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Corpus, fiesta del Señor

Publicado: 17/06/2014: 8812

Jesús en la última cena asumió anticipadamente su muerte.

El Salmo 21: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34) fue para la cristiandad primitiva un texto cristológico clave, en el que encontró expresada no sólo la muerte de Jesús en la cruz, sino también el misterio de la Eucaristía.

Las palabras de Jesús en su muerte y en la Cena se hallan estrechamente unidas entre sí. La Cena es una anticipación de la muerte, la transfiguración de la muerte en un acto de amor. La muerte, que es de suyo el fin, es transformada por Jesús en un acto de comunicación de sí mismo; en esta transformación reside la salvación de los hombres, el amor vence a la muerte.

La muerte nos reveló la clave para comprender la última Cena: la transformación de la muerte violenta en un sacrificio voluntario. La muerte sin el acto de amor infinito de la Cena sería una muerte vacía, carente de sentido; la Cena sin la realización concreta de la muerte anticipada sería un mero gesto despojado de realidad. Cena y Cruz son el único e indivisible origen de la Eucaristía: la Eucaristía brota de esta unidad, no es Cena simplemente, es presencia del Sacrificio de Cristo, acto de amor infinito, y, por ello, distribución de sí mismo bajo las especies del pan y del vino. No sólo no son inseparables sino que junto a Resurrección forman el único e indivisible misterio pascual.

Diócesis Málaga

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