Mi cura, es una persona sencilla y cabal, que me ha ayudado a crecer tanto en mi camino de fe y formación como en mi vida personal y espiritual. Entró en mi vida poco a poco y sin prisas, nunca me exigió más de lo que yo podía dar, a la vez que me animaba a dar cada vez un paso más sin dejar que me acomodase en mi zona de confort.

Es reconfortante tener una persona a la que acudir en tus momentos de incertidumbre y desolación, porque todos tenemos nuestros momentos bajos. Alguien que me escucha sin juzgarme, que me anima y consuela con esas palabras precisas que necesitaba escuchar para volver a levantarme y proseguir mi camino, el camino que el Señor quiere para mí. Pero a su vez, alguien con quien poder compartir momentos buenos, porque no debemos olvidarnos de que no solo están para ser nuestro paño de lágrimas, sino también para que los queramos y le prestemos nuestro apoyo y cariño incondicional en todo momento.

Por todo ello, doy gracias a Dios. Por poner en mi camino a personas como él, que van aportando su granito de arena en mi vida espiritual y personal, que me van ayudando a crecer en fe y sabiduría, para así poder amar y servir mejor a Dios.