DiócesisHomilías

Clausura del Mes Misionero Extraordinario (Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen-Málaga)

Publicado: 26/10/2019: 15640

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía de clausura del Mes Misionero Extraordinario, celebrada en la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen de Málaga el 26 de octubre de 2019.

CLAUSURA DEL MES MISIONERO EXTRAORDINARIO

(Parroquia NªSª del Carmen-Málaga, 26 octubre 2019)

 

Lecturas: Eclo 35,12-14.16-18; Sal 33,2-3.17-19.23; 2 Tm 4,6-8.16-18; Lc 18,9-14.

(Domingo Ordinario XXX-C)

 

1.- Con esta Eucaristía clausuramos el Mes Extraordinario Misionero, que el papa Francisco nos ofreció en este mes de octubre de 2019, para celebrar el centenario de la promulgación de la carta apostólica Maximum illud, que Benedicto XV publicó para dar nuevo impulso a la misión de anunciar el Evangelio (cf. Papa Francisco, Carta al cardenal Filoni, 2017).

Benedicto XV deseaba promover la missio ad gentes, proponiéndose despertar la conciencia del deber misionero, siguiendo la invitación de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15). Cumplir con este mandato del Señor no es algo secundario para la Iglesia, sino que es una “tarea ineludible” (Ad gentes, 2), como recordó el Concilio Vaticano II, ya que la Iglesia es “misionera por su propia naturaleza” (Ad gentes, 2).

Como ya dijo el papa Pablo VI: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Evangelii nuntiandi, 13). Los cristianos, miembros de la Iglesia estamos para evangelizar.

Esta tarea sigue vigente, urgente y necesaria en nuestros días. La Iglesia sabe que tiene que anunciar el evangelio a todos los hombres y llevar a cabo una ingente labor misionera (Ad gentes, 10).

El Mes Extraordinario Misionero nos exhorta a mantener viva la misión evangelizadora que todos tenemos como cristianos: Somos bautizados y enviados, como dice el lema, que debemos renovar nuestro compromiso misionero puesto que la fe se renueva, crece y se fortalece cuando se transmite y se testimonia (cf. Juan Pablo II, Redemptoris missio, 2).

En la exhortación apostólica Evangelii gaudium el papa Francisco, recogiendo los frutos de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, quiso animarnos a la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana en nuestros días.

Celebramos esta Eucaristía en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen en Málaga, regentada por los religiosos claretianos. Hace un par de días celebrábamos la fiesta litúrgica de san Antonio María Claret, misionero insigne, que predicó en muchos lugares de España y en tres parroquias de la ciudad de Málaga, ejerciendo también el ministerio episcopal en Cuba. Le pedimos que interceda por nosotros para que seamos valientes testigos y misioneros del Evangelio. Y pedimos también por sus hijos, lo misioneros claretianos.

 

2.- El Santo Padre Francisco indicaba cuatro dimensiones para preparar y vivir este Mes Misionero, según el cardenal Filoni (cf. Carta a los Obispos, 2017):

La primera dimensión es el encuentro personal con Jesucristo, que está vivo en su Iglesia, mediante la celebración de la Eucaristía, la escucha de la Palabra de Dios, y la oración personal y comunitaria. La conversión personal y comunitaria a Cristo crucificado, resucitado y vivo en su Iglesia, renovará el ardor de dar testimonio del Evangelio con el anuncio y con la vida. Siempre deben ir unidas la palabra y la vida; no puede haber separación entre lo que uno predica y lo que vive; debe haber coherencia entre fe y vida.

El segundo elemento es el testimonio: de los santos, de los mártires de la misión y confesores de la fe, que son expresión de las Iglesias repartidas por el mundo entero. Nosotros somos ahora los testigos del Evangelio y el Señor nos pide que lo anunciemos a todas las gentes.

La tercera dimensión es la formación: bíblica, catequética, espiritual y teológica sobre la missio ad gentes. Nadie puede enseñar lo que no conoce; nadie puede anunciar lo que no ama. Es necesaria la formación en la fe para poder dar testimonio de ella, como nos anima san Pedro a que demos razón de nuestra esperanza (cf. 1Pe 3,14-16). En nuestra Diócesis estamos insistiendo desde hace tiempo en la importancia de la formación de todo fiel cristiano.

Y la cuarta dimensión es la caridad misionera como base para el inmenso trabajo de evangelización, de la misio ad gentes y de la formación cristiana de las Iglesias más necesitadas. El testimonio de la caridad, el compromiso por la paz y la justicia y el diálogo intercultural estructuran la misión de la Iglesia en torno al anuncio del misterio pascual de Jesucristo.

Damos gracias a Dios por este Mes Misionero que el Señor nos ha regalado, a través de la iniciativa del papa Francisco. Y, aunque hoy clausuremos el Mes, no termina la dimensión misionera de la Iglesia, ni tampoco nuestro compromiso bautismal. Terminamos el Mes Misionero Extraordinario, pero seguimos realizando la tarea misionera a los ya creyentes, y a quienes no conocen aún a Jesucristo, es decir la misión ad gentes. Toda Europa, y por ende Málaga, es terreno de misión de primer anuncio; porque hay mucha gente que no conoce al Dios-trino revelado en Jesucristo, al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo (cf. Rm 15,6). Debemos ofrecer nuestra fe a los demás, naturalmente si imponer.

 

3.- Las lecturas de este domingo misionero nos recuerdan que Dios no hace acepción de personas, porque es juez justo y no cuenta para él el prestigio de las personas (cf. Eclo 35,12). Contrariamente a lo que solemos hacer nosotros, que hacemos favoritismos basados en prejuicios sociales, raciales o ideológicos, haciendo daño a las personas. El Evangelio debe ser anunciado a todas las gentes, sin acepción de personas.

El Evangelio narra la parábola del “fariseo y el publicano”, que Jesús dijo por aquellos que confiaban en sí mismos, considerándose justos y despreciaban a los demás (cf. Lc 18,9).

La oración del fariseo es propia de alguien orgulloso y engreído (cf. Lc 18,11-12); mientras que el publicano se presenta ante Dios como humilde pecador, necesitado de perdón (cf. Lc 18,13). Por eso la oración del fariseo no es aceptada por Dios; y el publicano, en cambio, fue justificado y perdonado (cf. Lc 18,14).

Lo importante, según esta parábola, es la actitud del corazón humano ante la presencia de Dios en la oración. Tanto el fariseo como el publicano van al templo con la intención de orar; pero su actitud distinta es lo que determina su estado espiritual final.

El publicano regresa a casa como un hombre transformado interiormente y reconciliado consigo mismo y con Dios. Una vez más, se verifica que «todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lc 18,14). Por el contrario, el fariseo es prisionero de su orgullo, que se cree superior a los demás y regresa a casa sin ser justificado.

Nosotros hemos de verificar las intenciones y las actitudes de nuestro corazón cuando rezamos.

 

4.- El papa Francisco recuerda constantemente la centralidad de la oración en relación con la Iglesia y su misión. La oración es el alma de la misión. El encuentro personal con Cristo es la raíz de la experiencia salvadora. El discípulo misionero, gracias a la oración, descubre su misión y recobra fuerzas para realizarla. Unámonos a la oración del papa Francisco, hecha para este Mes Misionero:

“Padre nuestro, Tu Hijo Unigénito Jesucristo resucitado de entre los muertos encomendó a sus discípulos el mandato de id y haced discípulos a todas las gentes.

Tú nos recuerdas que a través de nuestro bautismo somos partícipes de la misión de la Iglesia.

Por los dones de tu Santo Espíritu, concédenos la gracia de ser testigos del Evangelio, valientes y tenaces, para que la misión encomendada a la Iglesia, que aún está lejos de ser completada, pueda encontrar manifestaciones nuevas y eficaces que traigan vida y luz al mundo.

Ayúdanos a hacer que todos los pueblos puedan experimentar el amor salvífico y la misericordia de Jesucristo, Él que es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo