NoticiaColaboración Presentación del Señor, día de la vida consagrada Publicado: 01/02/2013: 2726 Carta abierta del vicario para la Vida Consagrada San Lucas en las narraciones de la infancia del Señor nos dice: “Y, cuando llegó el día de su purificación, de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito será consagrado al Señor” (Lc 2, 22-23). En el nuevo orden de la gracia la consagración al Señor es una ofrenda voluntaria y definitiva que, con la gracia de Dios, los religiosos consagrados ofrecen al Señor el día de sus votos religiosos. Por eso tiene un gran sentido que en la fiesta litúrgica de la Presentación de Jesús en el Templo se celebre en toda la Iglesia Católica el día de la Vida Consagrada. El lema de este año es: «La Vida Consagrada en el Año de la Fe. Signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo», expresión tomada de la carta apostólica Porta fidei n. 15. LA VIDA ENTERA “Los consagrados viven esta fe existencial, una fe que nace del encuentro con Dios en Jesucristo, de su amor, de la confianza en su persona, hasta involucrar la vida entera”. Teniendo “un magnífico programa para este Año de la Fe: renovar con entusiasmo la consagración, reavivar con alegría la comunión, testimoniar a Cristo resucitado en la misión evangelizadora” (Vicente Jiménez Zamora, Ob. de Santander, Presidente de la CEVC). A los cincuenta años del comienzo de Concilio Vaticano II es bueno recordar que el carisma de la vida consagrada es parte esencial de la Iglesia de Dios. El Concilio dedicó el Capítulo VI de la Constitución Apostólica Lumen Gentium a hablar de los consagrados en la Iglesia: el religioso o religiosa “por el bautismo había muerto al pecado y se había consagrado a Dios; ahora, para conseguir un fruto más abundante de la gracia bautismal trata de liberarse, por la profesión de los consejos evangélicos en la Iglesia, de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra más íntimamente al divino servicio” (LG n.44). La misión de los religiosos es, pues: - Liberarse de los impedimentos: de la riqueza por el voto de pobreza, del amor humano por el voto de virginidad y del amor propio por el voto de obediencia. - Consagrarse al servicio divino en la Iglesia. De esta forma, afirma el Concilio, los religiosos deben manifestar al pueblo de Dios en esta vida los bienes celestiales y “preanuncian la resurrección futura y la gloria del reino celestial” (LG n. 44). Podríamos traducir: la vida consagrada debe ser en este mundo un trasunto de la casa del Padre, donde no haya ni tuyo, ni mío, donde “los hombres y mujeres sean como los ángeles de Dios” (Mt 22, 30) y donde se cumpla siempre la voluntad del Padre, pues en esto consiste el voto de obediencia. Ciertamente vivimos un momento en la Iglesia española de escasez de vocaciones a la vida consagrada. Los Monasterios y las personas consagradas que trabajan en las diversas Instituciones de religiosos de vida activa van envejeciendo, se van cerrando algunas obras, cuando parece que las necesidades son más apremiantes y la mies es más abundante que nunca; todos tenemos la obligación, una vez más, de pedir al dueño de la mies que mande operarios a su mies. (Lc 10, 2). Autor: Ignacio Núñez de Castro sj, vicario episcopal para