NoticiaPatrona de la diócesis Una mirada llena de misericordia Santa María de la Victoria. FOTO S. FENOSA Publicado: 07/09/2016: 13971 Predicación de la novena a Santa María de la Victoria pronunciada por el sacerdote Antonio Coronado el 1 de septiembre. Santa María de la Victoria nos enseña que el corazón se ensancha, se dilata y se extiende cuando somos capaces de salir de nosotros mismos, de vaciarnos de nuestros egoísmos para llenarnos de Dios; que el corazón se esponja, se enternece, se hace carne cuando salimos al encuentro de quien necesita de nuestra ayuda; cuando acudimos a prisa a socorrer y ponernos al lado del hermano que sufre; que nuestro corazón bombea amor y misericordia y por lo tanto vida, cuando dejamos de mirarnos a nosotros mismos y somos capaces de alzar los ojos y mirar con ojos llenos de misericordia nuestro mundo, y la realidad que nos rodea. En cuantas ocasiones de nuestra vida le habremos pedido a nuestra Madre de la Victoria en el canto y en la oración de la Salve: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Hoy volvemos a elevar a ella esta plegaria: vuelve constantemente a nosotros tu mirada llena de misericordia, Madre de la Victoria; vuelve a nosotros tu mirada llena de amor. Pero también hoy le pedimos especialmente que nos de su misma mirada y que nuestros ojos sean misericordiosos como los suyos. Especialmente elevamos esta plegaria en este Año jubilar de la Misericordia que estamos celebrando; en este tiempo de Gracia que el Señor nos está regalando y en el que se nos llama y recuerda que hemos de tener un corazón misericordioso como el Padre. Un año en el que nuestro santo Padre el Papa Francisco nos pide que reflexionemos, redescubramos y vivamos las obras de misericordia espirituales y materiales para que despertemos nuestra conciencia muchas veces dormida ante el drama que nos rodea de pobreza y así podamos adentrarnos en el corazón del evangelio, donde los pobres y necesitados son los privilegiados de la misericordia de Dios (MV 15). Porque probablemente aprendimos de pequeños, en catequesis en nuestra parroquia y en el colegio, las obras de misericordia; y probablemente también las sabremos de memoria, y más de uno de los que nos encontramos aquí está tarde podría enumerarlas una tras otra sin equivocarse. Pero lo que hemos de preguntarnos ante el ejemplo de María, Nuestra Virgen de la Victoria, tal y como nos pide el Papa, es cómo las estamos viviendo, cómo las llevamos a la vida de cada día; en definitiva si nuestro corazón es misericordioso como el del Padre. Porque en definitiva, y no lo podemos olvidar, las obras de misericordia son la prueba de la verdadera santidad (Santo Tomás de Aquino). Por esa razón el Papa Francisco no cesa de recordarnos en la bula Misericordiae Vultus “que en cada uno de estos más pequeños está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga…para que nosotros lo asistamos con cuidado”. Así, este año jubilar nos recuerda que hoy y siempre, el cristiano es aquel sale de sí mismo en busca de la de la necesidad del otro; que el discípulo de Cristo es el que ha descubierto que el verdadero amor no consiste en permanecer con los brazos cruzados contemplando el sufrimiento del hermano o mirando para otro lado porque no desea que le interpele o le moleste. Sino todo lo contrario, es el que en su día a día, en su vida diaria y cotidiana, tiende su mano llena de caridad y misericordia al Señor que nos sale al encuentro en multitud de ocasiones y que pasa a nuestro lado en el prójimo: en aquellos que nos rodean, en los más cercanos, en los que el Señor nos ha encomendado más directamente y en aquellos hermanos que no conocemos ni sabemos sus nombres, pero son el rostro de Cristo sufriente en medio de nuestro mundo. Al contemplar hoy como nuestra Madre se pone en camino para ayudar a aquella que la necesita, contemplamos por lo tanto como el amor de Dios que se le comunica a la Santísima Virgen en la Anunciación, inmediatamente se traduce en amor, caridad, misericordia, durante toda su vida. Por donde pasa Santa María, acude en ayuda del que la necesita. Porque el amor se concreta en el servicio humilde, hecho en silencio y en lo escondido (Papa Francisco, Catequesis 12-3-2016) Y en el Evangelio, siempre que se nos habla de nuestra Madre, vemos como nuestra Señora de la Victoria está siempre, desde el silencio, dispuesta, atenta y pendiente ante las necesidades de los demás. En cada uno de sus pasos, en cada gesto, en cada palabra siempre contemplamos los ojos misericordiosos de nuestra Señora. Por eso hoy le pedimos con toda la fuerza de nuestro corazón en esta novena: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y danos tu mirada llena de misericordia, esa mirada del corazón que nos hace salir de nosotros mismos para socorrer las miserias del hermano que nos necesita; esa mirada que sabe olvidarse de sí para descubrir y contemplar el Rostro de la Misericordia que es su hijo Jesús.