NoticiaColaboración La cítara Publicado: 19/11/2013: 6372 Cada domingo, tras la proclamación del evangelio, la asamblea fija los ojos en el sacerdote y espera su palabra. Es la cruz del presbítero pues ¿cómo poner palabra a la Palabra de Dios? ¿Cuál debe ser el objetivo de la homilía? Juan Sebastián Bach comienza su “Origen de la familia de los músicos Bach” de esta manera: “Veit Bach, un panadero que vivía en Hungría, fue obligado a abandonar este país por defender su fe. Tras haber convertido, en la medida que le fue posible, sus bienes en especies sonantes se fue a Alemania y, en Turingia, encontró plena libertad para ejercitar su religión. Se estableció en Vechmar, cerca de Toha, donde reemprendió su oficio. Le gustaba servirse de una pequeña cítara que llevaba al molino para tocar, mientras la rueda estaba en movimiento. ¡Admirable concierto! De este modo aprendió a llevar el compás exacto. Tal fue, aparentemente, el comienzo de la música de la familia Bach”. ¿Cuál debe ser el objetivo de la homilía? Ayudar a que cada uno de los oyentes, comenzando por el predicador, aprenda a tocar la cítara de su vida al compás que marca Cristo que se nos da en la gratificante mesa de su palabra y su pan. Autor: Lorenzo Orellana, sacerdote