Como recuerda Lorenzo Orellana, que compartió con él estancia misionera en Venezuela, para el cardenal Herrera, enviar sacerdotes a aquel país era una prioridad: «En el año 1952 dijo a los seminaristas que "el Papa ha dicho que la vocación de España es Hispanoamérica, así que quiero que salgan hacia allí dos sacerdotes cada año". En el año 54 salieron los dos primeros y luego cada año iba enviado otras tantas parejas». 

Orellana, que es autor del libro "1954-2004. Cincuenta años de cooperación entre la Diócesis de Málaga y Venezuela", afirma que «el "Padre Manolo", como todo el mundo en aquella diócesis conocía al sacerdote ahora fallecido, fue enviado junto con Ignacio Mantilla el 29 de septiembre de 1962, primero al Seminario Menor de la Diócesis y, tres años después, a Cumanacoa, como párroco. En 1968 fue nombrado párroco de la Santa Iglesia Catedral de Cumaná, en sustitución del también malagueño, don Juan López Albanés. Fue nombrado junto a otro cura procedente de Málaga y también recientemente fallecido, D. José Pulido. Pulido pasó al poco tiempo a otro destino, pero el P. Manolo continuó como párroco en la Catedral por varias décadas. Compatibilizó esta tarea con varios nombramientos como responsable de la Legión de María en la diócesis y llegó a ser vicario». Para Orellana, «era un trabajador incansable, trabajó muy bien en todo lo que le propusieron y llegó a tener un programa de radio semanal de anuncio de la Palabra. Ha sido un hombre completamente entregado a la misión».

En la visita que el Obispo de Málaga realizó a la misión malagueña de Caicara del Orinoco del 10 al 17 de febrero 2011, ambos pudieron saludarse. El P. Manolo le regaló entonces a D. Jesús, un libro sobre la historia de Cumaná.