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Profesión solemne de una monja del monasterio de las Clarisas de Belén (Antequera)

Publicado: 19/09/2020: 10441

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga D. Jesús Catalá en la profesión solemne de una monja del Monasterio de las Clarisas de Belén, en Antequera, el 19 de septiembre de 2020.

PROFESIÓN SOLEMNE DE UNA MONJA

DEL MONASTERIO DE LAS CLARISAS DE BELÉN

(Antequera, 19 septiembre 2020)

 

Lecturas: Os 2,16.20-21; Sal 26,1-6; Flp 3,8-14; Mt 11,25-30.

 

1.- Desposorios con el Señor

El Señor ha llamado a nuestra hermana Elizabeth Mwikali Munyao a vivir los desposorios místicos con Él. Como ha dicho el profeta Oseas, te ha llevado al desierto del monasterio, te ha hablado al corazón (cf. Os 2,16). Él te ama como amor eterno y de predilección.

Te ha escogido para que seas su “esposa”: «Me desposaré contigo para siempre» (Os 2,21). Esos desposorios son para toda la vida y para toda la eternidad.

Es, además, un matrimonio basado en la justicia y el derecho; es decir, no es un simple capricho ni algo subjetivo, sino una realidad objetiva asentada sobre sólidos fundamentos, porque Dios es justo y obra con equidad. Dios lo es todo para el ser humano: su creador, su fundamento, su salvador y su fin; porque estamos llamados a vivir con Dios. La vida consagrada es una anticipación de la vida eterna.

Otra nota propia de este desposorio místico es la misericordia y la ternura (cf. Os 2,21). Dios es misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Dios tiene entrañas de misericordia y está lleno de ternura y de amor.

Con esas entrañas te conoce el Señor íntimamente hasta las profundidades de tu ser; y desea que tú le conozcas también (cf. Os 2,22), porque conocer implica amar (cf. Jn 17,26); cuanto más se conoce, más se ama. Conocer significa también gozar de la vida eterna, como dice Jesús: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

El Señor te ha desposado con gran amor de predilección para toda la vida y para toda la eternidad. Él espera de ti una respuesta coherente a su amor y a su llamada.

 

2.- Cristo es tu único tesoro

Querida Elizabeth, con la profesión solemne de los votos evangélicos en el monasterio eliges de manera libre y plena vivir la relación con Cristo Jesús como el único tesoro de tu vida, como dice san Pablo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,8).

Hoy haces entrega total de tu vida al Señor, de manera solemne y definitiva; no cabe que te vuelvas atrás. Todo lo demás no tiene valor para ti comparado con el amor de Cristo, quien ha cautivado tu voluntad, te ha enamorado y ha llenado tu corazón plenamente.

Nada ni nadie puede entrar ya dentro de tu corazón, porque está lleno del amor del Señor. Si algo o alguien entrara significaría que el corazón no estaba lleno. La única condición para llenar algo es que esté vacío; esto, que parece una perogrullada es básico y fundamental. Cuando nos sentimos vacíos en la vida intentamos llenarlas de muchas cosas, que pensamos son las mejores, pero a veces nos equivocamos en la elección. Lo mismo vale para amar a otra persona en el matrimonio. Es necesario que uno llene el corazón del otro.

Hoy damos gracias a Dios por este hermoso acontecimiento de la profesión solemne de Sor Elizabeth y le pedimos que la ayude en su consagración. El Señor te ha llamado desde toda la eternidad a ser su esposa fiel y te ha invitado a seguirle en la vida monástica. Desde siempre Él ha pensado en ti. Él quiere ser tu Maestro y te ha invitado a entrar en la escuela del discipulado, como la Virgen María. Ella era la Madre de Jesús y fue la primera y mejor discípula de su Hijo, entrando en la escuela del discipulado; su Hijo era su Maestro. En este caso, tu Esposo es tu Maestro.

Como ha dicho el Salmo responsorial, busca el rostro de tu Amado: «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor» (Sal 26,8). Esto se nos dice a cada uno de nosotros; se nos invita a buscar el rostro de Dios, que se puede encontrar a través de las obras creadas (cf. Sab 13,1-5), y de las personas, sobre todo de los más pobres y necesitados; para ello es necesario abrir los ojos de la fe.

 

3.- Profesión de los votos evangélicos

Estos desposorios se concretan, por tu parte, en la Profesión solemne de los votos de castidad, pobreza y obediencia en este Monasterio según la regla de las Hermanas Pobres de Santa Clara, confirmada por el papa Inocencio IV y por las Constituciones de esta Orden, aprobadas por la Sede Apostólica.

El don de la castidad, que Dios te concede como regalo, te permite amarle con un corazón indiviso y total (cf. 1 Co 7, 32-34), reflejo del amor trinitario. Cristo te desposa y te quiere totalmente para Él ¡Ámalo y déjate amar por Él! Deja que tu Esposo llene plenamente tu corazón.

Mediante la pobreza evangélica Dios se te ofrece como la única riqueza verdadera. Cristo nos dio ejemplo de pobreza, porque «siendo rico, se hizo pobre» (2 Co 8, 9), haciéndose hombre y nos enriqueció infinitamente. Vuestros santos fundadores, Francisco y Clara de Asís, adoptaron a la hermana pobreza como compañera permanente de su vida.

Y mediante la obediencia, vivida a imitación de Cristo que hacía siempre la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), podrás gozar de la verdadera libertad. La obediencia a Dios no es esclavitud, sino la entrega gozosa de la propia libertad, que queda enriquecida, transformada, elevada y transcendida.

La entrega de la propia libertad a otra persona en el matrimonio tampoco es esclavitud. Algunos jóvenes quieren vivir libres y no se quieren comprometer con nada ni con nadie; pero eso deja la vida vacía, porque la libertad no está para poseerla teóricamente, sino para ejercerla; y se ejerce libremente entregándose al otro.

“Obedecer” a Dios implica la escucha atenta de su Palabra, el Verbo hecho carne, que ilumina nuestra mente y enardece nuestro corazón. Podemos repetir con el Salmo: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (Sal 26,1).

 

4.- Los pequeños son los preferidos del Señor

El evangelio proclamado hoy nos presenta a Jesús dando gracias al Padre por haber revelado las cosas divinas a los pequeños (cf. Mt 11,25), escondiéndolas a los sabios y orgullos; a los que se creen llenos y no necesitan llenarse de nada, pero están llenos de su propio orgullo y soberbia.

Querida Elizabeth, hazte pequeña como la Virgen María. Ella acogió al Hijo de Dios primero en su alma y después en su seno de madre. Cristo desea habitar en tu corazón. ¡Acógelo con amor y ternura! ¡Corresponde al gran Amor suyo con tu amor de criatura, sabiéndote pequeña, como la Virgen y serás llenada del amor de Dios!

Pedimos a Dios que ilumine a Sor Isabel con su Luz y la fortalezca con los dones evangélicos, vividos en comunión fraterna.

We ask God to enlighten Sister Elizabeth with his Light and strengthen her with the evangelical gifts of chastity, poverty and obedience, lived in fraternal communion with the rest of the sisters of the monastic community. This is very important. And may the Blessed Virgin Mary protect this community of poor Clares. Amen.

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