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Centenario de la Cofradía de Jesús de la Misericordia (Catedral-Málaga)

Exposición y veneración de imágenes El Verbo Encarnado. Nuestro Padre Jesús de la Misericordia. Capilla de Santa Bárbara.
Publicado: 24/09/2022: 315

Homilía de Mons. Jesús Catalá con motivo de la Eucaristía por el Centenario de la Cofradía de Jesús de la Misericordia celebrada en la Catedral de Málaga

CENTENARIO DE LA COFRADÍA DE JESÚS DE LA MISERICORDIA

(Catedral-Málaga, 24 septiembre 2022)

Lecturas: Ecl 11, 9 – 12, 1-8; Sal 89, 3-6.12-14.17; Lc 9, 43b-45.

1.- Fugacidad de la vida

El Salmo proclamado nos ofrece una reflexión sobre la fugacidad del tiempo, cuando se compara con la eternidad ante la presencia de Dios: «Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna» (Sal 89, 4). 

El autor nos exhorta a sopesar el tiempo de la vida, para madurar y adquirir sensatez: «Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato» (Sal 89, 12). 

Si entramos en la dinámica de la sabiduría de Dios, sabremos prepararnos para la eternidad. Los tiempos de Dios no son los nuestros; pero nuestra vida es más alegre, más fecunda y más llena de sentido, si la vivimos en sintonía con Él.

2.- Centenario de la cofradía de Jesús de la Misericordia 

El Verbo eterno de Dios ha entrado en la historia, para llevarnos a nosotros a la eternidad. Y hablando de tiempo y de eternidad, la “Real, Ilustre y Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia, Santísimo Cristo de Ánimas y Nuestra Señora del Gran Poder y San Juan de Dios”, nombre actual de vuestra cofradía, celebra el centenario de la fusión de tres cofradías: la Hermandad de la Misericordia, fundada en 1864; la de Nuestro Padre Jesús de la Buena Muerte y Ánimas; y la de Nuestra Señora de los Dolores, que después, en 1926, cambió su advocación por Gran Poder. ¡Enhorabuena por este Centenario!

Aunque cien años sean muchos para un ser humano, comparados con la eternidad son un soplo, «un ayer que pasó» (Sal 89, 4). Si viviéramos el tiempo presente mirando hacia la eternidad, sería distinto. Si contempláramos al Cristo de la Misericordia, a quien cariñosamente llamáis “Chiquito”, que es el Verbo de Dios; y miramos a su Madre, la Virgen del Gran Poder, cambiaría nuestra vida; porque pondríamos nuestra vida temporal en la perspectiva de la vida eterna. 

En el año de 1921 las tres cofradías se presentaron en la reunión fundacional de la Agrupación de Cofradías de Málaga, celebrada en iglesia de La Merced, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia. Aprovecho para felicitar a quienes lleváis el hermoso nombre de “Mercedes”. 

En los fatídicos sucesos de mayo de 1931 en Málaga las antiguas imágenes del Cristo de la Misericordia y la del Jesús de la Buena Muerte y Ánimas fueron destruidas en el asalto a la iglesia del Carmen; y la imagen de la Santísima Virgen (s. XVIII) logró ser salvada. 

La nueva imagen del Cristo de la Misericordia fue realizada en 1966 por Navas Parejo; y la de la Virgen del Gran Poder fue reconstruida en la misma fecha por Luis Álvarez Duarte y Juan-Manuel Miñarro, dos grandes imagineros religiosos. 

Damos gracias a Dios por este Centenario, que debió celebrarse el año pasado, pero la pandemia de la Covid-19 impidió desarrollar con normalidad los actos previstos, que se han llevado a cabo en este año de 2022.

3.- El título de Jesús de la Misericordia

La advocación de Jesús de la Misericordia nos habla necesariamente del amor de Dios, de su perdón y de su misericordia. Cristo es el rostro de la misericordia del Padre (cf. Francisco, Misericordiae vultus, 1). La Virgen del Gran Poder participa de la misericordia de su Hijo Jesús. 

Como dice el papa Benedicto XVI, con la encarnación “la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret” (Verbum Domini, 12). Ese rostro de Jesús nos muestra la bondad, el amor, la misericordia y el poder de Dios.

La celebración del Centenario de vuestra Cofradía debe llevarnos a profundizar en la advocación de la Misericordia. Cristo ofreció su vida en la cruz por amor a los hombres; la lanzada del soldado abrió el costado de Jesucristo convirtiéndolo en manantial de vida, cumpliéndose así la profecía de Zacarías: «Mirarán al que traspasaron» (Zac 12, 10).

Jesús de la Misericordia con sus llagas nos invita a entrar en ellas para desvelarnos el secreto de su Corazón: el Amor infinito de la Trinidad. Y este Corazón se ha dejado traspasar para que experimentemos cómo sus heridas nos han curado (cf. 1 Pe 2, 24). Y el corazón de la Madre se ha dejado traspasar compartiendo el dolor de su Hijo en una sintonía perfecta. ¡Ya nos gustaría a nosotros que nuestro corazón, como el de la Virgen, estuviera en plena sintonía con el amor de Cristo!

Su gran amor nos pide una respuesta de fe, para confesar que Él es Salvador del mundo, el Redentor del género humano, el Rey de reyes y Señor de los Señores; no hay otro y no debe haber otro en nuestro corazón. Nos pide también una reparación porque, cura nuestras heridas y nos capacita para amar, por haber tenido la experiencia de ser amado, porque Dios nos amó primero (cf. 1 Jn 4, 19). Y nos exige asimismo un compromiso misionero, para compartir con los demás la alegría de creer y el consuelo de su misericordia. 

No podemos callarnos la maravillosa vida que el Señor nos ha entregado; no podemos callarnos lo que “El Chiquito” ha hecho por nosotros y lo que la Virgen sigue haciendo como Madre.

4.- La misericordia de Dios y nuestra miseria

El papa Francisco he definido recientemente el término misericordia: “Es la experiencia de sentirnos acogidos, puestos en pie, reforzados, sanados, animados. Ser perdonados es experimentar aquí y ahora lo que más se acerca a la resurrección. El perdón es pasar de la muerte a la vida, de la experiencia de la angustia y de la culpa a la de la libertad y de la alegría” (Homilía en la Visita pastoral. Santa María de Collemaggio-L’Aquila (Italia), 28.08.2022). 

El término “miseri-cordia” significa tener un corazón que se apiada y perdona la miseria humana. Dios es misericordioso y se apiada de nuestra miseria. El papa nos invita a “partir de la propia miseria y mirar ahí, buscando cómo llegar al perdón, porque también en la propia miseria encontraremos siempre una luz que es el camino para ir al Señor. Es Él quien hace la luz en la miseria” (Ibid.). 

Cuando pongáis en vuestros labios el nombre de Cristo de la Misericordia, o “Chiquito”, acordaos que es Aquel que cura nuestra miseria. 

5.- Reconocer nuestra miseria

Solo reconociendo nuestro pecado y nuestra miseria, seremos capaces de obtener el perdón misericordioso de Dios. Cristo de la Misericordia y su Madre, Nuestra Señora del Gran Poder, nos ofrecen la verdadera alegría y la libertad al concedernos su misericordia.

Hemos de comprender que la gran revolución del Evangelio, como dice el papa Francisco, está en este tipo de libertad; de lo contrario, seguirá habiendo “guerras, violencias e injusticias, que no son otra cosa que el síntoma externo de una falta de libertad interior. Ahí donde no hay libertad interior, se abren paso el egoísmo, el individualismo, el interés, los abusos y todas estas miserias” (Ibid.).

6.- Seguir al Maestro

Queridos cofrades y fieles, el evangelio nos ha recordado las palabras de Jesús: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres» (Lc 9, 44). Pero los discípulos no entendían este lenguaje y les daba miedo preguntarle sobre el asunto (cf. Lc 9, 45). Cuando les dijo que iba a ser entregado en manos de los hombres, se asustaron sin entenderlo; lo entendieron después, cuando Cristo resucitó.

No tengamos miedo de preguntarle a Jesús de la Misericordia lo que debemos hacer y cómo hemos de vivir. Él es el único Maestro capaz de llevarnos a la felicidad eterna. No tengamos tampoco miedo de ponernos ante la Virgen del Gran Poder para preguntarle sobre su amor y su misericordia hacia nosotros.

Damos gracias a Dios por este Centenario, agradeciendo también a todas las personas que han hecho posible la celebración de esta efeméride. A todos los hermanos que iniciaron la cofradía y nos precedieron; y a quienes hoy asumís la hermosa tarea de perpetuar esta antorcha recibida. Sois la generación del primer Centenario; la primera fue la generación de la creación de la Cofradía.

Pedimos a la Virgen, Nuestra Señora del Gran Poder, que sepamos aceptar nuestra condición de miseria y de pecado, para recibir con alegría el perdón y la misericordia divina, que nos ofrece el Cristo de la Misericordia, nuestro querido “Chiquito”. Amén.

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