DiócesisHomilías Ordenación de diáconos permanentes (Catedral de Málaga) Ordenación de tres diáconos permanentes en la Catedral de Málaga Publicado: 19/10/2019: 8929 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la ordenación de diáconos permanentes en la Catedral de Málaga, el 19 de octubre de 2019. ORDENACIÓN DE DIÁCONOS PERMANENTES (Catedral-Málaga, 19 octubre 2019) Lecturas: Rm 4,13.16-18; Sal 104,6-9.42-43; Lc 12,8-12. 1.- La fe, esperanza cierta Según la carta de san Pablo a los Romanos Abrahán recibió la promesa de la descendencia gracias a la fe: «En efecto, no por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero del mundo» (Rm 4,13). La promesa está asegurada por Dios, a quien le acoge en la propia vida y cree en él, porque es «Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe» (Rm 4,17). Se trata de aceptar la fe como don y como gracia (cf. Rm 4,16). Abrahán supo esperar y creer en la promesa, a pesar de tener las circunstancias en su contra: «Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos» (Rm 4,18). Necesitamos vivir de esperanza y fortalecer la fe, para poder ser testigos del Evangelio en esta sociedad, donde se quieren resultados a corto plazo y se buscan soluciones inmediatas. Mientras que la fe y la esperanza cristiana nos proponen metas a muy largo plazo, hasta la vida eterna. 2.- Llamados por Dios para el servicio Queridos candidatos al diaconado permanente, José-Antonio, Agustín y Salvador, habéis sido llamados por Dios para ejercer el ministerio diaconal. No ha sido una decisión vuestra inicial, sino una respuesta a la llamada de Dios. Deseo agradecer vuestra respuesta, vuestra disponibilidad y generosidad; y también agradecer el apoyo de vuestras esposas. Ambos tenéis que bregar en la misma barca, cada uno con su misión propia. El ejemplo de Abrahán nos anima a esperar en el Señor y a fiarnos de él, porque estamos en sus manos. Tal vez nuestros planes no coinciden con los suyos; es posible que tampoco acabemos de fiarnos del modo en que Dios nos invita a participar en su servicio. A veces la manera en que Dios nos pide el servicio no es la misma en que habíamos soñado. Pero la fe nos permite aceptar la llamada de Dios, aceptar la alianza de amor que Dios nos ofrece. La fe es como el anillo nupcial, que une en alianza a Dios y al hombre. Ya sabéis que en italiano el anillo nupcial se llama “fe” (fede). 3.- La purificación de la fe La fe, como dice san Pedro, debe purificarse en el crisol al igual que el oro (cf. 1 Pe 1,7). El crisol de la fe es el amor y el sufrimiento. Cristo asumió el sufrimiento y la cruz; ese es el crisol de la fe. Por amor se aguanta todo, se perdona todo, se cree todo, se espera todo, como dice el himno a la caridad (cf. 1 Co 13,4-6). Vuestro servicio diaconal será instrumento de purificación de vuestra fe, de vuestro amor y de vuestra esperanza. El papa Francisco repite muchas veces que el ministerio eclesial no es un honor, sino un servicio. En su Mensaje para el “Domund” de este año: “La fe en Jesucristo nos da la dimensión justa de todas las cosas haciéndonos ver el mundo con los ojos y el corazón de Dios; la esperanza nos abre a los horizontes eternos de la vida divina de la que participamos verdaderamente; la caridad, que pregustamos en los sacramentos y en el amor fraterno, nos conduce hasta los confines de la tierra (cf. Mi 5,3; Mt 28,19; Hch 1,8; Rm 10,18)”. Nuestra vida y nuestro servicio eclesial, contemplado desde Dios, alcanza un sentido más profundo. Este sentido eclesial y el servicio a la Iglesia no es solo propio de los diáconos, de los presbíteros o de los obispos, sino de todo fiel cristiano. De ese modo vamos purificando también nuestra imagen de Dios y nuestra relación con él mediante la oración y la meditación de su Palabra. Necesitamos purificar nuestra imagen de Dios, que hemos heredado de estereotipos, de costumbres, de ciertas formas de piedad popular. Hemos de ir purificando también nuestro amor a Dios y a los demás. 4.- Celebración del Domingo de las Misiones (DOMUND) El lema de la Jornada de las Misiones coincide en este año con el título del Mes Extraordinario Misionero en este mes de octubre: Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo. Queridos candidatos al ministerio diaconal, habéis sido bautizados y sois enviados. El papa Francisco nos recuerda en su Mensaje que “la celebración de este mes nos ayudará en primer lugar a volver a encontrar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo, fe que hemos recibido gratuitamente como un don en el bautismo” (Mensaje para la Jornada Mundial de Misiones 2019, Vaticano, 9 junio 2019). Al haber recibido gratuitamente el don de la fe, estamos llamados a compartirla gratuitamente (cf. Mt 10,8), porque Dios quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4; 3,15). Somos miembros de una Iglesia misionera por vocación. Todo cristiano y de modo especial vosotros, candidatos al ministerio diaconal, estáis llamados a proclamar el Evangelio a toda creatura (cf. Mt 28,19-20). Somos bautizados en Cristo y enviados a los hermanos, para anunciar la Buena Nueva de la salvación. 5.- El testimonio ante los hombres El evangelio de Lucas nos ha recordado las palabras de Jesús: «Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios» (Lc 12,8). Para ello es necesario tener valentía y profesar con ardor la fe y vivir el amor. Sin embargo, Jesús nos advierte del riesgo de negarle ante los hombres: «Pero si uno me niega ante los hombres, será negado ante los ángeles de Dios» (Lc 12,9). Por miedo, por cobardía, por comodidad, por el qué dirán todos tenemos la tentación de negarle ante los hombres. Por eso hemos de pedir al Señor su fuerza y su gracia, para ser fieles a la misión que nos ha confiado como misioneros de su Evangelio. En las diversas circunstancias de la vida siempre tendremos la asistencia del Espíritu Santo, porque, como ha dicho el Señor: «Os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir» (Lc 12,12). Confiemos en Dios para llevar adelante la misión que nos confía como evangelizadores y misioneros. Eso es lo que os pide la Iglesia a los candidatos al diaconado permanente al confiaros este ministerio. La Iglesia de Málaga se regocija por el regalo de estos tres nuevos diáconos; sois un regalo para la comunidad cristiana. Pedimos a la Santísima Virgen María, bajo la advocación de la Victoria, que nos acompañe en nuestro testimonio misionero y que nos ayude a ser valientes testigos de la fe. Amén. 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