Diócesis

Hechos de los Apóstoles: La Iglesia da testimonio del Señor

Publicado: 02/07/2012: 8245

El sacerdote Gabriel Leal, profesor de Nuevo Testamento, nos ayuda a acercarnos a los Hechos de los Apóstoles.

Los Hechos de los Apóstoles: el testimonio de la Iglesia desde Jerusalén al confín del mundo

El libro de los Hechos continúa la presentación del camino, ahora recorrido por la Iglesia, siguiendo la indicación del Señor: «seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra» (1,8). Este camino ha sido recorrido por la comunidad cristiana primitiva impulsada y bajo la acción del Espíritu Santo y la guía los Apóstoles. El relato tiene dos grandes partes: El camino de la Iglesia de Jerusalén con los Doce (Hch 1-12) y el camino de Pablo hasta el confín del mundo (13-28).

Primera parte: el camino de la Iglesia de Jerusalén con los Doce

Lucas comienza con una sección que le sirve para unir los Hechos de los Apóstoles con el Evangelio, el camino de Jesús y el de la Iglesia (Hch 1), completando los requisitos para el comienzo del camino de la Iglesia. En esta sección se resume la obra de Jesús, subrayando la elección de los apóstoles y las instrucciones que le dio durante las apariciones; se recuerda el encargo que les dio de esperar el Espíritu Santo para ser testigos, se narra de nuevo la ascensión y, finalmente, la elección de Matías para recomponer el grupo de los Doce, testigos de la vida, muerte y Resurrección del Señor.

La segunda sección relata el testimonio de la Iglesia en Jerusalén, que se desarrolla en tres secuencias: Pentecostés que hace testigos valientes e inteligibles a los Doce y a toda la comunidad, que dan testimonio de Jesús (2). La segunda secuencia está centrada en el nombre de Jesús, en cuyo poder continúan su acción salvadora en medio de dificultades (3-5). Termina con una tercera secuencia en la que presenta el testimonio de los helenistas y en concreto de Esteban que muere por su testimonio, confiando su vida al Padre y perdonando como Jesús (6,1-8,3).

La tercera sección (8,4-12,24) narra el testimonio fuera de Jerusalén por obra de los helenistas y de Pedro. El helenista Felipe evangeliza a los heterodoxos samaritanos y al eunuco etíope, un extranjero cercano al judaísmo (8,4-40). La conversión de Pablo presenta la segunda premisa de la futura evangelización gentil (9,1-30). Después el evangelista narra los viajes de Pedro por el Sarón, donde bautiza al pagano Cornelio en Cesarea, en una acción dirigida por Dios, marcada por la efusión del Espíritu y aprobada por los Doce y la Iglesia de Jerusalén (9,32-11,18). Este hecho ofrece la tercera de las premisas que permitirán la evangelización de los gentiles: para Dios no hay personas impuras en razón de su nacimiento. El nacimiento de la Iglesia de Antioquía, la futura Iglesia misionera, presenta la cuarta premisa (11,19-30). Lucas concluye esta parte del protagonismo de Pedro y Jerusalén se narra la persecución de Herodes Agripa, que mata a Santiago y encarcela a Pedro (12,1-25).

Segunda parte: el camino de Pablo hasta el confín del mundo

El protagonista de esta segunda parte es Pablo, que en sucesivos viajes apostólicos irá abriendo el camino del testimonio hasta el “confín de la tierra”, Roma. El evangelista presenta este camino en tres secciones:

La primera sección (13,1-15,35) narra el envío de Bernabé y Saulo por la Iglesia de Antioquía, y los problemas que provoca la entrada masiva de gentiles a la comunidad cristiana: En primer lugar evangelizan Chipre, Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, y regresan a Antioquía, la Iglesia que los envió (13,1-14,28). A continuación presenta la Asamblea de Jerusalén, en la que se resuelven dos problemas que ha planteado la presencia de los gentiles: si deben circuncidarse y cómo comportarse en las comunidades mixtas (15,1-35).

La segunda sección presenta la gran misión llevada a cabo por Pablo, todavía libre, que supone la evangelización de todo oriente (15,36-21,14). En la primera parte relata el llamado segundo viaje misionero (15,36-18,22), que describe la evangelización de Macedonia y Acaya. La segunda, se centra en Éfeso, ciudad a la que se da mucha importancia (18,23-19,22).

La tercera narra el tercer viaje de Pablo encadenado a Jerusalén y Roma, que llevará su testimonio hasta el confín de la tierra (19,23-28,31). Pablo va de Éfeso a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya, acompañado por representantes de las diversas Iglesias (19,23-21,26). Pablo está materialmente libre pero va encadenado por el Espíritu. En Mileto se despide de los presbíteros de Éfeso, exhortándolos a vigilar ante las dificultades que surgirán después de su muerte. En Jerusalén Pablo es detenido, y da testimonio ante el pueblo y el sanedrín, igual que Jesús (21,27-23,11).

El tribuno romano lo envía a Cesarea para evitar que caiga en una emboscada preparada por los judíos. Allí da testimonio ante gobernadores y reyes, igual que Jesús (23,12-26,32). Para evitar la emboscada judía se ve obligado a apelar al César.

Termina el evangelista su obra relatando el viaje de Pablo prisionero a Roma y su testimonio en dicha ciudad (23-28). El viaje se relata detalladamente, ya que se trata de la llegada al confín de la tierra, dando cumplimiento al mandato de Jesús. Allí da testimonio ante los judíos, que mayoritariamente le rechazan, justificando que la salvación pase a los gentiles. El relato termina con Pablo dando testimonio del Reino de Dios y de Jesús, durante dos años, en la cárcel, sin decir como termina el proceso. La obra queda así abierta: los lectores deben continuar en su generación el testimonio que está dando Pablo en la prisión, a pesar de las dificultades; aunque los discípulos sufran persecuciones “la predicación del reino de Dios” y la enseñanza “de lo que se refiere al Señor Jesucristo” no la podrán ahogar sino que seguirá difundiéndose.

La obra de Lucas: un escrito cercano a nosotros

La obra de san Lucas nos ayuda a situarnos adecuadamente en nuestro mundo, donde no es infrecuente la incredulidad y la indiferencia, cuando no la hostilidad hacia la propuesta cristiana. San Lucas nos da la oportunidad de ver las situaciones con más perspectiva, sin ponernos nerviosos, confiadamente. Y esto porque Dios es el artífice y protagonista de la Historia de la Salvación y, aunque los hombres puedan rechazarlo, el Señor seguirá suscitando testigos del Evangelio que continúen ofreciendo del Reino de Dios y la fe en Jesucristo, la Salvación.

La propuesta cristiana tiene que abrirse paso en medio de la fascinación que produce en mucho las ofertas de «salvación» que les ofrece el mundo. San Lucas invita a desenmascarar las propuestas engañosas de salvación que no realizan plenamente a la persona y que sólo pueden salvar a unos pocos, a costa del olvido y la exclusión de la mayoría. La única salvación digna de la persona es la que salva al hombre en su totalidad y puede alcanzar todos los hombres, empezando por los más vulnerables y excluidos. Esta salvación sólo puede ofrecerla Jesucristo, al que hemos de proponer con nuestro testimonio como el único y definitivo salvador de los hombres.

No tiene sentido contraponer tradición y evolución en la vida y misión de la Iglesia, porque si es verdad que la Iglesia tiene que ser fiel a sus orígenes y a la misión que Jesús le ha  encomendado, es imprescindible que su mensaje pueda ser propuesto al hombre de hoy de manera que este pueda descubrir a Jesús como el único Salvador de todos los hombres, y a la Iglesia como el lugar donde el Señor sigue actuando y proponiendo su salvación. Por eso es necesario confiar en la evolución fiel que ha venido haciendo la Iglesia, confiar en la «solidez» de la tradición recibida. La evolución de la no se ha hecho a la ligera, ni por mera estrategia, sino por impulso del Espíritu Santo y bajo la guía de los sucesores de los Apóstoles, garantes por voluntad del Señor del camino de la Iglesia. Ningún tipo de renovación tiene garantía si no está hecha bajo la acción del Espíritu Santo y en comunión con los sucesores de los Apóstoles.

Finalmente Lucas nos invita a vivir el hoy de la Iglesia con pasión y a asumir la cotidianidad de la vida cristiana con imaginación y alegría, dando testimonio del Señor para ofrecer la salvación a todos los hombres, hasta el confín de la tierra.

Autor: Gabriel Leal, profesor de Nuevo Testamento

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