NoticiaColaboración “Renovados en el espíritu de nuestros padres” Publicado: 10/12/2012: 1463 El 17 de diciembre se abre en Roma el Año Jubilar Trinitario, en el cual se conmemoran dos centenarios: el VIII de la muerte de san Juan de Mata (cuyos restos se encuentran en la Iglesia que consagrada en su mismo nombre en Salamanca) y el IV de la muerte de san Juan Bautista de la Concepción (cuyos restos se encuentran en la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Córdoba). Un artículo nos desvela el sentido de una celebración como ésta y los retos que los trinitarios deberíamos plantearnos a la luz de esta celebración. En nuestra diócesis la presencia de la Familia Trinitaria la encontramos en Málaga en las parroquias de Jesús Obrero y San Pío X dirigida por los Padres Trinitarios, presencia en el centro penitenciario de Alhaurín, Instituto de Educación Secundaria ‘Santísima Trinidad’ dirigido por las Hermanas Trinitarias de Madrid, así como en Antequera en la Parroquia Santísima Trinidad, Solidaridad Internacional Trinitaria (SIT) y fundación Prolibertas dirigidas por los Padres Trinitarios.- Sentidos y retos del Año Jubilar Trinitario Una orden religiosa tan antigua como la trinitaria celebra frecuentes aniversarios. Alguien decía recientemente, con su pizca de humor, que corremos el peligro de estar en un «centenario perpetuo». El peligro, a mi entender, es que las celebraciones de efemérides nos lleven a una exclusiva mirada hacia el pasado, quedándonos en complacencias de nuestra memoria colectiva. El pasado, más bien, debe ser motivo de inspiración y de valentía para mirar a nuestro presente, ubicándonos en él con conciencia renovada de nuestra vocación y con responsabilidad. San Juan de Mata y san Juan Bautista de la Concepción son dos figuras “fundamentalmente importantes” para los trinitarios. Son los “Padres” de la Orden. El primer desafío es conocerlos más y mejor. No faltan instrumentos válidos, de gran calidad, producidos en los últimos años, y que han supuesto un esfuerzo no indiferente para nuestra Orden, a nivel de biografías, espiritualidad e historia. Creo que todo trinitario debería hacer el propósito de aprovechar este Jubileo como un tiempo en que Dios le llama a sumergirse en la vida y obra de nuestros “Santos Juanes”, pues ellos son piedra angular de nuestra vocación trinitaria, y descubrir personalmente aquellos puntos que inciden vitalmente en el proyecto trinitario de hoy, en el que estamos implicados al 100% de nuestras posibilidades. A este respecto, y viendo que nuestros Padres son punto de referencia no sólo para los religiosos, sino también para laicos que de muchas formas se hallan vinculados a la Familia Trinitaria, echo en falta reflexiones sobre nuestros Santos Padres pensadas por laicos y hechas desde un carácter laical. No se trata de inventarse nada, sino de mirar a ambas figuras con ojos diferentes a los de los religiosos, y tratar de desentrañar algunas de las muchas posibilidades de inspiración que ellos ofrecen para todas las formas de vida cristiana. Que Juan de Mata sea compañero del cristiano en su vida familiar, en su oración, en su trabajo, en su economía, en sus relaciones con los demás. Que Juan Bautista, con su intensa aventura espiritual, pueda ser amigo de los amigos de Dios que viven en el ruido, las prisas, las ocupaciones y las preocupaciones, de forma que no se cansen nunca de buscar a Dios, de no apagar su voz que resuena en los hondones del alma, de descubrir constantemente la belleza y la bondad espléndida de la Santísima Trinidad como punto de partida de cada día, como motor primero de todo esfuerzo… Querer más a nuestros Padres. El conocimiento debe llevar al afecto. Necesitamos querer, más y mejor, a nuestros Padres. No celebramos a estos hombres del Medioevo y del Renacimiento como pudiera hacerlo un club de intelectuales hacia la memoria de Kant, de Napoleón o de Ramsés II. Son santos. Están vivos. Los cristianos hablamos con las personas como ellos, nos relacionamos con los santos. Los obsequiamos con pruebas de afecto, les contamos nuestras cosas, y estamos convencidos de que ellos interceden por nosotros, es decir, que hablan de nosotros a Dios, como nosotros hablamos a Dios de los demás, en misterio de comunión que nada ni nadie es capaz de impedir, pues estas cosas, para los cristianos, son tan naturales. Los trinitarios deberíamos sentir necesidad imperiosa de afecto hacia nuestros Juanes. Celebrar este Jubileo es una felicitación, un aplauso, un reunirse los hermanos con sus familias en torno a sus mayores en días especiales, para celebrar la vida que Dios nos dio por medio de ellos, para agradecer la alegría de vivir en esta Casa de la Trinidad donde Dios quiso que pasáramos nuestros días y nuestras noches. El conocimiento y el afecto deben llevar a la imitación. San Bernardo insistía en que este debe ser el punto más importante en la celebración de los santos. No se trata de que los trinitarios busquemos hacer las cosas que hicieron san Juan de Mata y san Juan Bautista de la Concepción (a Dios no le gustan las clonaciones) porque fueran ellos quienes las hicieron. Se trata de hacer las cosas que tenemos que hacer, hoy, según el estilo de ambos Padres de la Orden, para que nuestra vida tenga sabor, color, calidad y sustancia trinitaria. Se trata, en fin, de un Jubileo. Fundamentalmente es un tiempo de gracia que la Iglesia, en nombre de Dios, concede a sus hijos por un motivo especial. Es tiempo de pedir gracias, dones, a Dios; y Dios los concederá seguramente, pues Dios no es tacaño, sino muy generoso, y esa generosidad la ha demostrado mil veces a lo largo de la historia de nuestra Familia Trinitaria. No hay razones para creer que ahora no será así. Y en esto de las gracias y dones hay que dejar espacio para la sorpresa. Que Dios nos dé lo que más necesitemos. Mejor lo sabe él que nosotros. Un tiempo para volver al amor primero. La celebración de un Jubileo implica otra cosa: conversión. Conversión a Dios, para que haya auténtica conversión al hombre, al prójimo, al hermano. Nuestros Juanes fueron ante todo hombres de Dios, cristianos completos, personas que se dejaron transformar por Cristo y que no buscaron otra cosa en su vida sino el interés de Cristo. Es tiempo para que los trinitarios emprendan una peregrinación, de penitencia, de fiesta y de escucha, hacia Dios junto con Juan de Mata y Juan Bautista. Para volver al amor primero de cada uno de nosotros. Para escuchar las divinas palabras con atención a quien las dice, olvidándose de uno mismo. De esa conversión debe nacer un renovado entusiasmo por nuestra vocación trinitaria. Dios nos envía en medio del mundo, en comunidad, para estar peculiarmente atentos a quienes son los destinatarios de nuestra misión: los hombres y mujeres con los que compartimos nuestras vidas, en sus cautividades, en sus pobrezas, en las flaquezas, persecuciones y tentaciones que ponen en peligro su fe. Dios nos llama a ser compañeros de camino, humildes y pobres, amigos en el nombre de la Santa Trinidad, presencias de su bondad, mensajeros de sus palabras, manos de su misericordia redentora. Que este Jubileo nos vea más trinitarios, más unidos, más entusiasmados, más orantes, más esforzados. Que en este tiempo de crisis, nuestra esperanza anime a los decaídos, nuestro amor aliente a los deprimidos, que nuestra fe levante a los escarmentados. ¡Jubileo! ¡Tiempo precioso que Dios nos regala para devolvérselo lleno de obras buenas! ALIAGA ASENSIO, P o.ss.t. (2012) Trinidad y Liberación. Nº 12. Octubre/diciembre 2012. Pp. 22-23. Córdoba: Tecé. Accede al contenido íntegro de la revista. Autor: P. Aliaga Asensio, O.SS.T.