“Simple”, nos lo dice Mons. Villaplana, con esa sencillez y claridad, que parece que está en la Misa Pontifical, allá en el Rocío. Importante es que el Papa elija a Nuestra Madre en su templo de Almonte y a los que vamos, con ganas de volver más llenos de Ella. Mi experiencia me ha demostrado que el que va sin mucha fe, se lleva el pellizco y si ese novatillo vuelve: el pellizco se convierte en deseos de ir a mejor. 

Nuestro camino es un camino hacia la fe, y con la Señora que nos lleva a Jesús, a nuestro querido pastorcillo de este gran pedazo del pueblo andaluz. Llevar a nuestros amigos para que conozcan de cerca eso de “ser rociero” y para que muchos cristianos que se acercarán hasta la Reina de las Marismas, lo comprendan mejor. 

Queremos vivir con la gracia que nos concede la Blanca Paloma, con el amor al prójimo que nos enseña el Divino Pastorcillo. El Rocío, y el rociero, son alegría, solidaridad, fervor, entusiasmo por la vida y la fe. 

Alegrémonos, pues, del doble premio que nos traen estos meses venideros: Jubileo en Almonte y en el Rocío, Año de la fe.
Elevemos nuestras oraciones para que ambos eventos den el fruto que Benedicto XVI espera para toda la cristiandad.