NoticiaLiturgia ALEJANDRO PÉREZ. Dios contagia Resucitado de Raúl Berzosa Publicado: 19/04/2020: 22031 ALEJANDRO PÉREZ VERDUGO. Misionero de la Misericordia Una vez ya lo intentaron pero no pudieron acabar con él. Una nueva alianza, un amor extremo, una nueva forma de vida, curaciones descontroladas, un perdón radical y una misericordia infinita. La Pascua nos recuerda el intento de la cruz de detener y acabar con un Dios que contagia misericordia. No solo no lo consiguieron, sino que se extendió rápidamente, hasta hoy, por los cinco continentes. Lo siguen intentando pero no pueden, porque la potencia de la resurrección es imparable. No nos abandonó entonces a nuestra suerte y no lo hará ahora. La Pascua judía fue el “paso” de Dios por las puertas de los israelitas para inmunizarlos y liberarlos de Egipto “porque es eterna su misericordia” (cf. Sal 135). Nuestra Pascua es el “paso” de Jesucristo de la muerte a la vida para contagiarnos una vida nueva y definitiva “porque es eterna su misericordia”. Y este domingo segundo de Pascua, desde el año 2000, fue designado por S. Juan Pablo II “Domingo de la Divina Misericordia”, inspirado en la visión de Sta. Faustina Kowalska, cuya vida tuvo un detonante inicial: la irradiante presencia de Cristo y su “divina misericordia” en la figura de un pobre que llamó una noche a la puerta de su convento porque tenía hambre. Ahora asistimos a una competición entre una crisis sanitaria y una crisis económica en un mundo donde muchos países tienen más miedo de morir de hambre que del coronavirus. No podemos desplazar a Dios por más que algunos lo intenten una y otra vez. Por eso a este virus “lo paramos unidos”… sí, pero “lo paramos con Dios”, porque, como dice el Papa Francisco, vamos en la misma barca y el timón lo maneja el “rostro visible de la misericordia de Dios”: Cristo. Su misericordia es el antídoto más certero para una humanidad enferma, no solo de coronavirus. Una misericordia que rehace la vida, las relaciones y sana al hombre desde dentro. Dios desde sus entrañas contagia misericordia. Así es Él y estos días tiene mucho “trabajo”. Dios abraza con su misericordia a toda la humanidad: acompaña al que está solo, sonríe con los niños y les proporciona un insospechado aguante, anima y comprende a los jóvenes, acaricia a los ancianos y los escucha en sus miedos, cuida del pobre, sostiene a los sanitarios y a los que están en la lucha directa, fortalece a los adultos, consuela a los que lloran y acoge a los que han muerto, ilumina a los científicos… y todo porque es eterna su misericordia y no nos abandona. Su misericordia desborda nuestros límites y no deja desamparado a quien muere solo en casa, o en una habitación de hospital, a quien se va sin unción, o sin viático, o sin perdón, a quien ha perdido la fe o el amor, a quien lo ha perdido todo, o a quien se ha desesperado y llora en una esquina de su hogar para que no lo vean… Dios nos sobrepasa y, ojalá, nos conceda y nos contagie “entrañas de misericordia ante toda miseria humana”. Si ya tuvo la última palabra sobre la muerte y la venció, no nos quepa la menor duda de que, por eso mismo, la última palabra sobre esta pandemia la tiene, porque es eterna su misericordia, Dios.