital Civil al despertar de una operación. Es la rebeldía ante el terrible diagnóstico. Nuestras debilidades hechas venerable Imagen. La que puede liberarnos de las ataduras de nuestra fragilidad”. Por eso, las cofradías muestran la verdad hecha carne en Jesucristo. Una verdad que puede parecer débil, incluso vencida por el peso de la gran cruz del Nazareno del Paso al bendecirnos en la Plaza de la Constitución. Verdad derrotada por la muerte en el Calvario, acompañando a nuestro Cristo de los Milagros pero que nosotros sabemos que, porque así lo creemos y confesamos en nuestra fe, triunfará al tercer día en la esperada resurrección”.