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Misioneros de la fe, por Luis Jiménez delegado diocesano de misiones

Luis Jiménez, del. Misiones
Publicado: 20/10/2012: 2338

Es muy fácil hoy, confundir al misionero como el hombre o mujer que, dejándolo todo, se marcha a tierras lejanas a ayudar a los más pobres y abandonados de la tierra, dedicándose a construir puentes, acueductos, escuelas… Es lo que más se resalta y se aprecia.

Hombres y mujeres abnegados y dedicados a la promoción humana. Y es verdad, porque ya hemos dicho que donde llega la Iglesia, llega la promoción humana. Pero estos hombres y mujeres que lo dan todo y arriesgan sus vidas, son, ante todo y sobre todo cristianos que, impulsados por el Espíritu, quieren llevar el Evangelio y los valores del Reino a otros pueblos y culturas. Y lo hacen desde la fe y la convicción de que Jesús de Nazaret es el mejor regalo que pueden hacer, porque es este mismo Jesús el que transformó sus vidas y les llenó de espíritu de servicio desinteresado, de generosidad, de amor sin límites a los más lejanos y desfavorecidos. Eso es lo que les hizo felices y quieren que los que no le conocen puedan experimentar esta misma alegría y felicidad.

La misión es anuncio y testimonio. Anuncio del amor que Dios nos tiene, anuncio de la buena noticia. Y al mismo tiempo, testimonio con la propia vida de que el proyecto de Dios para la humanidad, encarnado en Jesús, se hace realidad en cada uno de nosotros, si confiamos en Él: “Sé de quien me he fiado”. No es tarea fácil, porque los misioneros son personas débiles, frágiles, son humanos con sus virtudes y defectos, pero lo pueden hacer porque cada día piden al Señor: “auméntanos la fe”.

Confiar, fiarse de, apoyarse en Jesús, son los pilares que sustentan al misionero cuando se lanza a la aventura de la evangelización. La superación de las dificultades, inmerso en situaciones de guerras y conflictos, manteniendo la paz, no se explica por un simple altruismo, sino por esa fe firme en Dios y en Jesús que cautivó un día su corazón y su vida. Los misioneros son los seguidores de Jesús que les dijo: “No temáis, yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos”.

La fe se convierte en luz y esperanza para todos los pueblos y culturas y el misionero lo sabe desde su experiencia personal; lo transmite a través de la Palabra y el testimonio de su propia vida, sabiendo que, como Jesús, solo se puede salvar el mundo pagando con la propia persona.

Autor: diocesismalaga.es

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