Tenía 15 meses la primera vez que entré en la Iglesia.  Me trajo mi hermana para oír Misa.  Yo venía con mi chupete y mi gasa y me ponía en primera fila para enterarme de todo.  El hombre que hablaba tras la mesa era el padre Pepe. Él fue el primero que me habló de lo que quería decir eso de la Iglesia.  Resultó que era la casa de Dios.  Y que Dios era nuestro Padre. 

Mi hermana que iba a la catequesis de perserverancia me llevaba.  Allí conocí a Pepi, Mari y José María.  Ellos fueron los que me dijeron que aparte de mi hermana tenía otro hermano llamado Jesús que murió en la cruz para salvarnos a todos y que era Hijo de Dios.  Con siete años comencé mi catequesis de preparación para poder tomar mi primera comunión. Fue cuando conocí a Carmen, Paquita y Elisa.  Carmen fue mi primera catequista el primer año.  Luego vino Conchi para terminar el trabajo que había comenzado D. José.   Él es más que un sacerdote para mí.  Es como un padre, abuelo, amigo.  No sé, es alguien muy especial. 

Cuando me dijeron que se marchaba de la parroquia me puse muy triste no sabía si otro sacerdote que viniese me querría igual que él.  Pero llegó D. Antonio, un sacerdote misionero.  No es D. José, pero sí me ha demostrado su afecto.  Eso lo nota pronto un niño.  Daros las gracias a todos porque sin mis padres, mi familia  y sin cada uno de vosotros hoy no estaría aquí.  Hoy he terminado una etapa de mi vida como cristiano pero comienzo otra porque el cristiano siempre tiene cosas que aprender.  Espero que estéis ahí para ayudarme.

Edu.