DiócesisHomilías Clausura de la visita pastoral al arciprestazgo de Santa María de la Victoria (Catedral-Málaga) Publicado: 15/06/2012: 1846 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la clausura de la visita pastoral al arciprestazgo de Santa María de la Victoria (Catedral-Málaga) el 15 de junio de 2012. CLAUSURA DE LA VISITA PASTORAL AL ARCIPRESTAZGO DE SANTA MARÍA DE LA VICTORIA (Catedral-Málaga, 15 junio 2012) Lecturas: Os 11, 1b-3-4.8-9; Sal: Is 12, 2-6; Ef 3, 8-12.14-19; Jn 19, 31-37. (Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús) 1.- Amor eterno de Dios por su pueblo Estimados sacerdotes del Arciprestazgo de Santa María de la Victoria y queridos fieles. En esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús queremos, como se nos ha dicho en la monición de entrada, dar gracias a Dios por haber podido realizar la Visita Pastoral a las diversas parroquias del Arciprestazgo. Dar gracias a Dios porque es Él el que nos da la vida, quien nos ha regalado la fe, es Él quien sigue dándonos su amor eterno y generoso. Esta solemnidad es precisamente un momento clave para poder meditar ese amor eterno de Dios a su Pueblo. En la primera lectura, el profeta Oseas, con una hermosa imagen, describe el amor entrañable de Dios por su pueblo Israel. Pero la realidad es que el pueblo abandonaba continuamente a Dios y rendía culto a los falsos dioses baales: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso» (Os 11, 2). Sin duda es una tentación que perfectamente podemos tener nosotros hoy. Cuanto más cariño y amor recibimos de Dios, la tentación de alejarnos de Él nos acecha. Al igual que en la actualidad, entonces tampoco la ternura de Dios se dejaba vencer y les ofrecía infinitas muestras de amor, tomándolos por los brazos y acariciándolos: «Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos» (Os 11, 3). «Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer» (Os 11, 4). Como una madre amorosa y cariñosa que cuida de su hijo, que se agacha para cogerlo tras una caída y lo alza hasta la altura de la mejilla para llenarlo de besos, Dios toma esos gestos de compasión y misericordia para demostrar su cercanía con el pueblo. El Señor es compasivo y tiene entrañas de misericordia; por eso perdona a su pueblo: «Mi corazón está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas» (Os 11, 8). Nosotros somos amados por Dios y nos lo manifiesta a través de un corazón humano, el corazón de Cristo traspasado en la cruz por una efectiva lanza y del que brota un manantial de gracia, amor y misericordia. 2.- El manantial divino del corazón de Cristo Pablo en su carta a los Efesios dice que: “le fue concedida la gracia de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo” (Cf. Ef 3, 8). El misterio escondido ha sido manifestado y expresado a través del corazón de Cristo; un corazón traspasado que ha derramado hasta la última gota de su sangre. Cuando el soldado con la lanza lo atravesó salió sangre y agua, no había nada más, toda su vida había sido entregada por nosotros. En el relato de la crucifixión del Señor muestra como los judíos, al tratarse del día de la “preparación” de la Pascua, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. «Al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 33-34). Juan, que vivió esta escena dio testimonio de ello: «el que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis» (Jn 19, 35). Eso ha ocurrido históricamente, eso es cierto. El testigo que lo vio nos lo cuenta. Pablo VI, reflexionando sobre la Solemnidad que celebramos decía: «Las inescrutables riquezas del Corazón de Cristo (cf. Ef 3, 8), brotadas del costado traspasado del Redentor divino en el momento en que, muriendo en la Cruz, reconcilió al género humano con el Padre celestial, han brillado con luz clarísima en estos últimos tiempos, gracias a los progresos del culto al Sagrado Corazón de Jesús, del cual han resultado unos frutos maravillosos en beneficio de la Iglesia» (Investigabiles divitias Christi). Hoy debemos ser nosotros quienes propaguemos esta devoción dando gracias a la generosidad y entrega del Señor. Del costado abierto de Cristo brotan las aguas que sanarán el mundo; como dice el papa Benedicto XVI aplicando al Corazón de Jesús la profecía de Ezequiel: «Y vi que las aguas fluían del lado derecho del templo, al mediodía del altar (...). Y vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro margen. Y me dijo: Esta agua (…) desembocan en el mar de las aguas salobres y lo sanearán» (Ez 47, 2-8). El sagrado Corazón de Cristo es fuente de agua viva: «El costado traspasado del Redentor es el manantial al que debemos recurrir para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo.» (Benedicto XVI: Carta al padre Kolvenbach, s.j., sobre el culto al Corazón de Jesús en el cincuenta aniversario de la encíclica “Haurietis aquas”, 15.05.2006). Este texto de Ezequiel, que cita el papa Benedicto XVI, podemos hacerlo nuestro hoy. Del Corazón de Cristo mana un manantial que baña a los demás corazones, que inunda esta sociedad y la sanea. Es el misterio del infinito amor misericordioso de Jesucristo por todos los hombres la esencia de la devoción a su Corazón. El amor de Dios-Padre se ha manifestado al mundo a través del Corazón de Cristo. El Hijo de Dios se ha encarnado en forma humana y ha tomado un corazón de hombre y, a través de él, podemos conocer cómo es el corazón de Dios-Padre. Si ese Corazón de Cristo que tanto nos ama, y lo ha expresado en la cruz, es fuente de vida y expresión de Dios-Padre y de Dios-Espíritu Santo, también a los cristianos, a cada uno de nosotros, se nos puede pedir que seamos expresión de ese amor ante los hombres. Hermanos, ¡seamos testigos del amor de Dios entre nuestros paisanos! Esforcémonos para que nuestro corazón pueda estar en sintonía con el Corazón de Cristo y sea expresión de ese amor de Dios; que podamos ser testigos de ese amor en este momento en el que no es fácil vivir la fe. Nunca ha sido fácil. 3.- Clausura de la Visita Pastoral al Arciprestazgo de Santa María de la Victoria En esta clausura de la Visita Pastoral, quiero animaros a todos los fieles del arciprestazgo a que os empapéis de la vida que mana de Cristo, de su Palabra, de su Pan, de su sangre derramada en la cruz, de su amor, de sus sentimientos. Ojalá tengamos los mismos sentimientos que Cristo: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp. 2,5). Cristo se encarnó, se anonadó, se hizo hombre, se rebajó, por eso Dios lo exaltó (cf. Flp. 2,6-11). Deseo agradecer a los sacerdotes del Arciprestazgo la entrega generosa en su tarea ministerial y la fidelidad al Señor en la misión que les ha sido encomendada, animando y dirigiendo las comunidades cristianas parroquiales. Y a vosotros, queridos fieles, os agradezco también vuestra presencia y colaboración que, junto con los sacerdotes, desempeñáis cada uno el trabajo asignado permaneciendo fieles en la tarea, construyendo la comunidad. Os animo a seguir potenciando las comunidades cristianas a las que pertenecéis, a ser verdaderos testigos del amor de Dios. Las parroquias deben ser como “focolares”, donde esté encendido el fuego del amor divino, que calienta y acoge a todos los que allí se acercan. ¡Que nosotros sepamos beber del manantial de Cristo; que sepamos sintonizar nuestro corazón con el suyo y ser verdaderos testigos de ese amor! La imagen del Corazón de Cristo traspasado por una lanza no es solo una imagen poética, sino una verdad histórica, es algo muy cierto. Pidámosle al Sagrado Corazón que también nuestros corazones sintonicen con el suyo, vivan en profundidad ese manantial de amor y de vida compartiéndolo con nuestros paisanos. Por último, también le pedimos a nuestra Patrona, la Virgen de la Victoria, que nos ayude a empaparnos de los sentimientos de Cristo y poder ser testigos de su amor en medio de una sociedad en la que en ocasiones se rechaza a Dios, mas nunca olvidemos que el amor lo puede todo. Dejemos que Dios transite el camino que lleva hasta nuestro corazón. Amén. 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