Cada Pentecostés se celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Con ello se recuerda la responsabilidad de los laicos en la vida y en la misión de la Iglesia. No se puede concebir la evangelización sin esta participación laical. Sobre todo, nos advierte el papa Francisco, no puede existir una verdadera evangelización si no hay «evangelizadores con Espíritu». San Juan XXIII oró para que hubiera «un nuevo Pentecostés» y el Espíritu indicó en el último Concilio el camino de una nueva etapa evangelizadora. El Espíritu Santo hace actual el acontecimiento de la Pascua y lleva hasta su plenitud la obra de Jesucristo. Para ello, el Espíritu sopla donde quiere; sin embargo, lo hace siempre en la misma dirección: la comunión y la misión. Ahora es tiempo de acoger con generosidad este impulso, superando las actitudes de clausura y particularismos y asumiendo gozosamente nuestra responsabilidad común de discípulos-misioneros. Aún está fresca en nuestras retinas la imagen del Papa en el Cenáculo, en Jerusalén. En la fiesta de Pentecostés, toda la Iglesia es invitada a revivir el acontecimiento del Cenáculo, para llegar a ser una Iglesia «en salida», bajo la acción del Espíritu. Dejando atrás los miedos, los primeros discípulos salieron y dieron valiente testimonio del Evangelio.