No en balde entra en sintonía con la idea de modernidad y vanguardia litúrgica que hace del santuario un microcosmos perfecto, capaz de plasmar y responder fielmente al espíritu cristológico y cristocéntrico del Humanismo del XVI.

Desde 1579 a 1859 la construcción del Tabernáculo de la Capilla Mayor escribió la historia de una utopía estética, cuyos capítulos llenaron nombres sobresalientes de la arquitectura española. Tras un sinfín de proyectos e intentos fallidos, en 1853 la Academia de San Fernando seleccionaba la propuesta de Francisco Enríquez Ferrer, inspirada en la traza dada por Domingo Tomás en 1790 para el Tabernáculo de la parroquia granadina de San Pedro y San Pablo.

De elegantísimo alzado, el monumento adopta planta cruciforme rematada en esbelta cúpula semiesférica y cuatro fachadas de escaso relieve escoltadas por columnas compuestas con cabezas de querubín, entablamento y frontón triangular. Ángeles con candeleros y la Fe aportan el complemento iconográfico. El conjunto se muestra inacabado al carecer todavía de los motivos ornamentales en metal dorado incluidos en el diseño original.

Por Juan A. Sánchez López