NoticiaSantos «La santidad no está hecha de actos heroicos sino de mucho amor cotidiano» Francisco durante el congreso "La santidad hoy" organizado por el Dicasterio de las Causas de los Santos // Vatican Media Publicado: 30/10/2023: 8566 Santos El 1 de noviembre se celebra Día el de Todos los Santos y, un día más tarde, la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos; unas fechas en las que los cementerios de toda la provincia se llenan de flores para honrar a que aquellos que ya no están. Entre ellos, muchos santos que, como nos recuerda Francisco, «interceden por nosotros como hermanos y hermanas mayores que han pasado por nuestra misma aventura humana». Este miércoles se conmemora a todos los santos, conocidos y desconocidos; a los que están en los altares y a los que no lo están. En una plaza de San Pedro abarrotada de fieles durante la canonización de diez beatos, entre los que se encontraba Carlos de Foucauld, cuya obra está muy presente en la Diócesis de Málaga, el papa Francisco afirmaba que «la santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano. Cada uno de nosotros, podemos amar al otro como Cristo nos ha amado. Es tan simple el camino de la santidad». Cuando quedan pocos días para que celebremos la festividad de Todos los Santos, nos acercamos a la santidad de la mano del sucesor de Pedro. El Papa afirmó, durante la reciente proclamación de diez nuevos santos, que «somos nosotros los que lo complicamos. El Señor, dijo, tiene un proyecto de amor para cada uno, tiene un sueño para nuestras vidas». En la Exhortación Apostólica sobre la Llamada a la Santidad en el Mundo Actual, Gaudete et exsultate, Francisco anima a no tener miedo «de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser». Y continúa el Pontífice: «pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar». La santidad hoy Hace justo un año, tuvo lugar en el Vaticano un congreso para reflexionar sobre la santidad organizado por el Dicasterio de las Causas de los Santos, bajo el título “La santidad hoy”. Durante el mismo, el Papa hizo referencia a la importancia del sentido del humor, al que le dedicó un capítulo en la Gaudete et exsultate: «se solía decir que “un santo triste es un triste santo”. Eso es saber gozar de la vida con sentido del humor, ya que quedarnos con la parte de la existencia que nos hace reír aligera el alma. Y hay una oración que les aconsejo rezar —yo desde hace más de 40 años la rezo todos los días—, está atribuida a santo Tomás Moro. Es curioso que lo que él está pidiendo es para la santidad, pero empieza así: “Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir”». Y continúa: “Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por esa cosa tan dominante que se llama yo. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea”. Son numerosas las ocasiones en las que Francisco habla de los “santos de la puerta de al lado” y en esta exhortación afirma que le «gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”».