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El verano, una oportunidad para la lectura

Publicado: 06/08/2013: 1432

Tradicionalmente se vincula el verano a una mayor actividad lectora, por aquello de que se dispone de más tiempo libre. Convendría, no obstante, dejar claro que, al menos para quien suscribe, la lectura no es tanto una actividad de ocio sino una manera de estar en el mundo, y por tanto de conocerlo, comprenderlo y compartirlo.

Por más que, como cualquier otra expresión cultural, la literatura deba pagar sus peajes de mercado, escribir constituye un acto de generosidad (un darse, en el sentido acuñado por Claudio Rodríguez) y leer representa, en consecuencia, una recepción de cuanto el escritor entrega en iguales condiciones de libertad. 

Lo más importante, no obstante, es considerar que cuando alguien abre un libro también da mucho de sí mismo, igualmente dentro de un proverbial sentido de la generosidad. En el íntimo acto de la lectura se produce por tanto una fraternidad irrepetible entre el escritor y el lector, superados los límites del tiempo y el espacio, hasta abordar una amistad exenta de traiciones y estigmas, y desde luego duradera hasta mucho más allá de la última línea. 

Borges aseguraba sentirse mucho más orgulloso de los libros que había leído que de los libros que había escrito, y al hacerlo estaba hablando de sus amigos, de los suyos, de ésos por cuyo testimonio uno se siente, en el pleno sentido de la palabra, orgulloso. 

De modo que sí, bienvenido sea el verano como oportunidad para la lectura; pero mucho más como puerta a una amistad que habrá de labrarse con igual intensidad en las abrigadas noches de otoño e invierno, así como en la sonrojante primavera. 

En cuanto a posibles recomendaciones, nada mejor que comenzar por el propio Jorge Luis Borges, cuya obra sigue reeditándose gracias al empeño de Random House Mondadori dentro de su colección Debolsillo. En las últimas semanas han aparecido tres volúmenes a precios módicos de obligada lectura: los Cuentos completos, la Poesía completa y la Miscelánea, con todo el aparato crítico borgiano en un solo tomo. Sus páginas encierran la fascinación por la fantasía, la descripción del hombre como sujeto imaginario desde los mismos albores de la civilización, el laberinto, el pensamiento, la connotación mágica de la palabra escrita, la constatación de que ser es crear. Siguiendo con los últimos grandes clásicos de la Historia de la Literatura Universal, es una pasión personal la que me lleva a recomendarles encarecidamente La muerte de Iván Illich de León Tolstoi en la nueva edición ilustrada del sello Nórdica, tan hermosa en su acabado como imborrable en la huella que deja tras su lectura. Otra de las editoriales que han contribuido en los últimos años ha ampliar el catálogo a disposición del lector español de manera exponencial es Impedimenta, y entre sus propuestas recientes cabe destacar dos: La soledad del corredor de fondo de Alan Sillitoe, ejemplo descarnado y directo del mejor realismo del siglo XX; y, en un registro muy distinto, aunque también dentro de la literatura inglesa, Inocencia, la bellísima novela de Penelope Fitzgerald. Si prefieren la literatura española contemporánea, no se pierdan Adriático de Eva Díaz Pérez (último Premio Málaga de Novela). En cuanto a la poesia, apuntaré tres ediciones recientes de Obras completas de tres autores incontestables: Emily Dickinson (Amargord), Anne Sexton (Linteo) y Blas de Otero (Galaxia Gutenberg). Aunque nadie debería dejar de leer el último libro de Antonio Gamoneda, Canción errónea, publicado por Tusquets y conmovedor hasta las lágrimas. Añadan ahora su propio canon. Y lean. Sean felices.

Autor: Pablo Bujalance

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