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«Mirando a los ojos de los presos, veo al Señor»

Miembros de Pastoral Penitenciaria tras una celebración en la prisión de Alhaurín de la Torre
Publicado: 25/12/2017: 12095

Los pastores encontraron a Dios en un lugar adonde nadie querría ir, en un establo perdido en una aldea, entre animales, en la fragilidad de un niño... Hoy Cristo sigue haciéndose presente en esas periferias existenciales ante las que el mundo vuelve los ojos. Así lo entienden los voluntarios de Pastoral Penitenciaria como Nicolás Gámiz, que resume así su labor en la prisión: «cada sábado atendemos a los presos, comentamos con ellos, leemos el Evangelio, les invitamos a conocer a Jesús. Se trata de que conozcan la realidad de la vida».

Visita con Corazón

Como explican desde Pastoral Penitenciaria, «aunque la primera impresión que se percibe al entrar en un centro penitenciario suele ser fría, oscura y hostil, cuando se convive y conoce a los que allí están internados, se descubre que hay mucha sensibilidad y arte en ellos. A través de la música, el teatro, la poesía, sus escritos y demás expresiones artísticas se desnuda el alma y se descubre el anhelo de vida que siempre subsiste en cada ser humano».

Muchas personas entregan su tiempo a este servicio pastoral, tanto es así, que algunos colaboran desde hace 18 ó 20 años. Como comenta Jesús Navarro, que se ha unido hace algunos meses a esta pastoral,
«hay personas de edades muy variadas, tanto jóvenes como adultos».

En los días próximos a la Natividad del Señor, en la prisión se llevan a cabo algunas actividades, como por ejemplo la celebración Eucarística, el sábado 23. Antonio Elverfeldt, delegado de Pastoral Penitenciaria, añade que «esta época es muy importante en la prisión porque es la fase más triste, ya que es tiempo de estar en familia. En la Eucaristía que celebramos, cada módulo realiza una parte de la Misa: unos hacen el canto a la Virgen, otros las peticiones… Al final de la celebración, un grupo de internos brasileños y de etnia gitana, cantan y se comparte un tiempo de alegría».

Todos los años, al concluir la Eucaristía, reparten un regalo a cada uno de los presos. La anterior Navidad fue la figura del Niño Jesús y, este año, una estampa grande con un saludo y la cita de san Agustín: «Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean ¡Jesús viene a liberarnos a todos! Feliz Navidad».

Los que colaboran con esta pastoral lo definen como una experiencia muy bonita: «Dicen que cuando vamos a verlos les llevamos aire fresco. Yo, cuando entro, voy con la mochila vacía pero cuando salgo la llevo repleta. Muchas veces hay personas que te transmiten cosas por ofrecerles ayuda. En una ocasión, un joven me pidió si podía darle un abrazo y llamarme padre, porque llevaba toda la vida buscando un poco de calor y de amor y lo había encontrado conmigo en la prisión –cuenta Nicolás-. Mirando a los ojos de los presos veo al Señor». Jesús, por su parte, añade que su trabajo consiste en sentir «compasión de los presos, que ellos sientan el perdón por lo que han hecho y ayudarles a convertirse para que se integren en la sociedad. Es importante escucharlos, hacerles ver que en la vida todos cometemos errores. Para tratar de evitar que vuelvan a cometer algún delito es muy importante la oración porque a ellos les ayuda a pedir perdón, arrepentirse y pedirle a dios que le dé fuerza para que mientras estén en la cárcel puedan soportar su privación de libertad, porque algunos lo pasan muy mal».

La acción que realizan desde Pastoral Penitenciaria se desarrolla en tres tiempos: primero, prevención y sensibilización. Elverfeldt explica que para pertenecer al grupo de Pastoral Penitenciaria es necesaria una formación previa, que tiene una duración de un año, puesto que se trata de un ámbito delicado. En segundo lugar, acompañamiento a las personas que están privadas de libertad y a sus familiares. Y, por último, ayudarles en la reinserción.

Celia Carrasco

El relato del Misterio de la Visita de los Pastores a Jesús y a su madre (Lc 1, 26-38)

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios
en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado».

Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

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