Vida DiocesanaHojas de hierba

Con ojos de mujer

Publicado: 19/04/2014: 10077

Los ojos femeninos tienen una profundidad insondable. Si los miramos podemos perdernos en su fondo. Y descubrir historias y vidas nuevas. Si nos dejamos mirar por ellos podemos descubrir los sentimientos más ocultos, las emociones mejor guardadas, las contradicciones más profundas.

Las mujeres fueron las primeras en ir al sepulcro

La cruz donde fue ejecutado Jesús de Nazaret fue contemplada primera y especialmente por ojos femeninos. Los de su madre María y los de otras mujeres: María Magdalena, la de Cleofás, Verónica, Salomé… Todas ellas, fueron las primeras que descubrieron la tragedia de un amor crucificado. De su amor crucificado.  Las mujeres fueron protagonistas en primera persona del drama del Nazareno en la cruz. Su extrema sensibilidad en la hora oscura enseña mucho. Leemos en el Evangelio que estaba la Madre junto a la cruz del hijo. Es como si el evangelista  hubiese tratado de levantar un acta notarial. En aquella hora de la muerte  estaban presentes María, la madre del Nazareno y un escaso puñado de mujeres. En el sitio exacto. En el tiempo oportuno.   Fueron testigos del asesinato de aquel hombre al que los cristianos reconocen Dios y hombre verdadero. 

Las mujeres también fueron las primeras en ir al sepulcro y encontrarlo vacío en la mañana del domingo. María Magdalena, la discípula a quien las primeras comunidades cristianas apodaban apóstol de los apóstoles, fue a quien en primer lugar se apareció Jesús resucitado.  Por eso, contemplar desde los ojos de la mujer los episodios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo es un ejercicio enriquecedor para estos días donde todo fluye: cofradías, gentes, cultos, vida, emociones, corazón, oración, anonimato…

Es bueno a nivel espiritual contemplar con ojos de mujer los días que para muchos dividen la historia en un antes y un después. La semana que condensa la mayor confesión de amor de todos los tiempos.  Porque la entrega por amor es uno de los elementos emblemáticos de la vida.  Breve o extendido, espontáneo o minuciosamente construido, es de cualquier manera un apogeo en las relaciones humanas.  Y quizá precisamente por eso el amor es el único elemento que sirve para enfrentarse a la muerte.


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