NoticiaColaboración El tránsito Publicado: 30/10/2019: 6222 El periodista Manuel Montes reflexiona sobre la eutanasia como respuesta al final de la vida. Estamos en las fechas en las que se conmemora especialmente el culto a los Santos y el misterio de la otra vida para aquellos que intentamos vivir la fe. La “modernidad” trae consigo costumbres recién importadas de otros países que arraigan como si estuvieran integradas en el ADN de nuestro país. Me refiero al dichoso Halloween “el jalogúin” de las narices. Nada que ver con el recuerdo de nuestros fallecidos que forman ya parte del ejercito de los santos y de aquellos difuntos que se encuentran en camino de ello. He tenido la oportunidad de vivir en primera persona el fallecimiento de un ser querido. El hecho sucedió el pasado fin de semana en el que pasó a mejor vida el marido de mi hermana. El proceso lo hemos vivido con dolor y con serenidad. Desde el día en que se pudo comprobar que su cuidado era casi imposible en casa, fue ingresado en paliativos y allí, con un protocolo muy bien diseñado, le ayudaron a morirse en paz. Todo este preámbulo viene a cuento con la reunión de los dirigentes de las tres religiones monoteístas y derivadas de la misma raíz abrahánica: cristianismo, judaísmo e islamismo. La declaración conjunta del pasado lunes 28 dice lo siguiente:: “Nos oponemos a cualquier forma de eutanasia, así como al suicidio asistido médicamente porque contradicen fundamentalmente el valor inalienable de la vida humana y, por lo tanto, son actos equivocados desde el punto de vista moral y religioso, y deberían prohibirse sin excepciones”. Está claro que este protocolo precisa de una educación previa, una asistencia médica y familiar esmerada, la ayuda de la comunidad, la asistencia espiritual y, sobre todo, la mejora de los cuidados paliativos. La mayoría de las veces somos aquellos que rodeamos a los enfermos los que, bajo una falsa “compasión”, intentamos apresurar un trámite que desgraciadamente tenemos que pasar todos. Ya hace años pude vivir en primera persona este proceso en el caso del fallecimiento de mi madre. Con la presencia de mi hijo geriatra en estos últimos momentos. Me pareció un procedimiento respetuoso y adecuado. Así que no puedo entender el tratamiento mecánico y rutinario de los defensores de la eutanasia. Tanto en la eutanasia como en el aborto, se prescinde de la opinión o de la defensa de uno de sus protagonistas. Los cristianos tenemos que transmitir estas ideas desde el ejemplo y la experiencia propia. Los gestores de las tres religiones que confluyen en Jerusalén nos han dado motivo para ello. Feliz día de todos los Santos para esos santos anónimos, que no están en los altares, pero que nosotros hemos conocido, que disfrutan de la presencia del Padre y para aquellos que aun andamos por este mundo. Ojalá aquellos que nos acompañen en el tránsito tengan en cuenta nuestros deseos. Una buena muerte. Pero sin prisas.