NoticiaCáritas Más de 200 niños disfrutan de las colonias urbanas de Melilla Niños en colonias urbanas de Cáritas Melilla Publicado: 11/07/2019: 8660 Cáritas Melilla celebra durante el mes de julio colonias urbanas gracias a la labor de un centenar de voluntarios. Esta iniciativa de Cáritas Melilla es una de las más consolidadas en nuestra diócesis, ya que se puso en marcha en los años 80 y, desde entonces, no ha hecho más que crecer. En esta ocasión, 207 niños organizados en dos turnos, van a tener la oportunidad de vivir una experiencia diferente que les permita conocer otra realidad social, pues todos proceden de familias con necesidades que reciben la ayuda y el acompañamiento de Cáritas. Como en años anteriores, también se suman a las colonias, jóvenes de los distintos centros de menores, como Divina Infantita o Gota de Leche. En la primera quincena del mes participan la mayor parte de los niños, 147, mientras en la segunda, corresponde el turno a otros 60. Un gran equipo compuesto por más de un centenar de voluntarios, pertenecientes a Cáritas de Melilla y los colegios de María Inmaculada y La Salle, se reparten todo el trabajo que supone un proyecto de tal envergadura. La mayor parte de ellos tienen edades comprendidas entre los 18 y los 50 años, y vienen acompañando a las religiosas y religiosos de los colegios de los que proceden. De ellos, unos 64, se encargan de acompañar y atender a los menores a lo largo de todo el día en el desarrollo de las numerosas actividades que se realizan desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde. Los demás se ocupan de ayudar en otras tareas de apoyo relacionadas con la higiene y la alimentación. Talleres, juegos educativos, visitas culturales, piscina o playa, son algunas de las tareas que realizan cada día y, aunque cada centro organiza sus propias actividades en función de los medios de los que dispone y del entorno, en todos se da prioridad a la convivencia y el diálogo con los niños. La gran implicación social y cristiana de los monitores, que desempeñan su labor con un desbordante entusiasmo y generosidad, se siente en cada gesto. Se levantan a las 7,30 de la mañana para poder rezar juntos las 8, antes de la llegada de los niños y, por la tarde, cuando se marchan, tienen espacios de formación y evaluación, previos a la celebración de la eucaristía. Pilar Illázquez, directora de Cáritas Interparroquial de Melilla, ve en esta actividad un gran potencial desde el punto de vista de la sensibilización, pues el voluntariado “Tiene la oportunidad de vivir e interiorizar su propia experiencia de fe desde el servicio a los pobres”. Por esta razón, pensando en el enriquecimiento personal que supone para ellos “se pretende que cada año participen personas diferentes”, añade Illázquez. VOLUNTARIOS Desde el Colegio de La Salle de Sevilla, llega por primera vez Pablo Rosado, que tras la experiencia de voluntariado que vivió el curso pasado en Kenia con niños de entre 8 y 14 años, ha querido este verano seguir dedicando parte de su tiempo a los más pequeños. “Los niños te enseñan mucho más de lo que tú les puedas enseñar, te dan más de lo que tú les das y comparten contigo su vida con la transparencia que solo los niños tienen”, destaca. Mª del Pilar Morales, voluntaria de Cáritas Parroquial de San Agustín, comenzó a asistir a las colonias con 15 años, como ayudante de otros monitores, ya que era menor de edad. Siete años más tarde es responsable del equipo y, aunque afirma que a sus amigos les extraña que no cobre por este trabajo, ella insiste en que “cada vez que llega el mes de julio, necesita volver para recibir el cariño y la alegría que contagian estos niños”. También repite experiencia Iñaki Rabadán de Cos, que lleva tres años desplazándose desde Córdoba con las religiosas del Colegio María Inmaculada, donde trabaja como profesor. En las colonias atienden a los niños de “El Monte”, uno de los barrios más desfavorecidos de la ciudad. “En nuestro caso, el equipo de monitores está compuesto por 40 personas procedentes, en su mayoría, de distintos puntos de la península”, comenta. Iñaki opina que él ofrece poco más que su tiempo, pero recibe a cambio “un plus de energía con el que no podría afrontar el siguiente curso”. “Lo más satisfactorio del tiempo que pasamos con los niños es ver la alegría reflejada en ellos”.