Noticia Trabajo digno para una sociedad decente Publicado: 10/05/2014: 9200 El 11 de mayo celebramos el día de la HOAC bajo el lema “Trabajo digno para una sociedad decente”. Es un día de fiesta para todos nosotros pero, sobre todo, un día para el encuentro con el Señor y con nuestros hermanos, los más empobrecidos del mundo obrero. Queremos hacer patente, como Iglesia en medio de la sociedad, que es necesario seguir luchando por conseguir que los trabajos puedan ser realizados en condiciones de dignidad. Es por tanto un día para denunciar cómo el trabajo, en caso de tenerlo, debido a las condiciones laborales y culturales actuales, se ha convertido en un carga pesada; y que es necesario que aquellos hermanos nuestros que sufren la lacra del paro no pueden desarrollar su vida en dignidad. Una sociedad que sigue consintiendo esta falta de dignidad no es una sociedad decente. La persona humana, como criatura de Dios, está llamada a realizar su más alta vocación de comunión con Dios y a colaborar con el Padre, mediante su trabajo, en su obra creadora. El trabajolo entendemos como el modo en el que producimos bienes y servicios para satisfacer las necesidades de las personas. Desde nuestra visión cristiana del mismo lo percibimos, además, como el modo en el que colaboramos con Dios en la perfección del mundo. Tal y como nos lo recuerda el Concilio Vaticano II, el trabajo nos ayuda a conseguir el sustento para nosotros y para nuestras familias, para el bien común de toda la sociedad y para lograr la perfección de cada uno de nosotros; esa es la finalidad que subraya la Iglesia en su Magisterio cuando nos recuerda que la acumulación de bienes no puede ser la finalidad a la que dirija el hombre su trabajo; y supone responder a la llamada de Dios de habitar, pisar, dominar, la obra de sus manos (Salmo 8). En la actualidad, las condiciones sociales y laborares a las que tenemos que someternos impiden que podamos entender de este modo el trabajo. Las personas nos dignificamos mediante el trabajo pero, cuando falta, perdemos dicha posibilidad. El drama del paro es palpable entrenosotros: con casi 5 millones de parados es difícil sostener una sociedad mínimamente decente; Andalucía tiene un poco más de 1 millón de parados, uno de cada cinco parados españoles es andaluz. Pero lo peor que se nos augura es la existencia de un paro estructural, es decir, se nos dice que siempre tendremos que soportarmuchas personas sin trabajo. El papa Francisco nos lo recuerda de este modo: “El trabajo forma parte del plan de amor de Dios ¡nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación y de este modo participamos en la obra de creación! El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona”. A esta lacra del paro debemos añadir que, cuando se encuentra el trabajo, en muchos casos, es una tarea que esclaviza y que impide vivir una existencia en auténtica dignidad de hijos de Dios. “Cuántas personas, en todo el mundo, son víctimas de este tipo de esclavitud, en la que es la persona la que sirve al trabajo, mientras debe ser el trabajo el que brinde un servicio a las personas para que tengan dignidad” (Papa Francisco).En estos últimos tiempos estamos asistiendo a una serie de situaciones que hay que denunciar: la falta de seguridad de un empleo estable, la precariedad de los puestos de trabajo, el empobrecimiento de quienes pertenecemos al mundo obrero al mismo tiempo que se va aumentado la riqueza de quienes más tienen, la negación de los derechos que los trabajadores han ido consiguiendo a lo largo de estos últimos tiempos en las nuevas formas de contratación, la culpabilización, como en épocas anteriores, a los obreros y a quienes carecen de empleo de la pobreza en la que viven, y por último, el sometimiento a las leyes del mercado en el descuido de leyes sociales que busquen la integración y la supresión de las desigualdades que la misma organización del trabajo genera. Para poder superar esta situación sería necesario repensar a todos los niveles el sentido de ser persona desde una Antropología Cristiana que nos contempla como imagen y semejanza de Dios, llamados a colaborar en el dinamismo de la creación con el Padre. Desde dicha visión del hombre se impone repensar el sentido de la economía y la política, que no es otro que la consecución del bien común. Por ello es necesario que las empresas reformen sus modos y medios de producción sin caer en la lógica de los mercados, para posibilitar que el trabajo que realizan los obreros encuentre el sentido original que posee. Se debe: articular convenientemente el trabajo con el tiempo de descanso para que podamos construir la persona más allá de visión de producción y consumo; dar un salario justo que sirva para cubrir las necesidades de las personas y de sus familias; dar la oportunidad de participar en las decisiones de la propia empresa; y fomentar derechos sociales que atiendan a quienes más lo necesitan para evitar las actuales desigualdades sociales que existen. Encontramos necesario seguir reconociendo el valor de las asociaciones, sindicatos y partidos políticos como instrumentos válidos que fomentan condiciones justas para los trabajadores. Por ello debemos superar los prejuicios que subyacen en nosotros, ante la corrupción sindical y política -que no podemos negar y contra la que hay que luchar-, para participar en ellas y defender la humanización de nuestra actividad laboral. Nuestra lucha personal es necesaria por defender a la persona, pero es igualmente necesaria una lucha asociada. Para nosotros, como Iglesia presente en el mundo obrero, es importante anunciar un mensaje de esperanza a todas las personas e instituciones: es posible trabajar con dignidad para que nuestra sociedad sea decente. Nos sentimos llamados a anunciar a Jesucristo a nuestros compañeros y nuestras compañeras, a vivir desde la opción por la pobreza y por los más pobres que, en muchos casos son, como nos recordaba el Papa Benedicto XVI “el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano”. Queremos mirar el mundo desde ellos para comprometernos con ellos en desarrollar experiencias de comunión que hagan palpable que la caridad, como virtud cristiana, da frutos de justicia en todos nosotros. Desde aquí animaros a compartir con nosotros el día de celebración en la parroquia de Miraflores el día 11 de Mayo a partir de las 11:00 horas para celebrar juntos nuestra fe en el Señor, participar de los testimonios de quienes desde el mundo obrero están luchando ya por conseguir un trabajo digno y denunciar públicamente, en la un gesto en la Plaza Monseñor Rodrigo Bocanegra, las situaciones de indignidad a las que muchas veces somos sometidos. Como día festivo, no puede faltar la comida compartida como seña de nuestra fraternidad.