NoticiaColaboración Jesucristo Superstar, una visión interpelante a la luz de la Pascua Publicado: 15/04/2020: 23001 Todos hemos escuchado alguna vez total o parcialmente el musical Jesucristo superstar y nos hemos sentido sacudidos por la belleza de sus melodías, lo frenético de sus ritmos y lo alocado de su atrezzo tan propio del inicio de los años setenta. Permítanme unas reflexiones viva voce que tienen la vocación de ayudar a modo de guía para la audición y que comparto bajo la forma de decálogo. 1. El autobús que lleva a la compañía (actores, bailarines...) abre y cierra la obra. Cuando llegan, se bajan del autobús con energía, deseosos de dar lo mejor de sí mismos en un espectáculo que antes de empezar es pura potencialidad e ilusión... y ellos son los protagonistas y los encargados de dar vida a esa nueva representación. 2. La música se convierte en cada escena del musical prácticamente en un agente que infunde un espíritu muy particular y característico a cada personaje y lo sumerge en sus respectivos roles acentuando sus notas definitorias más extremas. 3. No sólo Jesús sino todos los personajes secundarios (Magdalena, Judas, Herodes, Pilatos...) son modelados por la música, como si ésta fuera una especie de imaginero esculpiendo un grupo escultórico. Cada uno de ellos es caracterizado por un ritmo y una melodía. 4. El discurso de la despedida de Jesús tiene un trasfondo teológico al que la música se subordina para enfatizar e interpretar sus palabras confiriendo gran emotividad a la ya de por sí profundidad y dramatismo del texto. 5. La escena de Herodes nos permite entender cómo entiende y qué tipo de poder ve en Jesús y en la religión: sólo su lado de espectáculo y de manifestación pública. No le interesa nada más. 6. La expulsión del templo pone el acento sobre tres males que azotan nuestra sociedad: las drogas, que anulan a las personas; la prostitución, que comercia con ellas y las armas que aniquilan al género humano y a toda la creación. Y detrás de las tres, el dinero como móvil necesario y objetivo deseado. 7. La crucifixión se acompaña con un frenético y obsesivo crescendo en un evidente estilo rock que para repentinamente con la muerte de Jesús. 8. Paradójicamente, con la muerte de Jesús cambia el universo sonoro: desaparecen los ritmos y las armonías complejas. La música cambia y aparece una orquesta de cuerda con armonías dulces y consonantes con simples acordes de triada sin séptimas, novenas, disonancias... Solo al final del episodio aparecen los metales muy suaves con notas graves junto a una delicada y onírica flauta 9. Con la muerte de Jesús parecería que el espectáculo debía terminar y todos vuelven tal como habían llegado. Que los actores volviesen con la misma alegría que habían venido añadiendo a ésta la satisfacción de haber protagonizado una obra formidable. En cambio no. Ya nada parece un gran espectáculo. Los actores vuelven tristes y apesadumbrados al autobús... todos en silencio. Miran al subir al monte donde está la cruz. Los últimos actores son Magdalena y Judas... ¿y Jesús? ¡no está! 10. El actor que interpretaba Jesús no sube de vuelta al autobus. ¿Dónde está? ¿Lo habrán dejado colgado en la cruz? No. Las últimas imágenes de la película son del calvario con la cruz detrás de la que se pone el sol, que se ve como una fuente de luz desenfocada: la cruz es una luz que ilumina y un amor que calienta. La muerte de Jesús no son las tinieblas, sino la luz. Sobre la cruz no se ve ya el más mínimo rastro de cuerpo humano. El actor no está. La cruz está desnuda. Pero -y para esto es necesario ver una buena versión que tenga una alta definición- a medida que desaparece la luz con la puesta de sol, en la parte inferior de la pantalla se ve la sombra de un pastor que camina guiando su rebaño. Antonio del Pino, profesor de música en la Fundación Victoria