“No me importa tu raza, ni el color de la piel…” dice el canto. En este caso, yo lo pongo en los labios de Dios. Para El no existen fronteras, cuando se trata de “elegir” personas para su obra. O mejor dicho, si Dios tiene una predilección para llevar a cabo su Reino. Se fija preferentemen­te en los humildes y pobres. Toda la Biblia es un canto a estas extrañas elecciones de Dios. Y en Málaga, una vez más, se ha demostrado.

Se trata de Manuel Heredia Cortés. Es gitano. Cara morena, con señales de una pasada viruela. Hasta con una cicatriz en su mejilla dere­cha. Quién sabe de qué… Tiene sesenta años. De su matrimonio han nacido nueve hijos. Hojalatero y forjador de profesión, como tantos otros gitanos. Nació en Torrox (Málaga). Vive en Algarrobo, un pueblo anda­luz de unos tres mil habitantes. Pero, además, conoce muy bien otros dos pueblos: Sayalonga y Archez. En el primero ha vivido; en los dos ha tra­bajado. Todos le conocen. Y ahora hasta le respetan y admiran.

Pues bien, en estos tres pueblos Manuel Heredia hoy lee la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas; en ausencia obligada del Sr.Cura, distribuye la Eucaristía, con el consiguiente permiso del Obispado y se­gún las rúbricas: y hasta ha presidido algún que otro entierro.

El gitano Heredia de Algarrobo es muy parco en palabras. Parece que le gusta más escuchar. Tiene una voz impostada, pero no ficticia. No le falta la unción de quien lee “proclamando” la Escritura, y tiene un movimiento pausado en el presbiterio, aunque parece que no se ha acos­tumbrado todavía al alba. Cuando le dije que, después de un tiempo de estudios eclesiásticos, podría conferirle los ministerios, Manuel Heredia me dijo respetuosamente: “Está bien así, ¿no le parece?”.

¿Cómo ha llegado a estos “servicios” el Gitano de Algarrobo? Hace años, veinte concretamente, Manuel empezó a sentir una inclinación inu­sitada a la lectura de libros “piadosos”. La Imitación de Cristo fue y es todavía su libro favorito. Lleva una edición diminuta en el bolsillo de su chaqueta. Se ponía en el último banco de la iglesia, y escuchaba con aten­ción las homilías. Después se puso a leer la Sagrada Escritura. Y un día al Sr.Cura se le ocurrió invitarle a proclamar una de las lecturas en la cele­bración dominical. Se sorprendió a sí mismo pero más sorprendidos quedaron el Sr.Cura y los feligreses al escucharle. Leía perfectamente. Y como quien sabe lo que lee y para quienes lee.

Después siguió lo demás: distribuir la sagrada comunión en la pa­rroquia, en ausencia del Sr.Cura; visitar a los enfermos del pueblo y lle­varles cada semana al Señor; presidir ritos funerarios…

El otro día, con motivo de la visita pastoral, le ratifiqué “coram populo” los permisos que ya tenía. Porque todavía había alguien que decía: “Cuando me muera, no quiero que el gitano presida mi entierro”. A lo mejor mis palabras disiparon ya las dudas y recelos.

Claro, Manuel sabe muy bien que sólo puede colaborar en el culto cuando al Sr.Cura le es del todo imposible hacerlo.

Con la publicación por parte de la Comisión Episcopal de Liturgia, “Celebraciones Dominicales sin la presencia del sacerdote”, en España se abre un momento histórico sumamente interesante para la comunidad cristiana. Porque ciertamente es mucho mejor, si no necesario, que en lugar de las cuatro o más misas dominicales que celebran algunos sacer­dotes (entre la imposibilidad sicológica, el cansancio y el peligro de la rutina,…), es mejor, digo, que un seglar “cualificado” (por su vida cristia­na y formación) presida celebraciones de la Palabra y distribuya la Co­munión. Sin duda que también así se alimenta y fortalece la fe de los cristianos.

“No me importa tu raza, ni el color de tu piel…”

Málaga, Junio de 1981.