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Restauración del templo parroquial de San Pedro Apóstol (Málaga)

Publicado: 22/12/2012: 5681

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la Restauración del templo parroquial de San Pedro Apóstol, en Málaga el 22 de diciembre de 2012

RESTAURACIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL

DE SAN PEDRO APÓSTOL

(Málaga, 22 diciembre 2012)

Lecturas: Mi 5, 1-4a; Sal 79; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45.

(Domingo cuarto de Adviento - C)

1.- Querido Sr. cura párroco, D. Alfonso Crespo, sacerdotes concelebrantes que os habéis unido a esta acción de gracias; estimados fieles de la comunidad parroquial de San Pedro Apóstol.

Los textos, que nos presenta la liturgia de hoy, nos desvelan la clave por la que el mundo es recreado. En la solemnidad de la Inmaculada se nos presentaba el relato del Génesis cuando Dios pregunta al hombre: «¿Dónde estás?» (Gn 3, 9); a lo que Adán respondió con evasivas. Todo el proyecto de bondad y de belleza, que supone la creación del mundo con el hombre a la cabeza, quedó truncado por la desobediencia de nuestros primeros padres.

El evangelio de hoy nos presenta la actitud del segundo y nuevo Adán, Jesucristo: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad» (Hb 10, 9). La desobediencia del primer Adán quedó vencida y sanada por la obediencia del segundo Adán: «Por la desobediencia de un solo hombre –como dice san Pablo-, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos» (Rm 5, 19).

La carta a los Hebreos explicita, con ayuda de Salmo 40, lo que constituye el centro de su pensamiento cristológico. El sacrificio de Jesús, núcleo de su misterio, consiste en su donación total y personal al Padre: Jesucristo «se ofreció él mismo a Dios» (Hb 9, 14) o le ofreció un sacrificio «en su propia sangre» (Hb 9, 12). Realizar el designio de Dios y ofrecerse a sí mismo es idéntico. Se trata de la radical autodonación de Jesús a Dios con todas sus consecuencias, hasta la entrega cruenta de la propia vida.

Mucho tenemos que aprender, queridos fieles, de la obediencia del Hijo de Dios a su Padre. En estas fiestas de Navidad, ya próximas, el Señor nos pide que abramos nuestro corazón, para recibir a Jesús y que seamos capaces de ofrecerle al padre nuestra obediencia.

2.- En el evangelio aparece la Virgen María, nueva Eva y madre de todos los hombres. La primera Eva, junto con Adán, perdió los dones que Dios les había otorgado. María, la nueva Eva, responde de manera afirmativa a la llamada de Dios y acepta su misión, diciéndole al ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).

En este domingo María es la gran figura del Adviento para la Iglesia. María, conocedora de la situación de Isabel «se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá» (Lc 1, 39). Sale de su tranquilidad y presurosa, va a ayudar a su prima. Ejemplo de servicio, pero sobre todo figura de quien se deja conducir por el Espíritu; no fue una moción personal, sino que fue guiada por el Espíritu. La visita de María a su prima desvela la sensibilidad de la Virgen ante las necesidades de todos los hombres.

María es estrella de evangelización, para llevar a Cristo a los demás; portadora del gozo de Dios, para inundar de alegría a la humanidad apesadumbrada; fiel creyente y dichosa por su fe, por haber creído y confiado en Dios; modelo excepcional y único en el Adviento, que nos enseña a vivir de esperanza cristiana. Se nos invita a estar preparados para recibir a Dios en la Navidad. María es la aurora que anuncia la cercanía del nuevo día: Cristo-Jesús, el sol de justicia.

                    Jesús, el Hijo de Dios, y su madre, la Virgen María, han renovado con su obediencia a la humanidad entera. Ellos nos enseñan cómo renovarnos y cómo renovar esta sociedad en la que vivimos, pero que vive alejada de Dios.

3.- Hoy venimos a dar gracias a Dios por la restauración de este templo parroquial. Como bien sabéis, su origen se remonta a un ambicioso proyecto inacabado, de Pedro Díaz de Palacios, entonces maestro mayor de la Catedral de Málaga, al que se le encargó en 1629 la construcción de la Iglesia de San Pedro en el barrio del Perchel.

En el primer cuarto del siglo XVIII se construyó la Capilla del Sagrario, de claro estilo barroco; su estilo nos recuerda el camarín del Santuario de la Virgen de la Victoria y la parroquia de los Santos Mártires. Destaca en ella su rica ornamentación, compuesta de exuberantes yeserías y pinturas, próximas al pintor malagueño Diego de la Cerda.

Tras la difícil época de la República y la Guerra Civil española se decide reconstruir el inmueble ruinoso, según los proyectos presentados por el arquitecto Enrique Atencia en 1942 y 1943. El primero pretendía restaurar el edificio original; mientras que el segundo añadía al antiguo inmueble la construcción adosada a la Iglesia de una capilla de nueva planta, para los sagrados titulares de la Cofradía de La Expiración.

4.- El templo actual ha tenido que ser intervenido en diversas ocasiones. La cubierta de la nave principal fue ya reparada en la década de los años 80 del pasado siglo por el párroco Rvdo.D. José Miranda.

En el exterior del templo la actuación realizada ahora ha tenido como objetivo reparar el estado de deterioro del edificio en cubierta, muros y suelos. En la Capilla sacramental y torre se ha reparado la cubierta.

En la terraza, junto a la torre, se procedió al levantado e impermeabilización de la solería. Y se ha realizado en el resto de las cubiertas de las dependencias un retejado de las mismas.

En la armadura de madera de la nave se ha procedido a una limpieza y un tratamiento curativo-preventivo.

En las fachadas se picaron los enfoscados realizados con mortero de cemento, para posterior reposición de los mismos con mortero de cal y se ha pintado de la fachada.

La portada ha sido reparada mediante una limpieza manual, eliminación de morteros añadidos.

Igualmente se ha reparado el tejadillo de madera y el azulejo existente junto a la portada principal, donde aparecen representados los Sagrados Titulares de la Cofradía de La Expiración.

5.- Y en el interior del templo se han llevado a cabo asimismo diversas intervenciones. Se ha eliminado la solería de terrazo del templo y se ha repuesto con losas de mármol, dotándolo de un zócalo de mármol.

El Presbiterio se recupera en sus dimensiones originales, eliminando los desniveles, colocando un zócalo de madera, a modo de sillería coral, acorde con el carácter arquitectónico del templo.

En la Capilla sacramental se ha intervenido en la recuperación del revestimiento original.

Se ha construido un nuevo Baptisterio en el arco frente a la Capilla Sacramental, recuperando la idea del arquitecto Atencia del primer proyecto de restauración.

Se ha dotado al templo de una nueva instalación eléctrica y de megafonía, como podemos apreciar. Y se ha pintado el interior.

Los trabajos realizados se han realizado en pocos meses, con una importante inversión, dando trabajo a un buen número de personas. A veces se critica a la Iglesia por el gasto que hace en sus inmuebles. La verdad es que la Iglesia ha ido construyendo sus catedrales y templos en períodos tanto de bonanza como de penuria económica; y nunca han faltado ni la Providencia divina, ni la aportación de los fieles. Deseo agradecer vuestra generosidad y la colaboración de todos, que ahora ha permitido esta acertada y hermosa restauración. Un agradecimiento especial al párroco, D. Alfonso Crespo, que ha promovido la obra y coordinado los trabajos; y felicito al arquitecto técnico por este hermoso trabajo.

6.- Este repaso “histórico-arquitectónico” no lo he hecho porque no conocierais los datos, sino porque desearía usar el símil del templo, para aplicarlo a nuestra vida espiritual. Este templo tuvo un arquitecto que lo diseñó, aunque no se construyó según ese proyecto. Nosotros tenemos un arquitecto único, que nos ha diseñado: Dios Creador; pero su proyecto quedó truncado por el pecado de nuestros primeros padres y por el pecado propio de cada uno.

El Salmo interleccional nos ha invitado a cantar y a pedirle al Señor que nos restaure: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. Restaura en nosotros la imagen perfecta, hermosa de tu Hijo; la que nos regalaste en el bautismo. Somos templo del Espíritu y necesitamos una buena restauración; pero hemos de fiarnos del arquitecto, que es Dios-Padre, por mediación del Hijo y con los dones del Espíritu. Hemos de hacer como María: Dejarnos modelar por Él.

La restauración del templo, externa e interna, puede servirnos de ejemplo de la restauración que el Señor desea que hagamos en nuestra vida. Hay que hacer algunas restauraciones en nosotros: limpiar el rostro afeado por el pecado, mediante el sacramento de la confesión, porque hemos emborronado la imagen de Jesucristo en nosotros; hay que eliminar ciertos comportamientos, que desdicen de nuestra condición de cristianos; reparar el tejado de nuestro pensamiento, para que no penetre la lluvia ácida, que existe en el ambiente social en el que nos movemos, ya que se nos pegan, por ósmosis, las cosas profanas, las formas de pensar, los estilos, las conductas de nuestros paisanos; algunas de ellas no van de acuerdo con la Ley de amor del Señor; hay que rebajar los escalones y quitar los obstáculos, que nos impiden participar en la Eucaristía; hemos de purificar las adherencias extrañas de nuestra fe, para hacerla más acorde cada día a la fe de la Iglesia y ser buenos testigos de la misma; hay que poner otra solería bajo nuestros pies, para caminar junto al Señor, allanando el camino que nos lleva hacia Él.

Queridos fieles, cada uno puede descubrir mejor las reparaciones que necesita su alma, para acercarse más expedita y hermosa al Señor y vivir más cerca de Él, sobre todo en estas próximas fiestas navideñas en las que el Señor se acerca a nosotros.

Junto con el salmista podemos pedir a Dios: No nos alejaremos de ti, danos vida para que invoquemos tu nombre”. Podemos repetir, a manera de oración, las palabras: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

¡Que la Virgen María nos acompañe en este tiempo de Adviento y nos haga vivir la Navidad con gran alegría y paz! Amén.

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