DiócesisHomilías Mons. Dorado

Viernes Santo (Ciclo B)

Publicado: 14/04/2006: 1089

S. I. Catedral


‟Mirar el árbol de la Cruz, en que estuvo clavada la salvación del mundo‶. San Juan
termina el relato de la Pasión con esta afirmación:

‟Mirarán al que traspasaron‶ (Jn 19, 37).

Con estas palabras nos invita hoy la Liturgia a concentrar toda nuestra mente y nuestro
corazón en Jesucristo Crucificado. Él es hoy el centro de la mirada de toda la Iglesia: Saber
mirar a Jesucristo con la mirada precisa, es capital para una comunidad cristiana;
particularmente el Viernes Santo.

1.- El Crucificado reclama ente todo una mirada creyente -de Fe- que vea en Él
algo más que una simple persona ajusticiada por ser religiosa y políticamente incómoda.

Este hombre, colgado entre el Cielo y la tierra, es Dios, que se revela en la Cruz:

- como Aquel que quiere compartir todo por amor y se carga con nuestra debilidad y
nuestro pecado por amor.

- como Aquel que no quiere usar, para defenderse, su poder, sino su amor: un amor
desarmado que responde a la violencia con la mansedumbre.

- como Aquel que no salva desde fuera ni desde arriba, dino desde dentro (haciéndose
hombre) y desde abajo (bajando hasta la muerte de Cruz).

Desde que Dios se nos ha revelado de esta manera en su Hijo Jesucristo Crucificado,
nos ha dejado el encargo de reconocer su rostro en todos los abatidos, marginados y
crucificados de la tierra. Quien adora a este Dios se abaja ante los pobres de este mundo. En
la Cruz, el Hombre que expira, nos inspira su Espíritu Santo para que vivamos y muramos con
él.

2.- Contemplar al Crucificado está pidiendo de nosotros una mirada de esperanza.

El himno más importante del Viernes Santo dice así:
‟La gracia está en el fondo de la pena; y la salud naciendo de la herida‶.

Cuando, por los años 90, San Juan escribía su Evangelio, las comunidades se
encuentran, al anunciar a Jesucristo, con una dificultad casi insalvable: ni los judíos, ni los
griegos podían aceptar como Salvador a un Cristo vencido, humillado y rematado en la Cruz.
Y esa dificultad repercutía en la moral de los mismos cristianos.

Y Juan quiere mostrarles que, desde la perspectiva de la Resurrección, la muerte de
Jesús es una derrota aparente, pero una victoria real. Por esta razón llama Juan, al
levantamiento en la Cruz, ‟exaltación‶ y ‟glorificación‶.
Veinte siglos más tarde, para una mirada de fe que descubre la inmensa fecundidad
de la muerte de Jesús en la historia del mundo, la afirmación de San Juan sigue siendo
verdadera: en la Cruz, la verdad venció al error, el amor venció al egoísmo, la gracia venció al
pecado y la vida venció a la muerte.

Jesús, el Señor, venció a las fuerzas del mal, no con medios poderosos, sino con la
debilidad desnuda de su Palabra, de su libertad ante los opresores, de su mansedumbre ante
los verdugos, de su amor obediente al Padre, de su perdón a sus enemigos.

Porque Él murió así y fue escuchado por su Padre y rehabilitado al tercer día, sabemos
que, en toda situación, por desesperada que parezca, Dios está junto a nosotros, como junto
a su Hijo, no librándonos milagrosamente del mundo, sino acompañándonos paternalmente
en el mundo y abriendo una Salida Final. En la Cruz está la esperanza de la vida eterna y el
gozo del Espíritu.


3.- La mirada al Crucificado ha de ser una mirada de amor.

La Cruz de Jesús es el máximo monumento del amor de Dios. Por amor ha querido el
Padre que el Hijo descendiera hasta el máximo del abatimiento y de la tristeza. Por amor ha
querido el Padre que su Hijo padeciera la máxima consecuencia de nuestros pecados: la
afligida sensación de que el Padre le había abandonado definitivamente. Por amor entrega su
vida como ‟rescate por muchos‶.

Cada uno de nosotros podemos decir: ‟me amó y se entregó por mí‶.

Por eso, al contemplar hoy la Cruz del Señor, le decimos con el alma entera: Gracias,
Señor Crucificado. Te amamos y queremos poner nuestra vida en tus manos y vivir para Ti,
ser verdaderos discípulos tuyos y apóstoles del Evangelio.

Que el beso que vamos a depositar en sus pies clavados sea, al mismo tiempo, un
gesto de que fe que reconoce el significado de la Cruz de Cristo, un gesto de esperanza en
medio de nuestras dificultades e impotencias, y un gesto que nos sitúe al lado de los que
sufren y de todas las vidas crucificadas de la historia.

Virgen Santa de la Cruz, ayúdanos a mantenernos firmes en la fe y a no dudar de la
bondad de Dios en medio de los sufrimientos. Ayúdanos a creer y anunciar, en este Año
Jubilar, que tu Hijo Jesucristo es el único Salvador del mundo.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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