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Ser cristiano hoy en España

Publicado: 30/06/2014: 5436

Ser cristiano hoy en España


1.- Con este Triduo en honor del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima de las Penas, conmemoramos el 50 aniversario de la fundación de la Cofradía de Penitencia y nos unimos a la celebración del Año Mariano. Lo hacemos en un clima de gozo y de fiesta, con sentimientos de gratitud y de fiesta, con sentimientos de gratitud y esperanza. Este clima y estos sentimientos son un regalo de Dios, un don del Espíritu Santo a la comunidad cristiana. Sabemos que manan de esa fuente de agua viva que es la presencia de Dios entre nosotros: esa presencia amorosa y refrescante que ilumina y da vigor a nuestra vida, a nuestro trabajo diario, a nuestra condición de hombres y a nuestros esfuerzos para hacer presente el Reino de Dios en nuestro mundo.


2.- El Año Mariano: una llamada a la evangelización.

Al proclamar el Año Mariano, Juan Pablo II lo presentaba como una llamada a la evangelización. Y es natural, porque la persona de la Virgen María nos garantiza que el Evangelio, la Buena Noticia del cristianismo es real: Dios Hijo se ha hecho realmente hombre, se ha encarnado en nuestra historia humana. Si prescindimos de María o dejamos de confesarla Madre de Dios, o es que Dios no se encarnó realmente y nació de mujer y Jesús fue simplemente un mito, o es que Jesús de Nazaret no era realmente el Hijo de Dios, sino un hombre más, un pobre iluso que acabó con las mejores esperanzas en la cruz. Pero nosotros confesamos que Jesús de Nazaret es plenamente Dios y plenamente hombre: este es nuestro Evangelio, la Buena Noticia que trae salvación. Y por eso la persona de la Virgen María es parte integrante de este Evangelio que nos salva.

Pero, además, nos dice esta mujer sencilla que es posible una vida plenamente evangélica cuando el hombre se abre a Dios y se deja invadir por el Espíritu Santo. Ya los primeros cristianos vieron en María la “llena de gracia”, la mujer especialmente favorecida, la “bendita” y fuente de bendiciones para cuantos se acercan a ella. Y en este sentido es ejemplo vivo de lo que debe ser toda persona y toda comunidad evangélica: alguien que se abre a Dios, que se deja llenar por el Espíritu y busca en todo la voluntad del Padre, como servicio de amor liberador a los hombres.

El Año Mariano nos invita a redescubrir y a vivenciar este Evangelio y a experimentar que el encuentro de fe con Jesucristo es manantial continuo de vida, de vigor y de esperanza para nosotros y para nuestro mundo. Sólo desde esta experiencia podremos luego ser testigos de lo que hemos visto y oído: podremos proclamarlo, que eso es evangelizar.


3.-  Y tenemos que proclamar este Evangelio en una situación muy concreta. En el seno de una cultura que parece cerrarse cada día más a Dios.

Puede parecer extraño, pero hoy los católicos españoles necesitamos aprender a serlo como si de pronto hubiéramos llegado a un mundo diferente. No nos educaron para vivir en una sociedad como ésta. No tenemos experiencia de vivir la fe ni de ejercer el apostolado en esta sociedad tan distinta de la de hace unos pocos años.

La sociedad española ha cambiado profundamente. Y dentro de ella, la Iglesia, los fieles católicos vivimos afectados también por estos cambios, que han producido en unos temor y pesimismo, en otros endurecimiento y agresividad, y en casi todos confusión y desconcierto. Unos y otros tenemos que hacer el esfuerzo de aprender a vivir en este mundo con verdadera libertad, mirando más al futuro que al pasado, apoyándonos en convicciones firmes y profundas más que en hábitos rutinarios.

Una cosa parece muy clara: para ser cristiano en esta sociedad más libre y más culta, menos favorable (cuando no directamente contraria) a la fe de Dios y a la vida cristiana, hace falta un mayor grado de convencimiento y de formación doctrinal; hace falta sobre todo una actitud personal decidida y clara, una verdadera conversión. Los tiempos nuevos nos ponen a prueba a todos y están poniendo sobre el tapete una cuestión capital: para ser cristiano hay que comenzar por convertirse a una nueva forma de vida.

Esta nueva forma de vida se cifra en la fe en el Dios de Jesucristo y la conversión al amor de Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. El primer paso de la renovación cristiana y eclesial que la hora presente nos exige a los católicos, consiste en un avivamiento de las experiencias religiosas más profundas, conversión sincera al Dios de Jesucristo, oración personal y comunitaria, esperanza en la vida eterna y desprendimiento de las codicias de este mundo, asimilación de un nuevo estilo de vida basado en el seguimiento e imitación de Cristo, abnegación y obediencia, entrega sincera al amor y al servicio del prójimo con los ojos puestos en el juicio de Dios.


4.- El Evangelio: abrirse a Dios.

Necesitamos abrirnos a Dios, porque sin la fe en Dios terminamos por perder la fe en el hombre y en la vida. La secularización de la sociedad no debe llevarnos al silencio de Dios y menos a su olvido vivencial. Nos invita ciertamente a asumir nuestra responsabilidad en la historia y a no evadirnos ante los problemas. Pero no al silencio de Dios y menos a su olvido. Dios sigue siendo actual, aunque necesitemos revisar nuestras ideas sobre el papel de Dios en la historia. Esto es lo primero que nos recuerda la Virgen María: si fue una bendición de mujer y su vida fue fecunda, se debió a que supo abrirse a Dios.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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