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"Fala baixinho", cuento de un peregrino

Halcón peregrino. FOTO: CARLOS DELGADO
Publicado: 24/07/2020: 13261

Emilio Hidalgo nos regala esta pequeña historia de un pájaro ambicioso de volar hasta llegar al Campo de las Estrellas. Desde entonces lo llamaron el halcón peregrino.

Fue el último de los polluelos en abandonar el nido. Quizás su tamaño recortado y su debilidad de movimientos, fueran causa de abandono por sus progenitores y quedara al albur de desplegar sus ligeras alas para alcanzar las alturas sin ayuda, sólo con sus ansias de volar. A pesar de su condición de “patito feo” era conocedor de sus ancestros, su frondosa dinastía versada en hexámetros, sus poemas homéricos con épica desde Troya hasta Ítaca. Siempre en vanguardia de ejércitos espartanos y ser elemento principal en las cetrerías más celebradas. Su presencia imponía orden a tórtolas, buitres y demás rapaces: nada volaba a su alrededor sin su complacencia. De casta con el emblema halcón vector en su escudo, compitiendo con el águila bicéfala que Durero diseñó para la Monarquía de Carlos V y su antecesora el águila de San Juan que dio lustre a los Reyes Católicos. Ahora, una broma del destino lo ha expulsado del nido al borde del acantilado que lo vio nacer. Indiferente a su suerte, surca la cicatriz divisoria entre las orillas del Mediterráneo, donde las gaviotas, cigüeñas y golondrinas, aún dibujan arabescos en el Estrecho. Herido en su orgullo, cambió de ser ave rapiña a conquistador rapaz, consintió en volar y volar, migrando a lejanos horizontes hasta alcanzar el non plus ultra, en los albores de Finisterre.

Un día gris de primavera, al frescor del amanecer, nuestro protagonista aleteó sus flancos, y la angustia contenida, el sudor frío y las palpitaciones de su corazón, dieron paso a la alegría de la libertad, al mirar de frente la invitadora línea del horizonte que reclamaba su cercanía. Cortar el viento con la valentía de sus plumas y exhalar ansias de triunfos por conocer. Encumbró la cordillera  antequerana, buscando el Guadalquivir por tierras de moros antiguos, sultanas y romanos resucitados. Divisó Despeñaperros y oteó la tienda del Miramamolín, ajada por los bárbaros que fueron godos y ahora cristianos. Sobrevoló los campos de Castilla, aventando trigos sin miedo a gigantescos molinos y apacentando ovejas trashumantes. Descansó en los jardines del Moro, frente al Alcázar, rebautizado en mole blanca pastelera, y reanuda su aleteo, saluda a Santa Teresa y posa en las murallas de Ávila, reverencia a los toros de Guisando; gira hacia Salamanca donde le esperan San Juan de la Cruz y Fray Luis de León en sus pedestales y aguanta la bronca de Unamuno. Se baña en el Duero, rinde homenaje al cimborrio de la Catedral de Zamora y da la bienvenida a los Montes Gallegos.

Arrobado por una senda de aire favorable, asalta A Canda, el Padornelo, como diablo cojuelo piratea los tejados de la plaza mayor de Ourense,tras visitar el policromado Pórtico del Paraíso en su catedral. El final del viaje se acerca, aprieta el vuelo sobre el Monasterio de Oseira, A Laxe, Outeiro y, de repente, un cartel en una ventana anuncia “fala baixinho”, silenciosas calles de Trinidade, Hortas y Carretas. Está por encima de la Rúa do Vilar, cerca de la iglesia de San Fructuoso, arrabal de la plaza del Obradoiro. Sbrevuela Platerías, Quintana, Hospital de los Reyes Católicos; el cielo se enciende, la piedra mojada, brilla por insólita y, a la izquierda, la mole que es románica, barroca y saecula saeculorum, la Catedral donde el maestro Mateo elevó la piedra en filigrana de arte inmemorial. Torre da Berenguela, anuncia la llegada y el reloj marca la hora exacta.

La noticia corrió como la pólvora. Escaletas en las radios y televisiones, titulares en periódicos y revistas, sermones en los púlpitos de las iglesias, en todo espacio y lugar, se divulgó el inédito suceso. Hasta las meigas cuchichearon misterios. Para unos, una exageración, para otros, un milagro del Apóstol; desconcertados balbuceaban explicaciones inverosímiles. En vísperas del Año Jubilar, encontraron sobre el Arca de Plata, con las reliquias del Apóstol, unas ramas de olivo esparcidas sobre el santuario. Un anuncio de paz venerando el lugar. Más tarde, descubrieron un halcón en la base del sepulcro, de tamaño menor al de su especie, ave falconiforme gris azulada en su espalda, partes bajas de blanco barrado, cabeza y bigotera negras; las marcas y el plumaje atestiguaban el largo peregrinar que lo llevó a la muerte. Desde entonces, quedó acreditada su Compostela, suma de la credencial desde Andalucía, la Vía de la Plata y el Camino Mozárabe, según las gentes del lugar que otorgaron su condición de halcón peregrino. Falco Peregrinus, para la posteridad.

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