NoticiaComunicación Mi última lección de Teología D. Antonio Dorado muestra los primeros ejemplares de la revista "Diócesis" a san Juan Pablo II Publicado: 02/12/2016: 8309 Artículo de Juan Antonio Paredes, delegado diocesano de Medios de Comunicación desde 1996 a 2011 y fundador de DiócesisMálaga, ante el número 1.000 de dicha publicación. Hace unos años, en plena actividad pastoral, cayó en mis manos un libro que me dio que pensar: “Martes con mi viejo profesor”, de Mitch Albom. Relata la historia de Morrie, un profesor de Psicología Social, a quien le diagnostican la enfermedad ELA, una enfermedad degenerativa. Al terminar el curso, les propone a sus alumnos reunirse con ellos cada martes para explicar cómo va viviendo su proceso y hablar libremente de todo, desde su creciente debilidad. En cierta manera, me siento identificado con él, pues tras años de una trepidante actividad, aliviada por espacios diarios de silencio junto al sagrario, me he retirado a una aldea de los Montes de Toledo, donde quedamos unas doscientas personas, casi todas mayores. No hay médico, ni guardia civil, ni maestros, ni niños... Sólo nos queda el cura, un joven de 24 años que sonríe siempre. A las siete de la tarde se cierran todas las puertas y nos recogemos en las casas. Si necesitamos un médico, una medicina, una bombilla, un mecánico, un fontanero... tenemos que desplazarnosconelcoche. Y es aquí, en medio de un silencio habitado por Dios y su Palabra, donde he encontrado lo mejor de mí mismo. La gratitud, por la oportunidad que me dio el Señor de hablar de él “desde las azoteas” en la revista Diócesis, en Canal Sur, en la Universidad de Málaga y en Santa María Estrella de los Mares; la alegría de haber dedicado lo mejor de mi vida a hablar de Dios; la fe y la esperanza, que me llenan de nuevas energías cada mañana para proclamar que Dios sí existe y nos ama; la paz de vivir sin ambiciones y sin frustraciones; la serenidad interior que me invade cuando camino por el campo, dejando que mis sentidos se llenen de la vida... Pero no me he jubilado del todo, pues soy consciente de que estoy impartiendo mi última clase de Teología o predicando mi última homilía. ¿Cómo? Además de leer mucho y rezar, cada tarde toco las campanas a las seis para celebrar la santa Misa; o me entretengo en leer y comentar el evangelio con personas de mi edad, para dejar que cada uno pueda expresar cómo se siente y qué necesita. Otras veces, madrugo para llevar a alguien al médico o para ir a comprar lo que necesitamos. Y me dejo invitar a un vino, porque hay alguien que desea desahogarse. Es otra manera de predicar el Reino de Dios y de impartir misclasesdeTeología:vivirconlosmás necesitadosy a su servicio. Algo así como reunirnos “los martes con el viejo profesor”, para poder hablar de lo humano y lo divino, mientras la debilidad se apodera de nosotros en el camino hacia la Vida.