NoticiaClero La sabiduría vive en Churriana M. Bermúdez, J.M. González, J. Miranda, J. Pulido y A. Horrillo · Autor: S. FENOSA Publicado: 05/07/2016: 12956 El Centro Gerontológico “Buen Samaritano” de Cáritas Diocesana acoge en la actualidad a once sacerdotes mayores. A pesar de sus muchos años, no tiran la toalla y continúan con su labor apostólica en la medida en que su salud se lo permite. El Papa Francisco visitó el pasado mes de junio dos residencias de sacerdotes ancianos y enfermos en Roma como señal "eficaz de misericordia, atención y gratitud" a la comunidad eclesiástica. Este gesto se enmarca en "los viernes de la misericordia", en que el Pontífice realiza una visita privada sin previo aviso a una institución benéfica una vez al mes hasta que concluya el año santo extraordinario. El Santo Padre quería manifestar así su cercanía a los sacerdotes que no pudieron participar físicamente del Jubileo de los Sacerdotes, realizado en Roma. Y es que, los curas mayores «siempre están presentes en el corazón y en la oración del Papa», afirmaba el comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Entre todos ellos, cabe destacar la figura del papa emérito, Benedicto XVI, a quien Francisco acude a visitar habitualmente y al que ha calificado como «el abuelo sabio, el hombre que me custodia la espalda con su oración». Y es que el sacerdocio es un sacramento que imprime carácter. Es decir, que hasta el último aliento de su vida, el sacerdote está ejerciendo su ministerio. En el Centro Gerontológico “Buen Samaritano” de Cáritas en Churriana, viven en la actualidad diez sacerdotes mayores. A pesar de sus muchos años, no tiran la toalla y continúan con su labor apostólica en la medida en que su salud se lo permite. «¿Quejarme por estar enfermo? ¡Nunca! yo le doy gracias a Dios por todo. Como dice Job, tenemos que dar gracias por lo bueno y por lo malo. Digo “malo”, porque a nosotros nos parece malo, porque el único que sabe lo que es bueno y lo que no, es Dios». Estas sabias palabras pertenecen a D. Amalio Horrillo, uno de los sacerdotes malagueños residentes en el Buen Samaritano. Un centro en el que viven casi 160 personas mayores. Entre ellas, diez miembros del clero. Junto a Horrillo, que tiene 90 años, D. José Mª Ortega (93), D. José Pulido y D. José Miranda (89), D. Atanasio Martínez (87), D. Diego Ortega (85), D. Sebastián Díaz (80), D. Manuel Torres (77), D. Juan Miguel González (73) y D. Manuel Bermúdez (72). Algunos de ellos conservan perfectamente sus facultades y reciben a personas que necesitan conversar, confesarse o simplemente recibir alguno de los sabios consejos que estos espíritus privilegiados aún saben dar acertadamente. Como señala D. José Miranda, «a los curas que le tienen miedo a la vejez, les diría que busquen lo que pueden hacer ahora: leer más, (yo ahora tengo el tiempo que antes me faltaba para hacerlo) y que valoren lo bueno que hay en todas partes». A D. José vienen a verlo a menudo su familia y gente de las parroquias por las que ha pasado a quienes sigue llevando la dirección espiritual. «Lo importante es no perder el vínculo con la gente de tus parroquias –señala D. Juan Miguel González–. Gente a la que has querido y te han querido tanto. Es muy bonito que vengan a verte. Aquí podéis venir siempre que queráis. Pero de uno en uno, eh, que si no, también nos agobiamos». Lidia Ruiz es terapeuta ocupacional en el Centro de Cáritas. Su opinión sobre estos residentes tan especiales es muy positiva: «Suelen ser muy colaboradores, muy amables... Es importante que vengan los fieles a verles. Ellos toman la visita de la gente como una oportunidad para volver a retomar lo que ha sido el trato con la gente y les repercute muy positivamente. Se les ve más animados, se sienten útiles y mejor espiritualmente». Y es que, como afirma D. José Pulido, muchos años misionero en Venezuela y como párroco en Torre del Mar y Torremolinos, «al sacerdote todo se le puede convertir en una posibilidad de evangelización. Algunos residentes vienen a hablar con nosotros, a consultarnos cosas. Viene muy bien que vengan a vernos también de fuera. Escuchar es fácil y podemos atenderlos tranquilamente». En el caso de D. Manuel Bermúdez, la enfermedad y las limitaciones no son algo nuevo en su vida. «Desde que con dos años tuve la polio, he tenido muchas dificultades; pero –relata– todas las he vencido con entusiasmo y con mucha fe. Lo más bonito de mi vida sacerdotal ha sido estar con la gente, transmitirles la fe, ser uno más, no sintiéndome superior. Ahora le pido a Dios que me ayude a tener esperanza cuando uno está ya así postrado», afirma desde su silla de ruedas. Bermúdez se suma al ofrecimiento de sus compañeros a seguir atendiendo a los fieles que lo puedan necesitar y concluye recordando que «aquí estamos muy a gusto, rodeados de compañeros y de gente que necesita mucho cariño».