NoticiaSemana Santa Viernes Santo: La muerte no es el final Procesión del Santo Sepulcro // ÁLVARO CABRERA/DOSCONFOTOS Publicado: 17/04/2019: 16026 ¿Qué celebramos el Viernes Santo? La licenciada en Ciencias Religiosas Esperanza Sanabria profundiza en la celebración del Viernes Santo: «Rememorar en Viernes Santo la muerte del Señor nos debe llevar a dar sentido a toda muerte humana, ya que Él entrega su vida para nuestra salvación, muriendo como hombre, como uno de tantos, como uno por todos, con su sangre riega toda la tierra, vivificándola y limpiando todo pecado». Reflexiono sobre este momento impactante de la vida del Señor desde la experiencia cristiana que contempla, con esperanza, la Resurrección de Cristo y la promesa de nuestra propia resurrección. Mas la muerte no sólo no es el final, sino que ni siquiera es al final. Solemos pensar que la muerte de Cristo, al igual que la muerte de cualquier persona, se produce al final de sus días, cuando expira su último aliento. Si observamos con atención nuestra respiración, comprobaremos que, tras cada inspiración, en el movimiento respiratorio, hay una expiración; a la cual sucede, de nuevo, otra inspiración y así sucesivamente. El Aliento de Vida, el Espíritu Santo, sostiene cada vida mortal, instante a instante, aunque no seamos conscientes de ello. En cada respiración nacemos y morimos y volvemos a nacer y a morir, y así hasta nuestro último aliento. No respiramos sólo aire. Por eso podemos concluir que es el Espíritu Santo el que sostiene cada existencia humana y de ahí que Jesucristo, a la hora de morir, dijera a su Padre que le entregaba su espíritu. Una palabra tuya bastará Al igual que decimos en la liturgia: “Una palabra tuya bastará para sanarme”, podríamos decir: “Un aliento tuyo bastará para sostener mi vida”, sabiendo que toda la vida del Señor nos salva, no sólo durante los momentos cumbres de su Pasión, Muerte y Resurrección, sino que lo hace a cada instante, unido al Padre en el Espíritu Santo. Alguna consecuencia práctica de lo dicho sería que, por muy mal que esté una persona, ya sea física o psicológicamente, el Aliento de Vida la sostiene momento a momento, renovado a cada instante su vida mortal, por lo que la vida le viene dada por Dios, a quien corresponde poner el punto final. Por otro lado, según esta experiencia, el dolor y sufrimiento por la muerte de un ser querido no desembocará en un sufrimiento estéril o carente de sentido sino en la paz del que espera que la noche de la muerte conduzca a la aurora de la resurrección, primero la de Cristo como figura de la nuestra.