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Bautismo del Señor (Catedral-Málaga)

Publicado: 08/01/2012: 4388

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo del Bautismo del Señor en la Catedral de Málaga el 8 de enero de 2012.

BAUTISMO DEL SEÑOR
(Catedral-Málaga, 8 enero 2012)

Lecturas: Is 55, 1-11; Sal (Is 12, 2-6); 1 Jn 5, 1-9; Mc 1, 7-11. 

1.- Vinculación de esta fiesta con lo que hemos celebrado en los días de Navidad-Epifanía. 
Con el bautismo de Jesús toca a su fin el tiempo litúrgico de Navidad. Si la Natividad de Cristo es la manifestación de Dios en el ámbito humilde de Belén, y si la Epifanía es su manifestación a todos los pueblos, el Bautismo es la manifestación de la divinidad de Cristo. Todo esto lo encarna ese niño nacido en Belén, adorado después por los Magos; ése es el Hijo de Dios. El Evangelio de hoy nos narra cómo se oye una voz del cielo que proclama la condición divina de Jesús, que se encuentra en las aguas bautismales del Jordán. Jesús es reconocido y aceptado como Hijo de Dios: “Este es mi hijo” (cf. Mc 1, 11). Por tanto, en esta etapa final de la Navidad, esta fiesta del Bautismo de Jesús simboliza todo un proceso de auténtica revelación de Dios a los hombres. De hecho, podríamos afirmar que el Bautismo propiamente dicho es un eco o una continuación de la fiesta de Epifanía.
Hoy aquel Niño pequeño, nacido en Belén, se presenta como un hombre maduro que actúa y acepta la voluntad de su Padre Dios sobre Él; de ahí su auto revelación como Mesías, ungido por el Espíritu Santo.

2.- Signos que manifiestan la divinidad de Jesucristo
«Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él» (Mc 1, 9-10). 
El abrirse el cielo, que había quedado cerrado para la humanidad a raíz de su pecado, el descendimiento del Espíritu Santo sobre Jesús, son gestos que recuerdan la primera creación. La unción de Jesús como Mesías y la voz del Padre por la que se hace manifiesto que aquel hombre, aparentemente uno más, un pecador, porque el bautismo de Juan era de conversión y de perdón por los pecados, lejos de ser un hombre cualquiera, es nada más y nada menos que el Hijo predilecto de Dios.
Aparecen en esta escena unos signos de teofanía. El cielo anteriormente cerrado, ha quedado rasgado por la presencia de Dios. Para decirlo en otras palabras, la humanidad vuelve a tener la posibilidad de conectar con Dios, de volver a penetrar los cielos que antes estaban cerrados. La llave que ha abierto los cielos cerrados es la cruz de Cristo donde Él ha sido glorificado.
Todas las fiestas cristianas, ya sea el Nacimiento, la Epifanía o el Bautismo del Señor, hacen referencia a la redención de Jesucristo; hacen referencia a su muerte en la cruz y a su resurrección. Se trata de todo un misterio coherente que nosotros intentamos contemplar, meditar y rezar, para hacerlo nuestro desde perspectivas diversas, pero es un mismo misterio: Cristo que se encarna, que se hace hombre, Cristo que se auto inmola en el ara de la cruz por nosotros y por nuestra salvación para después resucitar.
El Bautismo de Jesús que hoy celebramos es la revelación solemne, la Epifanía esplendorosa pregonada por Juan.
«Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”» (Mc 1, 11). La liturgia de hoy nos invita a escuchar esa voz, la voz de Cristo, el Verbo, que revela el amor del Padre, el amor de la Trinidad.
Así nos expresaremos en las oraciones eucológicas de hoy. En la presentación de las ofrendas diremos: “En este día manifestaste a tu Hijo predilecto”, y al recitar el prefacio pronunciaremos estas palabras: “hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba entre nosotros”, y finalmente, después, en la Eucaristía, proclamaremos: “y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres reconociesen en él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres”. 

3.- El Bautismo es el fundamento de la llamada a la santidad
¿Qué es el Bautismo para nosotros, los cristianos? Es el fundamento del deber y del derecho a vivir el culto "en espíritu y en verdad". Es el fundamento de nuestra llamada a la santidad. Es el primer peldaño del proceso de iniciación cristiana, que debe crecer con el don efusivo del Espíritu, en la Confirmación, y también cuando nos sentamos por primera vez a la mesa del Señor, en la Eucaristía.
Hoy van a recibir las aguas bautismales a dos niñas: Mariam y Sabrina del Carmen. Felicitamos a los padres. Habéis recibido este regalo precioso de Dios en vuestras hijas. El Señor les ha regalado a vuestras hijas la vida natural, biológica. Entre el no existir y el existir hay una gran diferencia. Pero es que hoy va a haber otro regalo de una dimensión infinita y sobrenatural. Si ellas ya tienen la vida natural, la biológica, hoy, Dios quiere regalarles la vida divina, su propia vida, la vida sobrenatural. Van a recibir el don de ser hijas de Dios. Hasta ahora han sido hijas vuestras por naturaleza. A partir de ahora serán también hijas de Dios por bautismo y por adopción. Dios las adopta como hijas. ¡Qué regalo tan grande! A todos nos ha dado este regalo.
Hoy es un día apropiado para rememorar nuestro bautismo, para agradecérselo a Dios y también para renovar nuestro compromiso bautismal de vivir una vida nueva. Son varios los signos que veremos: la luz del cirio pascual de donde tomaréis la luz para vuestras hijas, el agua, la unción con el crisma. En fin, hay una serie de signos que manifiestan que Dios quiere obrar en vuestras hijas. Por tanto, van a tener, a partir de ahora, una vida nueva.

4.- Nueva vida y renacimiento en Cristo
«Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser ama también al que ha nacido de él» (1 Jn 5, 1). Hoy se les regalará a vuestras hijas las tres virtudes teologales: la fe, simbolizada por la luz del cirio pascual, la esperanza cristiana y la caridad o el amor. A partir de ahora ellas podrán vivir estas tres virtudes teologales que ponen en sintonía con el Señor. Creerán en Dios, su Padre, vivirán la esperanza de una vida eterna y no sólo de una vida temporal, y serán capaces de amar porque previamente han sido amadas por vosotros y por el mismo Señor Jesucristo.
«En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (1 Jn 5, 2). 

5.- Nueva vida del bautizado, regalo de amor de Dios al hombre
Es toda una vida sobrenatural que hoy se les regala. ¡Ojalá que seáis conscientes de la importancia que esto tiene! De esto hace eco el texto de Isaías que dice: «¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata, y sin pagar, vino y leche!» (Is 55, 1). ¿Quién no tiene sed de la felicidad? ¿Quién no busca sediento el amor? ¿Quién no está sediento de cariño?
Muchas veces los hombres gastamos mucho en cosas que no hartan, en comidas que no sacian, en bebidas que no apagan la sed, porque son productos caducos del hombre que no llenan el alma. 
El profeta nos invita a acudir a otras fuentes, a otros banquetes y repite: «¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosas buenas, y disfrutaréis con algo sustancioso» (Is 55, 2). 
    Invitad a vuestras hijas a beber de esa fuente, de ese manantial de agua viva que es Cristo, y en su debido tiempo, a participar del banquete eucarístico que es pan de vida eterna, que sí sacia respecto a otros alimentos que no sacian y que nos dejan iguales o peores que antes. Resulta que nos empeñamos en buscar esos alimentos caducos. Hoy se nos ofrece en la liturgia esta meditación, busquemos lo que sacia, lo que llena, lo que alimenta, lo que apaga la sed. Busquemos el Pan vivo bajado del cielo, Cristo. Escuchemos su Palabra, alimentémonos de su Palabra y de su cuerpo, bebamos de esas aguas vivas, como dijo Jesús en su diálogo con la samaritana: “Tú me pides agua del pozo, pero luego tendrás sed y tendrás que volver a pedirme que te vuelva a dar agua. ¡Si supieras lo que te ofrezco! Un manantial de agua viva que brota hasta la vida eterna.
Esta vida maravillosa que Jesús nos ofrece, queridas familias de Mariam y de Sabrina del Carmen, esta vida es la que debéis ofrecer a vuestras hijas. Vosotros sois los primeros educadores en la fe de vuestras hijas. No vale que dejéis a otros esta educación, no podéis renegar de ser los primeros educadores. Los demás, que os ayuden, la familia, los padrinos, la escuela católica o los cristianos que haya en ella. Ésta es vuestra tarea y no podéis renunciarla. 
Éste es el compromiso que hoy adquirís. Sois vosotros a quienes toca en primer lugar educar en esta fe de la Iglesia que hoy habéis pedido para ellas.
Os animo muy cordialmente a que lo viváis en primera persona y que lo trasmitáis después. No se puede trasmitir esta fe, no se puede ser testigo de esta fe si no se la vive. Hay que primero vivir en ella; hay que creer, esperar y amar, es decir, las tres virtudes teologales que hoy se les regalará a vuestras hijas.

6.- La Palabra de Dios, como lluvia que empapa y fecunda la tierra
Que sea esta vida sobrenatural que hoy se les regala como una lluvia que empapa la tierra. Así nos lo ha recordado Isaías: «Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer» (Is 55, 10), «así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié» (Is 55, 11). Que el don de la fe que hoy reciben vuestras hijas sea como esa lluvia que empape su vida y que las vaya trasformando poco a poco hasta la vida eterna.
    Todo esto se lo pedimos también a la Virgen Santísima, Santa María de la Victoria, nuestra patrona, que supo acoger a Jesús en su seno, pero que antes lo había acogido en la fe, lo amó y después pudo entregárnoslo. Fue la gran mujer de fe que nos regaló a su hijo. Pues que Ella os enseñe a ser madres y padres en la fe, en la esperanza y en el amor cristiano. Que así sea.
 

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