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Carmen Velasco, pregonera de La Pura y Limpia Concepción de María: «Hemos de mirar a María e intentar vivir como ella»

Publicado: 10/12/2013: 8092

“He aquí la sierva del Señor...” “Proclama mi alma la grandeza de Dios...” Las palabras de María siempre van referidas al Señor, al Otro que la habita y la conduce por caminos que ella no entiende muy bien; y se declara dispuesta a andar los caminos en búsqueda, en silencio, “guardando todas las cosas en su corazón”.

Empieza el Adviento, el mejor tiempo para hablar de María; es el tiempo de la espera, del silencio; María va sintiendo que la palabra dicha por el ángel iba fecundando su vida: su SÍ hizo posible que Él habitara entre nosotros, entrara en nuestra vida y la hiciera historia de salvación para todos y cada uno.

María mujer de su tiempo; Santa María, Inmaculada, Reina y Señora de la Iglesia, Causa de nuestra alegría. Los hombres de todos los tiempos han piropeado a Nuestra Señora llamándola cosas bonitas, y porque las palabras a veces no bastan, le han cantado, la han adornado y la han llamado Madre. Madre de Dios, madre nuestra, madre de la Iglesia, mujer creyente, la discípula predilecta del Señor.

Porque María vivía referida al Señor fue capaz de entonar el Magníficat; hay que ser valiente para proclamar que el Señor “ha hecho maravillas en mí”, que “su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”, que “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. ¿Por qué? Porque todo a su alrededor indicaba lo contrario: porque eran los poderosos los enaltecidos y los pobres los humillados, igual que ahora pasa en nuestro mundo. Por eso hemos de mirar a María y hemos de intentar vivir como Ella. Siendo hombres y mujeres de nuestro tiempo, mirándola a Ella, sabremos cómo vivir las Bienaventuranzas, el mensaje de Jesús.

¿Qué es lo que Nuestra Señora nos dice? En las bodas de Canaán tenemos la clave: “haced lo que Él os diga”. ¡Pues vaya! Diremos nosotros. Pero su mensaje está claro: elegir ser pobres, tener el corazón limpio, construir la paz, ser misericordiosos (el Papa Francisco nos lo ha recordado estos días), buscar la justicia aunque seamos perseguidos,... ¡si no sabemos lo que tenemos que hacer es que no sabemos hacer silencio y oir por dentro su palabra!

La muchacha de Nazaret fue capaz de ponerse en manos de Dios, de fiarse, de ponerse en camino para ir a casa de su prima que la necesitaba; de ponerse en camino otra vez para salvar a Jesús; de hacer el camino de la Cruz con su Hijo cuando los otros salieron corriendo porque “el asunto se estaba poniendo feo”

Si hacemos silencio y miramos dentro de nosotros, sabremos lo que hemos de hacer. O mejor, si la dejamos hacernos por dentro, si le prestamos nuestras manos, nuestra voz y nuestro corazón, construiremos la paz en casa y en el trabajo, en nuestras relaciones cotidianas. Tendremos a Dios por rey y habremos así elegido ser pobres porque no serán el dinero ni el poder los que marquen nuestro hacer cotidiano; sabremos reconocernos pecadores y pedir perdón, y nuestro corazón será limpio; buscaremos y defenderemos la justicia, aunque seamos perseguidos o ridiculizados, que a veces duele más...

Santa María, Madre de la Iglesia, Señora de la comunidad, ruega por nosotros.

Autor: Carmen Velasco. Teresiana y pregonera de la Pura y

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