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El Modernismo

Historia de la Iglesia
Publicado: 04/06/2018: 12464

Uno de los objetivos fundamentales de los papas de fines del siglo XIX y de los comienzos del XX fue el de conservar incólume la doctrina católica, combatiendo toda clase de errores. Uno de ellos fue el llamado Modernismo, término que se presta a la confusión.

El Modernismo teológico se define como el intento de acomodar el mensaje cristiano a las exigencias del pensamiento y de la ciencia de los tiempos modernos. San Pío X lo definió en la encíclica “Pascendi” como un sistema filosófico-dogmático que deforma la esencia del cristianismo.

La crisis modernista afectó a un reducido número de intelectuales católicos, a un pequeño número de sacerdotes, a algunos teólogos y a un muy reducido grupo de laicos. La teoría modernista tiene un doble fundamento: el agnosticismo, que sostiene la incapacidad de la razón humana de llegar a Dios, y el inmanentismo (teología del sentimiento) que admite como único camino de llegar a Dios la vía de los afectos, sentimientos y experiencias místicas. El principio metodológico que rige al Modernismo es la ley de la “evolución”. Todo cambia: la fe, la moral, el dogma, el culto, la Iglesia. Nada hay permanente. El error más grave del Modernismo fue el de que al tratar de explicar la fe cristiana, con el fin de hacerla más aceptable a la mentalidad moderna, la vació de todo contenido sobrenatural.

El pensamiento modernista nunca se expuso de modo orgánico, sino en forma de artículos en revistas. No pretendieron los teólogos modernistas abandonar la Iglesia, sino reformarla desde dentro. Pero al aceptar los modernistas los postulados del Racionalismo, que descarta lo sobrenatural, el papa san Pío X se vio obligado a intervenir y lo hizo mediante dos documentos, ambos fechados en 1907: el decreto “Lamentabili” y la encíclica “Pascendi”. En ellos se condenan todo un conjunto de proposiciones modernistas, pues no puede aceptarse que el contenido de la revelación quede subordinado a los principios de la Ciencia. Revelación y Ciencia no se excluyen, ni se oponen, más bien se complementan.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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