DiócesisHomilías

Día del Seminario (Catedral-Málaga)

Día del Seminario 2019 // D. GUTIÉRREZ
Publicado: 17/03/2019: 1644

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en el Día del Seminario, 17 de marzo de 2019, en la Catedral de Málaga.

DÍA DEL SEMINARIO

(Catedral-Málaga, 17 marzo 2019)

Lecturas: Gn 15, 5-12.17-18; Sal 26; Flp 3, 20 − 4, 1; Lc 8, 28b-36.

(Domingo Cuaresma II-C)

1.- La Transfiguración del Señor

La liturgia de este segundo domingo de cuaresma nos presenta la transfiguración de Jesús en un monte alto delante de sus discípulos más íntimos, Pedro, Juan y Santiago (cf. Lc 9,28). Jesús muestra por una parte el resplandor de la gloria divina y por otra hace el anuncio de su próxima muerte, que sufrirá en Jerusalén.

La transfiguración acontece mientras Jesús reza al Padre: «Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante» (Lc 9, 29). Es muy importante esta anotación sobre la oración. Solo desde la intimidad con Dios y con el corazón abierto en la escucha de su Palabra puede acontecer la transformación del ser humano. La transfiguración es acontecimiento de oración; Jesús, orando, se sumerge en Dios-Padre, se une a Él y hace visible su divinidad; su rostro queda transfigurado, apareciendo la gloria de la divinidad en el rostro humano del Señor.

La cuaresma nos invita a realizar una oración más intensa y una escucha más prolongada, atenta y profunda de la Palabra de Dios. Podemos comprometernos a re-leer algunos textos neo-testamentarios para alimentarnos mejor en este tiempo cuaresmal. La voz del Padre desde el cielo exhorta a escuchar al Hijo: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle» (Lc 9, 35).

2.- El anuncio de la pasión

Jesús se manifiesta como el Hijo amado, el ungido y elegido para llevar acabo la misión salvadora de la humanidad. Esta identidad queda avalada por la voz del cielo y la presencia de dos testigos con quienes Jesús conversa: Moisés y Elías (cf. Lc 9, 30). Estos «hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9, 31).

El anuncio de la pasión se ofrece en un momento de gloria y de luz. El Maestro desea prevenir a los suyos, para que, cuando acontezcan los hechos más dramáticos y duros de su vida, recuerden que muere el Hijo del Hombre para resucitar al tercer día; de eso modo podrán permanecer en esperanza sin desfallecer.

Sólo con la certeza de que Jesús es Dios podrán seguirle a Jerusalén y superar el trauma de la pasión de su Maestro. Los apóstoles entendieron la transfiguración a la luz de la resurrección. La luz resplandeciente de la transfiguración anticipa la resurrección del Señor y fortalece a los discípulos

para aceptar su pasión y su muerte. La fuerza que el Señor les transmitió en aquel momento les capacitó para afrontar los duros acontecimientos de su muerte. Esa misma luz anticipa la contemplación definitiva de Dios, cara a cara en la eternidad. La luz de la transfiguración, la luz de la resurrección y la luz pascual es la luz eterna.

El cristiano no debe perder en cuaresma el horizonte de la pascua. Como ha dicho san Pablo: «Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo» (Flp 3,21).

3.- Celebración del Día del Seminario

El encuentro personal con el Señor nos lleva a la misión de anunciarle. Los apóstoles, después de contemplar el rostro transfigurado del Señor pudieron bajar del monte para afrontar la misión. Nosotros podemos bajar transfigurados del monte, para proclamar a nuestros hermanos lo que hemos visto y oído, para ser testigos de su amor.

Hoy celebramos el Día del Seminario. Podríamos decir que el seminario es como un “Tabor”, queridos seminaristas. Es un Tabor donde debéis contemplar el rostro de Cristo; donde se debe orar, porque solo desde la oración se puede tener el encuentro personal con el Señor.

Y contemplar a Jesús es apreciar su figura para configurarnos a él; y rezar es pedirle que nos haga buenos discípulos. La configuración con Cristo y el discipulado es lo que el documento para la formación de los futuros sacerdotes, la “Ratio fundamentalis”, pide a los seminaristas, mayores y menores. Deseo que vuestro tiempo de seminario sea un verdadero “Tabor”, fundamentalmente para contemplarlo, conocerlo, amarlo, profundizar en su persona a través de la teología y sobre todo mediante la oración y el encuentro personal con él.

Ya llegará el tiempo de bajar del Tabor a Jerusalén, a la ciudad. Ya vendrá el tiempo de la pasión del Señor y de nuestra pasión con él. Ya vendrá el tiempo de anunciar y proclamar el Evangelio; no tengáis prisa por hacer “pastoral”, porque después tendréis toda la vida. No hagáis ahora “pastoralitis”, porque, como todo lo que termina en “-itis”, es inflamación.

4.- Necesidad de sacerdotes

El encuentro más importante con Dios que los cristianos celebramos en esta vida se realiza en la eucaristía. Hoy, domingo, es la pascual dominical y estamos en “Tabor”. Esta eucaristía es un “Tabor”; es un encuentro con el Señor, que nos perdona, nos alimenta, nos salva y nos llena para salir después a la misión, para bajar desde el monte a la ciudad, a los ambientes de la familia, el trabajo, las relaciones sociales, la economía, la política.

Y para ello son necesarios los sacerdotes; porque sin sacerdote que presida no hay eucaristía. Dios sigue enviando pastores según su corazón, que guíen al pueblo cristiano de Dios por las sendas de la verdad y de la vida.

5.- Lema de la Jornada

La Jornada del Seminario nos ofrece este año el lema: El Seminario, misión de todos. Hoy tenemos un recuerdo especial por las vocaciones sacerdotales y por los seminaristas.

Todos los cristianos estamos llamados a promover la vocación específica al ministerio sacerdotal en los ambientes donde vivimos: la familia, la parroquia, la escuela, el trabajo, la vida social.

La familia es de vital importancia en la fragua de una vocación, queridos padres, porque en ella se dan los primeros pasos en la fe, se tiene la experiencia de la apertura a la vida, se aprende a compartir con los demás, a perdonar las ofensas, a aceptar al otro en su diversidad, a vivir los valores humanos y cristianos. La familia es una gran escuela para la vida. De esa fragua deben salir vocaciones al ministerio sacerdotal.

También las parroquias con sus grupos, asociaciones y movimientos son ambientes propicios para hacer germinar las incipientes vocaciones a la vida sacerdotal. Son instrumentos útiles de aliento para el compromiso cristiano, que favorecen la llamada concreta que Dios hace al sacerdocio.

En la promoción vocacional y en el acompañamiento es necesario que todos los agentes actúen coordinadamente desde las instancias diocesanas, navegando todos juntos en la misma dirección y estableciendo los cauces necesarios, para que la llamada de Dios sea escuchada y adecuadamente respondida.

De ahí la institución del seminario, con el Rector y su equipo de formadores, aquí presentes, que os acompañan como hermanos mayores en el camino de respuesta a la llamada del Señor. En el tiempo de “Tabor” los seminaristas debéis adquirir una serie de actitudes, conocimientos, para ser capaces después de desempeñar el ministerio que Dios encomienda.

A quienes son llamados a ejercer el ministerio sacerdotal debemos ayudarles a dar una respuesta generosa, a encontrarse con el Señor transfigurado, a entregarse totalmente a la misión que se les confía.

El ministerio sacerdotal es un don de Dios, un regalo para la Iglesia, para hacer de un modo visible que Cristo es el Buen Pastor. Es Dios quien modela el corazón y quien llama para desempeñar la misión que él confía; y ante esta llamada solo cabe una respuesta generosa. Queridos seminaristas y queridos jóvenes, Dios siempre sigue llamando; hay, pues, llamadas, pero lo que falta son respuestas.

El “Seminario es misión de todos”. Hemos de crear un ambiente favorable de generosidad y de entrega, de apertura a la llamada de Dios y de respuesta fiel. Hoy elevamos nuestra oración por el seminario y por las vocaciones al ministerio sacerdotal.

6.- La imagen desfigurada de la Iglesia

Necesitamos sacerdotes santos, que nos ayuden a vivir con gozo la fe y a dar testimonio de ella. Podemos verificar en esta época que la figura del sacerdote, por desgracia, ha sido desfigurada al menos en los medios de comunicación. Ciertamente no somos santos y todos estamos necesitados de perdón. Y todos sentimos que haya sacerdotes que den mal ejemplo, sobre todo que den graves escándalos y hagan mucho daño.

Pero debo decir que la institución Iglesia es la más sana que existe en toda la sociedad. Y hemos de romper una lanza en favor de nuestros sacerdotes, porque la inmensa mayoría ofrecen su vida con generosidad, dedicación y gozo.

Quiero agradecer aquí, públicamente, a todos los sacerdotes, su entrega generosa, su fidelidad al Señor, su aguante a pesar de los palos que les caen encima.

Repito: la Iglesia es la institución social más limpia y honesta; se puede comprobar por la proporción de casos de escándalo que hay dentro de la Iglesia y fuera de ella en otras instituciones, incluida la familia.

Dios sigue llamando y enviando obreros a su mies, para que la apacienten según el corazón de Cristo.

Pedimos a la Santísima Virgen María, que es ejemplo de entrega generosa y fiel, que acompañe nuestra pastoral vocacional y cuide de nuestro seminario. Amén

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo