NoticiaColaboración El mejor regalo de Reyes Publicado: 26/12/2019: 4460 El consiliario de la HOAC en Málaga, el sacerdote José Sánchez Luque, escribe sobre el evangelio de la Adoración de los Magos. El relato de los magos del Evangelio de Mateo es uno de los más conocidos de la Biblia. Tanto en los congresos científicos como en los patios de los colegios se libra cada día una disputa sobre la identidad, el número, el significado o la historicidad de estos personajes misteriosos que llegaron de Oriente para adorar al nuevo rey de los judíos. Pocos textos han calado tanto en nuestra cultura, hasta el punto de fecundar los sueños de nuestros pequeños cuando llega la Navidad. La magia y la ilusión están íntimamente unidas. Por eso hay quienes dicen que los magos en realidad son ilusionistas. Pero ilusionistas en sentido positivo. Como esas personas que generan ilusiones, esperanzas, razones para sonreír y para ver la vida de forma positiva. Porque no es lo mismo vivir de ilusiones que vivir con ilusiones. La Biblia está llena de ilusiones y también de magia. Los oráculos, las adivinanzas, los juramentos, muchos hechos sobrenaturales y actos prodigiosos, mencionados en la Biblia, parecen ser acontecimientos mágicos. Si hay unos magos indiscutibles en la tradición cristiana son los Reyes Magos. Primero fueron los autores de los evangelios de la infancia los que nos remitieron a esos personajes entrañables. Luego fueron los relatos de muchos apócrifos del Nuevo Testamento los que se explayaron con la imaginería de unos personajes que llegaron a ser hasta doce. Así, durante dos mil años, se ha ido transmitiendo una tradición cargada de ilusiones que ha tenido en los más pequeños sus principales destinatarios. Como es sabido, la palabra apócrifo no significa necesariamente falso sino más bien oculto. Eran relatos no oficiales sobre la vida de Jesús. Sin embargo, estos textos han ejercido una influencia notable en el arte, la piedad, el dogma mariano y la liturgia. Hoy, mientras discutimos si eran tres o más, si eran magos o ilusionistas, si eran sacerdotes, astrólogos o estrelleros, si formaban parte de la realeza o de la plebe, aquellos enigmáticos personajes continúan manteniendo la ilusión de los niños en sus hogares y en tantas cabalgatas como se organizan con motivo de su fiesta. Oro, incienso y mirra. Igualdad, libertad, fraternidad. Derechos humanos, democracia y solidaridad. Paz, amor y diálogo. Trabajo decente para todos y todas. Triadas de valores y principios que configuran la historia de la humanidad. Por este motivo, las mismas palabras que designan los regalos que los magos ofrecen al Niño Jesús han sido interpretadas a través de los siglos de maneras diversas (interpretación literal, profética, moral o cristológica), pero todas ellas constructivas y complementarias. El relato evangélico de los magos recoge multitud de tradiciones bíblicas y así presenta el nacimiento de Jesús como el cumplimiento de las profecías. También podemos reflexionar sobre el modo de pensar de los antiguos acerca de los dioses y las estrellas. Una cosa es segura: si aceptamos el relato como una minuciosa crónica histórica, encontraremos muchas dificultades y pocas certezas. Pero si acepamos leerlo como perla misteriosa hacia la verdad de la salvación que Jesucristo, con su nacimiento, trajo al mundo, entonces disfrutaremos viendo llegar a los misteriosos magos desde lejanas tierras (las periferias del planeta), nos enojaremos con la falsedad del impío Herodes o nos conmoveremos al contemplar la estrella y la adoración a un recién nacido. Sin duda alguna lo que Mateo nos propone en su relato es la lucha entre dos poderes: el humano (el de Herodes) y el divino (el de Jesús). Dios se encarga de establecer su gobierno de una manera antagónica a la de Herodes. Pero ese plan de Dios, unos lo aceptan y otros lo rechazan. Así aparece en todas las páginas del Evangelio. Se trata de una esencial confrontación entre Jerusalén y Belén, entre opresores y oprimidos, entre ricos y pobres, fuertes y débiles, entre inmovilistas y progresistas. Este relato, al igual que todos los Evangelios, expresa la oposición entre el mundo del poder humano representado por Jerusalén, Herodes, los eruditos, y entre el mundo del poder divino, representado por los magos y el Niño, con María su madre, los ángeles y los pastores. Frente a la docilidad de los pastores y los magos tenemos el inmovilismo y el miedo de los sumos sacerdotes y escribas. Los lectores comienzan a entender que los sacerdotes son cómplices de Herodes, el falso rey, capaz de la violencia más atroz. Lo que Mateo quiere enseñarnos con este relato es muy sencillo: frente a la iniciativa de Dios de salvar al pueblo de las injusticias y las opresiones solo caben dos actitudes: la acogida o el rechazo. Los contrates literarios que el Evangelio utiliza en el relato recalcan esta idea. Y así invita a sus lectores a tomar partido y a sumarse al grupo de quienes están de parte de Dios y de su plan y están dispuestos a luchar para que el proyecto de Dios (humanizar, desde los pobres, a esta sociedad selvática) se realice en nuestro moribundo planeta. Este pasaje evangélico nos ayuda a acoger a Jesús y a su mensaje que es, sin duda, el mejor regalo de Reyes para una humanidad en camino que, como los magos, buscamos a Alguien que nos ofrezca luz y razones para seguir luchando y esperando. (Texto inspirado en el nº 104 de la revisa Reseña bíblica. Editorial Verbo Divino) José Sánchez Luque, Consiliario de la HOAC. Málaga