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Misa "In Cena Domini" del Jueves Santo (Catedral-Málaga)

Misa "in Coena Domini" el Jueves Santo, en la Catedral de Málaga // M. ZAMORA
Publicado: 18/04/2019: 1936

Homilía pronunciada por D. Jesús Catalá en la Misa "In Coena Domini" del Jueves Santo de 2019 en la Catedral de Málaga.

MISA “IN COENA DOMINI”

DEL JUEVES SANTO

(Catedral-Málaga, 18 abril 2019)

Lecturas: Ex 12,1-8.11-14; Sal 115,12-13.15-18; 1 Co 11,23-26; Jn 13,1-15.

Centralidad de la Eucaristía

1.- El Jueves Santo celebra la Iglesia la institución de la Eucaristía. El texto de la carta de san Pablo a los Corintios nos ofrece lo que Jesús hizo en la última Cena: «El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto, en memoria mía» (1 Co 11,23-24).

Cristo se ofrece en sacrificio cruento en la cruz y ofrece sacramentalmente su cuerpo a los apóstoles. Con ello nos deja en la Eucaristía el memorial de su muerte y resurrección: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía» (1 Co 11,25).

La Eucaristía es “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura” (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 47).

En esta tarde del Jueves Santo, queridos fieles, agradecemos a Dios el regalo inmenso de la Eucaristía, recitando las palabras del Salmo: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando el nombre del Señor» (Sal 115,12-13). Alcemos la copa de salvación, dando gracias a Dios y comamos el pan de la vida.

2.- Hoy le pedimos al Señor que nos haga descubrir el profundo misterio de amor que brota de la Eucaristía, para unirnos a Él en su sacrificio.

Participar en la Eucaristía significa estar dispuestos a compartir los sufrimientos del Señor y a ofrecernos en oblación con él, llevando la cruz de cada día y realizando el servicio humilde como Jesús.

La Eucaristía nos alimenta y nos renueva: “Su carne inmolada por nosotros es alimento que nos fortalece, su sangre derramada por nosotros es bebida que nos purifica” (Prefacio I de la Eucaristía).

Solo desde la Eucaristía podemos vivir como Dios quiere, asemejarnos a Él y seguirle, cumplir su mandamiento del amor y unificar nuestra vida en torno a Él, porque “en la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo, que por su Carne vivificada y que vivifica por el Espíritu Santo, da vida a los hombres, que de esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismo, sus trabajos y todas las cosas creadas juntamente con El” (Presbyterorum ordinis, 5).

3.- La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana (cf. Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 11); todo nace de la Eucaristía y todo retorna a la Eucaristía; por eso ocupa un lugar central en la vida de la Iglesia. La Eucaristía hace la Iglesia, crea comunión y enseña a servir. Solo participando de la Eucaristía se puede vivir con autenticidad la fe cristiana, porque el alimento divino sacramental nos transforma a imagen de Jesucristo.

Queridos fieles, es preciso educar a las nuevas generaciones en el amor a la Eucaristía, a la adoración al Santísimo Sacramento y a la participación en el Banquete de vida eterna.

Pidamos al Señor que nos conceda ser personas de Eucaristía, como la Virgen María, a quien el papa Juan Pablo II llamó “mujer eucarística” (Ecclesia de Eucharistia, 53). Nosotros hemos de ser también personas eucarísticas, agradecidas, que se nutren de la Eucaristía. Pedimos también al Señor que adoremos y veneremos el Santísimo Sacramento con profundo amor y respeto.

4.- Meditemos el ejemplo de los primeros cristianos, que murieron en la persecución del emperador romano Diocleciano, en el año 304. Ellos confesaron antes de morir: «Sin el domingo no podemos vivir». Es decir, necesitaban el alimento eucarístico para vivir la fe, para dar testimonio, para alimentar su vida espiritual, para superar las dificultades de la vida y para afrontar el martirio. También nosotros necesitamos este alimento de vida eterna.

En la celebración del Jueves Santo celebramos la institución del sacramento del orden sacerdotal. Para celebrar la Eucaristía hace falta un sacerdote ordenado. Demos gracias a Dios por el sacramento del orden; y los sacerdotes agradecemos que nos haya llamado el Señor para desempeñar este sublime ministerio para representarle como Cabeza y Pastor de la Iglesia. Os pido que recéis por vuestros sacerdotes, que los améis, que los apoyéis.

5.- Jesús en la última Cena nos dio ejemplo de humildad y servicio a los hermanos con el gesto del lavatorio de los pies a sus discípulos. Se levantó de la cena, se quitó el manto y, tomando una toalla, se la ciñó para lavarles los pies (cf. Jn 13,4-5).

El lavatorio de los pies, expresión de amor de Cristo, es signo de la entrega de Jesús a la muerte (cf. Flp 2,6-11) y ejemplo de humilde servicio. Si Cristo, el Maestro y el Señor, ha lavado los pies a sus apóstoles, nos pide que hagamos nosotros lo mismo: «Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn 13,15).

La actitud de siervo no es apreciada en nuestra sociedad; más bien al contrario. Todos quieren triunfar en la vida, todos quieren ser servidos, todos quieren estar por encima de los demás, todos quieren mandar. El Señor Jesús trastoca nuestras categorías y valores, enseñándonos que servir es reinar, que servir es amar y amar implica servir, que servir proporciona felicidad y alegría. ¡Qué hermoso ejemplo tenemos en el Señor y qué lejos estamos a veces de Él!

El Señor Jesús nos invita en esta tarde de Jueves Santo a mantener una actitud de servicio humilde hacia los hermanos, sobre todo a los más frágiles y necesitados: enfermos, impedidos, ancianos, presos, inmigrantes, los sin-techo, los que nadie quiere, los que no cuentan para la sociedad; esos deben ser el primer objeto de nuestro amor y de nuestro servicio.

6.- Hoy celebramos el Día del Amor fraterno. Nuestra generosidad paliará, aunque no resolverá, muchas penurias de nuestros hermanos más necesitados. ¡Seamos generosos!

Las comunidades cristianas deben ser ejemplo a toda la sociedad viviendo el amor, el servicio y la preocupación por el hermano como algo propio de nuestra fe cristiana.

Pedimos a la Virgen María, fiel discípula e imitadora del amor de Jesús y de su actitud de servicio, que nos haga crecer en el amor humilde y servicial, para ser en el mundo testigos del amor redentor de Jesucristo. Amén.

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