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Jornadas de Delegados de Piedad Popular (Casa Diocesana-Málaga)

Publicado: 21/06/2010: 1124

JORNADAS DE DELEGADOS DIOCESANOS DE PIEDAD POPULAR

(Casa Diocesana-Málaga, 21 junio 2010)

Lecturas: 2 Re 17,5-8.13-15a.18; Sal 59; Mt 7,1-5.

1. El libro de los Reyes nos presenta a consideración una situación del pueblo de Israel, inicialmente sacado del país de Egipto. Israel sale de la dependencia de otro pueblo, desde una vivencia filial de Dios; sale de una situación de falta de libertad; pero el pueblo parece ser que esto lo olvida.

En la lectura que acabamos de proclamar, hemos escuchado que el Rey de Asiria asedia Samaria y después de unos tres años de lucha, la conquista y se lleva como esclavos al pueblo de Israel.

El texto  cuenta la historia: «Esto sucedió porque los hijos de Israel habían pecado contra el Señor, su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, sustrayéndolos a la mano del faraón, rey de Egipto; porque dieron culto a otros dioses» (2 Re 17, 7). Esto sucedió por una actitud del pueblo de no fidelidad a su único Dios.

Esta infidelidad se había expresado de dos maneras: en primer lugar el pueblo había querido elegir reyes por mimetismo con los pueblos cercanos. Habían visto que todos los pueblos tenían reyes y ellos también querían un rey que les guiase, que fuera delante de ellos a la guerra, que los defendiera. Los profetas le recordaban al pueblo que tenían ya a Dios y que el Señor era su rey; pero el pueblo se empeñó en tener un rey como los demás pueblos vecinos.

2. Este es el primer “desliz”. El pueblo copia la forma de vivir de los demás pueblos y piden un rey al Señor. Estos reyes son los que le hacen caer en la idolatría, porque los impulsan a asimilarse a las costumbres de los pueblos vecinos (cf. 2 Re 17, 8). Así, el pueblo de Israel cae de nuevo en la idolatría. No sólo piden un rey  para que desde unos criterios más humanos les dirija; sino que renuncian en cierto sentido a la soberanía de Dios; además de vivir como los demás pueblos: adorar a sus ídolos, adquirir sus costumbres, a vivir como los demás.

Si trasladamos esto a nuestra vida, en cierto sentido, tenemos siempre la tentación de asimilarnos a nuestros paisanos y a nuestros coetáneos, desde una perspectiva más bien pagana o cuasi-pagana. Los cristianos tenemos la tentación de vivir como los demás, hacer como todos hacen, no tener al Señor como Dios y Rey nuestro; sino hacer lo mismo que nuestros paisanos. Casi sin darnos cuenta, por ósmosis, penetra en nosotros la mentalidad pagana que existe en nuestra sociedad.

3. Esta es una primera tarea que desde la luz del evangelio hay que cuidar. El trabajo y la reflexión de hoy en las Jornadas de delegados diocesanos de Hermandades y Cofradías ha ido también en este sentido: la necesidad de cuidar las Hermandades, de purificarlas de ciertas cosas que se pegan de las costumbres, de limpiarlas de ciertas actitudes o signos que puedan estar en contra o que no vayan de acuerdo con lo que el Señor nos pide, de iluminar desde la luz de la fe.

Esta tarea no es sólo de los delegados diocesanos, de los consiliarios de Hermandades y Cofradías, de los capellanes; es tarea también vuestra, queridos fieles, aquí representados por la Junta de Gobierno de la Real Hermandad de la Virgen de la Victoria. Es una tarea de todo fiel cristiano, por tanto de los sacerdotes y de los fieles, laicos o religiosos.

En esta tarea común nos hemos de conjuntar por el bien nuestro, para ser más fieles al compromiso bautismal con Dios de renegar de los dioses que tienen nuestros paisanos y contemporáneos, y aceptar sólo como Dios verdadero a Jesucristo y su Padre Dios en el Espíritu. Lo demás hay que purificarlo. Es una gran labor que  esta lectura del libro de los Reyes nos ofrece.

Al final del libro de los Reyes hay una frase que conviene meditarla: « Solo quedó la tribu de Judá» (2 Re 17, 18b). Todos se fueron a adorar a los otros dioses y quedó un resto. Siempre hay un resto, en el pueblo de Israel.

4. Ahora quiero ponerlo en relación con la Virgen María. Estamos en el Santuario de nuestra Patrona, la Virgen de la Victoria. La Virgen es y significa “el resto” que permanece fiel a Dios, que no se contamina con los ídolos, ni se ensucia los pies con el polvo de la paganidad. María permanece fiel, intacta, incólume, sigue amando y adorando al único Dios; no cae en las modas de sus paisanos.

Hoy la honramos como Madre de Dios, Inmaculada, Señora y  Madre nuestra; como ese “resto” de Israel.

Le pedimos a la Virgen que nos ayude a ser también, ese resto de Israel; que no nos contaminemos con los falsos ídolos. Si nos contaminamos por debilidad humana, por el pecado que está en nosotros, podemos ayudarnos mutuamente a volver al Señor. ¡Pidamos la intercesión de María para tornar a adorar al único Dios, abandonando los ídolos que se nos meten por los poros de la piel y por los ojos en nuestra sociedad!

5. Una segunda reflexión del evangelio de hoy es que nos habla sobre la corrección fraterna, según el Evangelio de Mateo. Dos actitudes que deben ser propias de toda Hermandad:

La primera ya la hemos comentado; tiene que ser una ayuda fraternal mutua, para que podamos continuar en fidelidad al Señor único, Dios nuestro. El hermano debe ayudarme a ser fiel a mi compromiso bautismal y a no buscar otros dioses. Esa es una de las tareas de las Hermandades.

La segunda es la corrección fraternal. «No juzguéis, para que no seáis juzgados» (Mt 7, 1). Jesús plantea que no se puede criticar la mota del ojo de tu hermano si tú tienes una viga y no te la ves (cf. Mt 7, 3-5). Esa puede ser también una tarea propia de los hermanos. Entre hermanos podemos ayudarnos a corregirnos fraternalmente. Si formamos una hermandad, una fraternidad, una cofradía; las tres palabras tienen la misma raíz “hermano”, llámese frater, en latín. Si somos una comunidad de hermanos, la corrección fraterna ha de estar presente en nuestra vida y no tenemos por qué molestarnos si el hermano nos ayuda a purificar la fe, a renovar nuestro amor al Señor, a vivir con mayor fidelidad y autenticidad lo que significa ser cristiano.

6. La Virgen de la Victoria fue fiel, perteneció al resto, no se contaminó. Vamos a pedirle que nos ayude a purificarnos de lo que nos aparta de Dios en esta sociedad, que tiene visos de un paganismo patente. Ella nos ayude a vivir con mayor amor y fidelidad la pertenencia al Señor, la relación con nuestro Padre Dios y con Jesucristo, nuestro hermano.

¡Que Ella nos ayude  a vivir como hijos suyos y, por tanto, como verdaderos hermanos; que podamos ayudarnos en la corrección fraterna y en el crecimiento espiritual mutuo! Que así sea.

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