DiócesisHomilías Mons. Dorado

Vigilia de la Inmaculada

Publicado: 07/12/2005: 1170

S.I. Catedral

1.- Pureza e integridad de Fe.

Celebramos hoy la clausura del 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Os invito a reflexionar en esta Vigilia sobre algunos de los significados que puede tener este dogma para nosotros, los cristianos de hoy.

En primer lugar, María, la ‟llena de gracia‶, henchida hasta rebosar de la santidad de Dios, aparece como el signo profundo de un valor hoy en día muy oscurecido, cuando no perdido, para la estimación moderna: la integridad de conciencia y de vida. Un cristiano fiel al Evangelio, que quiere observarlo perfectamente, en su estilo limpio y transparente de vida, se encontrará con frecuencia en conflicto con muchos ambientes de un pragmatismo oportunista y permisivo que todo lo cifra en la eficacia y en el éxito: es fuerte el que triunfa y consigue sus propósitos, sean buenos o malos; no importa la calidad de los fines, el sentido de la vida, los medios que necesite emplear ni la calificación moral de sus actos.

A pesar de ese clima de cínica violencia, se sigue admirando en la intimidad de la conciencia universal a ese tipo de personas que llamamos comúnmente ‟hombres íntegros‶ y que se caracterizan por su libertad de espíritu, por su noble independencia insobornable, por la firme fortaleza moral con que mantienen los valores auténticos en su conducta personal y social y no claudican ni renuncian a cumplir su misión y realizar lor principios fundamentales del hombre, por temor o represalia alguna.

Tal vez estos hombres sean derrotados; más aún, es muy probable que sean crucificados. Pero su potencia moral no sólo no es vencida, sino que logra una eficacia muy distinta en calidad y mucho más duradera, para la transformación de la sociedad.

Ahora bien, esa integridad moral y espiritual, que se manifiesta en la fuerte sencillez de sus convicciones y de su vida, está fundada en una profunda libertad de espíritu y en esa radical pureza que lleva consigo la santidad: libertad y pureza que la Purísima Virgen poseyó en toda plenitud desde que empezó a ser persona.

El misterio de la Inmaculada adquiere, en esta perspectiva, una clara significación para el cristiano en el mundo actual. La pureza cristiana equivale exactamente a la santidad y representa en el mundo una nueva potencia de acción. Hasta el punto de que todo intento de construir un mundo verdaderamente nuevo, libre y fuerte, exige y supone un número considerable de estos hombres nuevos, verdaderamente limpios de corazón.

2.- Esperanza de Iglesia purificada.

En segundo lugar encontramos una significación de esperanza. Al hablar el Concilio del amor especial con que la Iglesia venera a la Virgen María, dice esta frase realmente espléndida:

‟En Ella admira y ensalza el fruto más logrado de la Redención de la humanidad y la contempla, con gozo, como una purísima imagen de lo que ella misma, la Iglesia entera, ansía y desea ser‶ (SC 103).

Tal vez en nuestros días como en ningún otro tiempo, la Iglesia humillada de muchas maneras, siente el ansia de ser la esposa digna de Cristo, según aquella hermosa descripción de San Pablo en la carta a los Efesios:

‟Amad... como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla y purificarla y presentársela a sí mismo resplandeciente, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada‶ (Ef 5, 25-27).

Hoy día que escuchamos las críticas acerbas que se dirigen a la Iglesia desde fuera y desde dentro de ella, y que algunas veces llegan hasta el desprecio, la injusticia y el insulto, podemos unir el acicate de una firme esperanza a la humilde confesión de los fallos humanos y al reconocimiento sincero de no haber estado a la altura de la misión recibida del Señor. Para decirlo con palabras del Concilio (en LG 65):

‟En su acción apostólica la Iglesia mira hacia Aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de mujer, para que, con su ayuda, la Iglesia haga nacer y crecer a Cristo en los corazones de los fieles‶.

La Iglesia mira con esperanza a María y confía en el Espíritu Santo que la hará también a ella Virgen y Madre, a semejanza de nuestra Señora, y la convertirá en aquella esposa ataviada de las mejores galas de la que habla el Apocalipsis (21, 2); y en aquella madre fecunda, capaz de ser creída y de dar con la fe, la vida verdadera y plenamente humana al mundo.

María, llena de Gracia y sin defecto alguno que criticar, es hoy día el signo de un valor, fundamentalmente necesario para la Iglesia actual: la humilde esperanza de ser purificada, renovada y revestida con nuevo esplendor de santidad; con aquella potencia divina de fecundidad, capaz de regenerar al mundo contemporáneo y de hacer que esta sociedad nazca, de una manera concreta e histórica, a una nueva vida de hijos de Dios.

3.- Signo de victoria total en la liberación humana.

En tercer lugar encontramos, en el misterio de la Inmaculada, una nueva significación, hoy día universalmente inteligible y en profunda consonancia con las aspiraciones de la conciencia del hombre contemporáneo. La Purísima Virgen María es el signo más fuerte de la lucha humana por la liberación de todas las opresiones que esclavizan a la humanidad de todas las épocas de la historia. La Inmaculada viene a ser el signo que representa la victoria total y que anima al esfuerzo humano de lucha en todos los frentes de la vida personal y social.

Cuando afirmamos que María fue concebida sin pecado, lo que estamos significando al mismo tiempo, es la liberación profunda, radical, íntima y definitiva del ser humano, esto es: la liberación del pecado.

El pecado es, en última instancia, el origen y raíz de toda opresión contra el hombre, provenga de sí mismo, de los otros o del mundo.

Pero la acción del Espíritu Santo es todavía mucho más profunda, radical y decisiva; y así como fue poderosa para preservar a María absolutamente libre toda su existencia, así es poderosa para comunicarnos la energía que provoca un cambio radical. Tan radical que llegue a la conversión del espíritu del hombre y se manifieste en el cambio de su vida, de los comportamientos personales y sociales y hasta de las mismas estructuras de la convivencia colectiva.

Celebrar la Fiesta de la Inmaculada tiene, pues, también esta significación: que es posible la liberación total del hombre; que no sólo es posible, sino que ha sido prometida por Dios como fruto de una Leal Alianza y que Dios ha dado ya al hombre, como testimonio, la realidad perfecta y acabada de María, el ser humano de la libertad absoluta y la pureza inmaculada; que la condición fundamental de esa liberación total es la conversión personal y comunitaria; y, finalmente, que esa conversión es obra del Espíritu de Dios, junto con la decisión humana de liberarse según ese mismo Espíritu.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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