NoticiaPastoral penitenciaria Manuel Abenza, voluntario: «En prisión no hay solo malas personas» Publicado: 10/01/2014: 13844 Manuel Abenza tiene 74 años, está casado, es padre de cuatro hijas y abuelo de ocho nietos. Sin esperarlo, su vida cambió hace algo más de una década cuando empezó a acudir cada semana a la prisión de Alhaurín de la Torre como voluntario de la Pastoral Penitenciaria. Manuel confiesa que esta experiencia le ha enriquecido enormemente. Ya no puede pasar sin su visita de los sábados al centro penitenciario, donde atiende, escucha y consuela a los reclusos. «En prisión hay muchos hombres que se han equivocado, no todos son malas personas», asegura. Las visitas a prisión de los miembros de la Pastoral no se han interrumpido en Navidad. Todo lo contrario. Manuel, como sus compañeros voluntarios, es consciente de que estas fechas afectan al ánimo de los reclusos. Por eso, ha intentado redoblar su ya generosa dosis de afecto a los internos. «Cada año hacemos una Misa el día 24 de diciembre. Es la Misa del Gallo, pero la celebramos de día. En Navidad, los reclusos están en su rutina; nosotros les damos un poco de calor cuando vamos». Manuel se jubiló en el año 2002, un año después de integrarse en la Pastoral Penitenciaria. «Yo estaba en Cáritas, en la parroquia de San José de Fuengirola, y nos dijeron que hacían falta voluntarios para visitar la prisión. Así que tres compañeros nos pusimos de acuerdo e hicimos un cursillo en el que nos preparamos para entrar. En las primeras visitas estábamos un poco retraídos, pero enseguida nos hicimos al sitio. Una vez que conoces cómo funciona la prisión sientes que haces falta allí. Pienso seguir hasta que ya no me quede más remedio que retirarme». Durante 38 años, Manuel trabajó en el aeropuerto de Málaga, de telefonista y en las oficinas. Un grupo de empleados del aeródromo mantiene en la actualidad la tradición de comprar regalos para los hijos de las reclusas. Es Manuel quien se encarga de llevar estos presentes, primorosamente empaquetados y adornados, para las internas del centro penitenciario en el día de Reyes. «OFRECÍ MIS CALCETINES A UN RECLUSO DE LA PRISIÓN" El resto del año, cada sábado, llueva o luzca el sol, Manuel coge su coche, se sienta ante el volante y, junto a otros tres compañeros, pone rumbo a la prisión de Alhaurín, donde sabe que le esperan los reclusos. «A mí la prisión me da la vida –reconoce-. Yo algunas mañanas llego a Alhaurín bajo de forma, pero cuando veo aquéllas caras, con las que los reclusos parecen querer decirte que se mueren por darte un abrazo... eso te reconforta muchísimo». Los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria permanecen en prisión dos horas. Durante este tiempo, celebran la Palabra con los reclusos; rezan con ellos y les acompañan en paseos por el patio. Atienden sus necesidades. Les ayudan, en la medida de lo posible. «Hay muchos hombres que han entrado en prisión por haberse equivocado; pero no todos son malas personas», argumenta Manuel. Manuel recuerda escenas, muchas, que le han emocionado en sus visitas a la prisión. «El otro día llegué y uno de los reclusos, de unos sesenta años, no tenía calcetines. Yo le ofrecí los míos. Le dije que no me importaba volver a casa sin ellos, que los lavara y que se los quedara. Rápidamente, dos o tres compañeros les ofrecieron los suyos: “Nosotros tenemos calcetines”, le dijeron. El recluso lloraba. Y a mí me daba una pena verlo llorar... Otro día llegaron tres reclusos, creo que procedían de Egipto. No hablaban nuestro idioma ni tenían ni para un café. Nosotros le llevamos un cafelito. Y ¡qué cara de emoción pusieron cuando lo tomaron! Al ver su cara de alegría yo experimenté una alegría igual, o todavía mayor». Al volver a casa, Manuel siempre comparte estos momentos con su mujer, Maruchi, a la que conoció siendo muy joven gracias a su afán por ayudar a los demás. Nacido en Jumilla, Manuel llegó a Málaga para hacer el Servicio Militar. Recuerda que, cuando tenía tiempo libre, repartía alimentos entre los más necesitados. Maruchi hacía lo mismo. La generosidad que compartían les unió. Hoy, Maruchi se siente orgullosa de la labor que realiza su marido en la Pastoral Penitenciaria. Una labor que reconforta, siempre, el alma de Manuel: «Mientras tenga un poco de fuerza, seguiré allí. De allí salgo yo curado, muchas veces, de las muchas enfermedades que tengo. Por eso yo digo y repito que no lo voy a dejar, que voy a continuar allí». Para el año 2014, Manuel tiene claro cuál es su deseo: «Seguir estando con los reclusos de la prisión, porque a mí eso me da la vida». Autor: Ana Oñate @anatecam