NoticiaBlanco sobre Negro Daniel Martín: «No me he hecho cura para triunfar» Daniel Martín Jiménez, sacerdote diocesano // S. FENOSA Publicado: 05/08/2019: 24365 Entrevista al sacerdote diocesano Daniel Martín Jiménez, párroco de Mollina y Humilladero, nacido en Málaga en 1991 y ordenado en 2016. ¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida? Afrontarla como una aventura con la convicción de que, por muy oscura que pueda volverse en algunos momentos, siempre saldrá el sol. ¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote? Claro que sí. El sacerdote no nace, se hace y como en la vida misma, uno aprende a fuerza de equivocarse muchas veces. ¿Crees que sabes vivir? Vivo lo mejor que sé o al menos, lo intento ¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste? Y quién no. Todos sufrimos crisis. La sociedad, la vida, la persona van madurando atravesando crisis que le abren un nuevo horizonte. Y en esos momentos difíciles siempre viene bien tener cerca, ante todo al Señor, la familia, los amigos… Y un buen director espiritual. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga? Estar disponible a lo que Dios y la Iglesia quieran. Eso creo que ya es una gran aportación. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy? El desafío es el mismo siempre: llevar a Dios al corazón de la gente. Cambian las circunstancias y las personas. ¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar? La avaricia. Es increíble a lo que se puede llegar por el dinero. Cuántas personas se pasan la vida luchando para dejar un patrimonio a sus hijos y es precisamente eso lo que rompe la familia. ¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada? Pues me importa de verdad saber llegar a la gente, suscitar el deseo de encontrarse con el Señor… ser un cura cercano y accesible para todos. Y no me importa nada los éxitos pastorales y personales. No me he hecho cura para triunfar, sino para servir y gastar mi vida con los demás. ¿Quién es Jesucristo para ti? Un amigo y compañero de aventura, de alegrías y fatigas. ¿Quién dice la gente que eres tú? Dani Martín, pero no el del canto del Loco. ¿Te gusta complicarte la vida? Pues sí que me gusta, para qué vamos a decir que no. La vida es una aventura y si no quieres complicártela, mejor quedarse en casa esperando a que pase. Pero si te atreves a vivir, arremángate y tírate al fango, que hay mucho barro que quitar. ¿Cómo te gustaría morir? Con las botas puestas y la conciencia de haber hecho lo que pude. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? ¡No hay huevos! (ríe) Que el ser cura es una vida apasionante, pero no apta para los cobardes. ¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal? Si tuvieras que poner tu vida “sacerdotal” en una balanza, ¿qué pesa más la renuncia o la ganancia? ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? Claro que sí. Si no, apaga y vámonos. La clave está en dónde busco mi felicidad. ¿Qué te preguntas? Una pregunta que me hago mucho es cómo será la mirada de Jesús cuando me encuentre con Él. Esa mirada que ha sido capaz de cambiar tantos corazones y de revolucionar la historia, y que en el momento de mi muerte se centra solo en mí y me ama profundamente. Qué más juicio que ese… ¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos? Además de más gordo, veo que voy creciendo como persona y como creyente. Voy relativizando los que antes me suponían problemas y acogiendo nuevos desafíos. Todo lo que nos pase puede ser ocasión para crecer. Y hasta el mayor pecado, puesto en manos de Dios, puede ser estiércol capaz de revitalizar la higuera seca que no da fruto. ¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote? No poder estar en todo lo que me gustaría. La falta de vocaciones hace que los curas tengamos que abarcar muchas tareas. No se puede estar en todo, pero en el intento, a veces nos queda la sensación de no estar en nada. ¿Dónde encuentras la felicidad? En la entrega, para que otros encuentren la suya. ¿Rezas para tener éxito? Rezo para tener vida. ¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué? Claro. En la vida de la gente me encuentro con Jesús. Es ahí donde Jesús me mira y a donde me envía. Jesús ha venido para que tengan vida. Si no me importa la vida de la gente, no tengo parte en la obra y misión de Jesús. ¿Eres un sacerdote dócil? Lo intento. No siempre es fácil, pero el Señor acaba venciendo siempre. ¿Qué es para ti el tiempo? Un desafío. El tiempo nos roba la vida, se nos escapa de las manos. Pero también es el medio en el que Dios ha querido entrar en comunión con nosotros y ofrecernos su salvación. ¿De qué te arrepientes o tiene remordimientos? De no haber aprovechado al máximo el tiempo de seminario. Cuando toca enfrentarse a la realidad, uno reconoce las lagunas que dejó por el camino. ¿Cuál es tu viaje favorito? El destino es lo de menos, cuando la compañía es buena. ¿Pequeños placeres? La cervecita compartida del domingo por la tarde, el olor a mar espeto y mar de mi Málaga paseando por la playa. Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo? A mis casi tres años de ministerio, tampoco es que me haya dado mucho tiempo a experimentar la soledad. Pero con la poca experiencia que tengo, he de reconocer que lo llevo bastante bien. Quizá me ayude el tener buenos amigos dentro del presbiterio que sé que siempre están ahí. Y gracias a Dios tengo un teléfono y un coche. También tengo un hermano cura, pero por ahora el coche me sirve de poco con él, porque desde que me ordené está estudiando en Roma. ¿Un olor que recuerdes? El olor de la rotonda del Seminario Menor por las noches cuando íbamos a dormir. ¿Un perfume que se cautive? El perfume del santo crisma. Me evoca muchas cosas y me trae a la memoria un día precioso. ¿Tu flor favorita? No me lo he planteado, pero por mencionar alguna me quedo con la amapola porque me recuerda las vidrieras de la capilla del seminario y la sangre de los mártires de nuestro presbiterio diocesano. ¿La palabra más hermosa del diccionario? No tengo léxico suficiente para emitir un juicio. ¿El regalo más bello que te ha regalo ser presbítero? Celebrar la Eucaristía y ser cauce del perdón de Dios. A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote? Apenas he salido del banquillo. Aún queda mucho partido por jugar y estoy dispuesto a darlo todo. Claro que sí. Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías? Si cada vez que sale el sol reconociéramos el milagro que Dios obra, afrontaríamos la vida de otra manera. De nosotros depende dotarla de sentido y ahí está la gracia y la maravilla de vivir.