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Tomás, la útil incredulidad

Publicado: 03/07/2023: 7957

Agosto

Santo Tomás (3 de julio), tras vencer sus dudas, es portavoz singular de la Resurrección de Jesús. Según la tradición, evangelizó Siria, Persia y el oeste de la India, y en su nombre fueron escritos los Hechos y el Evangelio de Tomás, textos apócrifos pero que, en palabras de Benedicto XVI, son importantes para el estudio de los orígenes cristianos.

Acercarse a la figura de Tomás es ayuda para iluminar también el presente. Conocido por su incredulidad ante el testimonio de la Resurrección, fue también él quien animó a los otros a acompañar a Jesús en un momento crítico con total disponibilidad: «Vayamos también nosotros a morir con él» (Jn 11,16). Y en la última cena, es quien ofrece a Jesús la ocasión de pronunciar: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).

TOMÁS, POR LOS PAPAS

«El caso del apóstol Tomás es importante para nosotros al menos por tres motivos: primero, porque nos conforta en nuestras inseguridades; en segundo lugar, porque nos demuestra que toda duda puede tener un final luminoso más allá de toda incertidumbre; y, por último, porque las palabras que le dirigió Jesús nos recuerdan el auténtico sentido de la fe madura y nos alientan a continuar, a pesar de las dificultades, por el camino de fidelidad a Él», dijo Benedicto XVI (Audiencia General, 27 de septiembre de 2006).

San Juan Pablo II, en el Regina Caeli del 22 de abril de 1979, dijo de él que «precisamente porque se oponía a la noticia de la Resurrección, ha contribuido indirectamente a hacer que la noticia adquiriese todavía mayor certeza. Tomás “incrédulo” se hace, en cierto modo, portavoz singular de la certeza de la Resurrección. Como afirma san Gregorio Magno, “la incredulidad de Tomás nos ha sido mucho más útil respecto a la fe que la fe de los otros discípulos. En efecto, mientras Tomás es llevado de nuevo a la fe mediante el tacto, nuestra mente se consolida en la fe con la superación de toda duda. Así, el discípulo que dudó y tocó, se convierte en testigo de la realidad de la Resurrección”. Vivimos en una época en la que se tiene muy en cuenta el entendimiento humano y sus conquistas; y por lo mismo también los métodos científico-consultivos; su actitud critica. Y es también la época en la que el principio de la libertad define el derecho fundamental de la persona humana a comportarse según sus convicciones fundadas. De aquí la libertad de conciencia y la libertad religiosa. La figura de Tomás está, de algún modo, particularmente cercana al hombre contemporáneo».

Francisco, por su parte, destaca de Tomás que fue el primero en confesar la divinidad de Cristo tras la Resurrección: «¡Era un testarudo! Pero el Señor quiso precisamente a un testarudo para hacernos entender algo más grande. Tomás, al ver al Señor, no dijo: “Es verdad, el Señor resucitó”. No. Fue más allá, y dijo: “Señor mío y Dios mío”». Y añade Francisco: «para adorar, para encontrar a Dios, al Hijo de Dios, tuvo que meter el dedo en las llagas, meter la mano en el costado. Este es el camino. ¿Cómo puedo hoy encontrar las llagas de Jesús? Yo no las puedo ver como las vio Tomás. Las llagas de Jesús las encuentro haciendo obras de misericordia. Esas son las llagas de Jesús hoy» (Misa matutina en Santa Marta, 3 de julio de 2013).

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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