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Visita Pastoral a la Parroquia de El Salvador (Antequera)

Visita Pastoral a la parroquia de El Salvador, en Antequera
Publicado: 06/11/2022: 4289

Homilía del Sr. Obispo de Málaga durante la Visita Pastoral a la Parroquia de El Salvador de Antequera.

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE EL SALVADOR

(Antequera, 6 noviembre 2022)

Lecturas: 2 Mac 7, 1-2.9-14; Sal 16, 1.5-6.8.15; 2 Ts 2, 16 – 3,5; Lc 20, 27-38. (Domingo Ordinario XXXII-C)

1.- El testimonio valiente de los siete hermanos y su madre

En este domingo XXXII del Tiempo Ordinario el Señor nos plantea la creencia en la otra vida. Hemos escuchado el testimonio de los siete hermanos con su madre que, en tiempos de los macabeos, fueron capaces de entregar su vida. Murieron uno a uno detrás de otro delante de su madre. Todos fueron testigos de la resurrección, porque esperaban que después de la muerte había otra vida.

Uno de los siete hermanos, como hemos escuchado, le dice a quien le quitaba la vida: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna» (2 Mac 7, 9).

Esto ocurre mucho tiempo antes de que viniese Jesús al mundo. Los fariseos creían en la resurrección, mientras que el grupo de saduceos no creían en la resurrección.

También en nuestra sociedad se repite esta situación. Hay un grupo llamado de cristianos que creemos en la resurrección. Hay otro grupo que, no son creyentes, son ateos, que no creen en la resurrección y que piensan que todo queda aquí en la tierra. Esto tiene sus consecuencias, lógicamente.

2.- Creer en la otra vida

No resulta fácil para todos creer en la otra vida. Unos viven tan bien que difícilmente pueden imaginar otra vida mejor, pues van buscando la felicidad aquí; aunque nunca la encuentran, porque el ser humano está llamado para compartir la vida con Dios. Por tanto, los goces, los placeres, las felicidades de esta vida no llenan satisfactoriamente el corazón humano, más bien lo dejan vacío, se quedan con más ganas. Estamos llamados a la eternidad.

Los creyentes confesamos otra vida: la eterna. Pero al decir otra vida, a veces, pensamos que esa vida solo se obtiene y se vive después de cruzar el umbral de la muerte temporal. Y no pensamos que, entre la otra vida y ésta, entre lo eterno y lo temporal ha habido ya una unión.

¿Quién ha venido desde la eternidad a la temporalidad? Jesucristo. Él es la Palabra eterna, el Verbo eterno, el Hijo eterno de Dios. Ese Hijo eterno se ha encarnado en la historia, ha entrado en el tiempo.

3.- La vida temporal y la eterna

Nosotros vivimos en las dos coordenadas de tiempo y espacio; vivimos en un año concreto y en un espacio concreto. No podemos vivir simultáneamente en dos años, ni estar simultáneamente en dos lugares geográficos. Parece una perogrullada, pero es importante que nos demos cuenta de que el ser humano vive en la temporalidad y en la espacialidad.

Pero Cristo, el eterno Hijo de Dios ha entrado, se ha hecho hombre en la historia con nosotros. Y, por tanto, ha roto el límite que había establecido entre lo eterno y lo temporal. Ahora resulta que la otra vida, la vida eterna, en prenda, en anticipo, no de manera plena ya está aquí. Es decir, por la fe, por el amor y por la esperanza, –que son las tres virtudes teologales–, podemos gozar ya, ahora en el tiempo, en esta vida temporal, de la otra vida, de la vida eterna. Eso es lo que nos regala la creencia en Dios, que nos regaló estas tres virtudes teologales en el bautismo. Por fe, esperanza y caridad nosotros ya somos eternos, porque nos ha hecho eterno el Hijo de Dios que es eterno.

4.- Llamados a la eternidad

A pesar de nuestra limitación hay como una puerta abierta en el cielo que comunica cielo y tierra, que es el Pontífice, el Puente, que es Jesucristo. El Dios-Hombre ha venido y ha unido los dos mundos.

Esto es esencial en nuestra fe cristiana. Mucha gente no quiere creer porque sus dioses no están allá, están aquí. El dios de buscar la felicidad donde a veces no está, el dios del poder, el dios de la fama, el dios del bienestar, el dios de... Todo eso se busca aquí, pero aquí no hay nadie que lo encuentre de manera plena, nadie.

Los cristianos podemos ser testigos de que existe mayor felicidad, mayor gozo, mayor bien viviendo como creyentes que esperan en la otra vida, que confían en las manos de Dios.

5.- Oración por los difuntos

El día dos de noviembre celebramos la conmemoración de los fieles difuntos. Ayer estuvimos en el cementerio de aquí, de Antequera, de la parroquia de Santiago Apóstol y estuvimos rezando por todos los fieles difuntos, por los vuestros también; tanto por los que están enterrados allí, como los que no están allí enterrados.

Rezamos por todos los fieles difuntos. Tuvimos una celebración de la Palabra hermosa y esa celebración tenía dos objetivos: primero rezar por los difuntos, que es un obsequio que hacemos a ellos, es un regalo. Cuando uno reza por otro es un regalo que le hace. Cuando rezamos por nuestros familiares, por nuestros enfermos, por nuestros amigos les estamos regalando una oración, es acordarte de ellos, pero es interceder por ellos. Y, en segundo lugar, esa celebración y esa oración por los difuntos es una confesión de fe, un testimonio público de que creemos en la otra vida.

6.- La fe en la vida eterna

El Señor hoy nos invita a que reforcemos nuestra creencia en la otra vida, en la vida eterna que ya se ha hecho presente gracias a la resurrección de Jesucristo.

En la otra vida nos encontramos con la presencia de Dios. Ahora la presencia es sacramental. Nos encontramos con Jesús a través de su palabra, a través del sacramento de la eucaristía, que es sacramento de presencia real de Jesucristo. Cuando atravesemos la puerta de la otra vida, después de la muerte temporal, no nos encontraremos con Jesús de manera sacramental, sino de manera plena. Ya no lo veremos a través de mediaciones, a través de un espejo. Lo veremos cara a cara.

El salmo que hemos cantando dice una frase que es preciosa. El salmista afirma: «Yo con mi apelación vengo a tu presencia» (Sal 16, 15). Hoy hemos venido a la presencia del Señor, a la presencia sacramental. Y continúa diciendo el salmista: «Y al despertar me saciaré de tu semblante» (Sal 16, 15). Al despertar, cuando muera, en la otra vida me encontraré rostro a rostro con el Señor.

Cuando una persona ama a otra, ¿qué es lo que más quiere?, ¿estar lejos?, ¿no verla? ¿Qué es lo que más desea? Estar con ella. Cuando se ama a una persona el mejor regalo es estar con ella, contemplarla, hablar.

Nosotros, como el salmista, cuando despertemos de la dormición de la muerte temporal nos encontraremos delante del rostro que más nos ha amado, el rostro de Cristo, que es el rostro de la misericordia de Dios, el rostro del amor de Dios. Entonces nos saciaremos, es decir, gozaremos de estar con Él para siempre.

«Y al despertar me saciaré de tu semblante» (Sal 16, 15). Esta frase podemos hacerla oración nuestra, porque nos ayudará a vivir mejor aquí, esperando ese encuentro definitivo, final, de presencia plena del Señor.

7.- Dios de vivos

Las lecturas de hoy nos dicen al final tres características sobre Dios. Dios no es un Dios de muertos, es un Dios de vivos. Por tanto, Dios es el Dios de la vida. De la vida porque resucita muertos, porque vive, porque Cristo venció a la muerte y resucitó.

En el evangelio se nos ha presentado el diálogo de los saduceos con Jesús sobre el caso de una mujer que se casó con los siete hermanos para dar descendencia, según la ley del levirato, pues la ley pedía que se diera descendencia a la mujer; de modo que si no le daba hijos el primer hermano tenía que ser el segundo y así sucesivamente (cf. Lc 20, 29-31).

Al final, ¿qué se pretende? Se pretende proyectar la vida, se pretende prolongarla.

Dios es un Dios de vivos, Dios es el Dios de la vida, que no se queda ni en la muerte ni en el pecado, que resucitó y nos resucita con Él.

8. Dios de la alegría y de la esperanza

Otra característica de Dios es que es el Dios de la alegría, porque si vence la muerte y vence el pecado, vence la razón de la tristeza del hombre. ¿Por qué lloramos fundamentalmente? Por la enfermedad, por la muerte de seres queridos, por las situaciones que nos producen dolor. Aunque a veces decimos que también se llora de alegría, pero eso es más bien unas risas.

Dios es el Dios de la alegría que ha trasformado nuestra existencia y nos ha llenado de su paz y de su alegría.

Además, Dios es el Dios de la esperanza. El cristiano tiene que vivir de la esperanza, porque si Dios ha resucitado a Jesús también nosotros seremos resucitados con Él.

Si se cree en la resurrección las tareas del mundo encuentran un nuevo sentido, porque están encaminadas a hacer presente el Reino de Dios en la tierra. Las tareas se hacen más ligeras, el fardo que nos toca llevar del trabajo, los sufrimientos, los dolores, la enfermedad, la muerte temporal se hace llevadero sabiendo que eso se quedará aquí, desaparecerá y seguiremos viviendo de una manera plena, luminosa, glorificada, resucitada.

9.- La Visita pastoral

Queridos fieles, la visita pastoral pretende que revisemos cómo vivimos la fe, cómo sabemos celebrarla, cómo profundizamos en la verdad revelada y cómo somos testigos en la sociedad de esta fe que celebramos aquí.

Esa es la doble pregunta que haremos después en la asamblea: ¿Cómo celebramos la fe y cómo somos testigos de la misma en esta sociedad que no es cristiana; que es pagana y está alejada de Dios? Los cristianos somos necesarios para poner un poco de luz en esta oscura sociedad, para poner un poco más de sabor. El Señor nos dijo que somos luz y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13-16). Hemos de poner sabor a esta vida, de lo contrario es muy amarga; poner felicidad y gozo a esta vida, si no es muy dolorosa.

Sois hombres y mujeres de Dios; sois hombres y mujeres de esperanza. La sociedad nos está pidiendo que le demos la esperanza que necesita. Si no hubiera cristianos estoy convencido que nuestra sociedad sería muchísimo peor.

Ánimo pues, y a vivir la fe con alegría, con esperanza y a ser transmisores de la misma. A ser testigos de esa resurrección a la que el Señor nos llama. Que así sea.

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