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Máster de Pastoral Familiar (Casa Diocesana-Málaga)

Publicado: 09/08/2014: 585

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Máster de Pastoral Familiar celebrado en Casa Diocesana de Málaga el 9 de agosto de 2014.

MÁSTER DE PASTORAL FAMILIAR

(Casa Diocesana-Málaga, 9 agosto 2014)

 

Lecturas: Eclo 51, 1-8; Sal 30, 3-6.16-17; Mt 10, 28-33.

1.- Acción de gracias.

Estamos celebrando la Eucaristía como final de este curso Máster agradeciendo a Dios muchas cosas: la vida, la fe, la familia… Damos gracias a Dios como ha dicho la primera lectura del libro del Eclesiástico: «Te doy gracias, Señor y Rey, te alabo, oh, Dios mi salvador, a tu nombre doy gracias» (Eclo 51, 1).

Alabamos y damos gracias a Dios por ser quien es: Señor, Rey, Salvador, Protector, Auxilio. Esos son aspectos de Dios que aparecen en la Biblia y en la experiencia del hombre creyente.

2.- Liberación del mal, de adversarios y peligros

Los testigos de la fe no tienen por qué tener miedo si confían en el Señor. Damos gracias a Dios que nos concede vivir como una familia cristiana, a pesar de las persecuciones, de los malentendidos, como dice el Eclesiástico, pues el creyente experimenta que ha sido salvado por Dios: «Libraste mi cuerpo de la perdición, del lazo de una lengua traicionera, de los labios que urden mentiras; frente a mis adversarios fuiste mi auxilio y me liberaste» (Eclo 51, 2).

En nuestra sociedad la familia no acaba de estar, en general, bien apoyada y valorada. El Señor nos anima a que seamos testigos del amor de Dios, que se manifiesta a través del amor humano.

Quisiera hacer una pregunta a los niños: ¿dónde os sentís más a gusto, más bien, con mayor acogida, con mayor cariño? Por ejemplo, ¿en la escuela o en casa? (Respuesta de los niños: en casa). A ver, los que estéis más seguros y acogidos en casa levantad la mano. (Levantan la mano los niños). Ahora, levantad la mano los que estéis más a gusto en la escuela que en casa. (Los niños no levantan la mano).

¿Por qué se está más bien en casa? Porque me fío de mis papás, porque he experimentado que me aman, que me atienden y no sólo las necesidades primaras, sino muchas cosas; me dan cariño, me fío. ¿Por qué está un niño pequeño en brazos de su madre o de su padre plenamente satisfecho y confiado? Porque se fían, porque le dais todo lo que necesitan.

Esa misma imagen se puede aplicar a los hijos de Dios respecto al Padre. Hemos de fiarnos de Él, pues estamos en sus manos.

Hoy celebramos la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), de religión judía, convertida a la fe cristiana y profesó de la Orden de Carmelitas Descalzas, quien descubre a Jesús crucificado como el Señor de su vida. Fallece en 1942, con unos 60 años, mártir en el campo de exterminio de Auschwitz, cercano a Cracovia, en Polonia. Puso su vida en Dios, se fio de Dios, como nos fiamos de nuestros padres cuando somos pequeños. A lo mejor, cuando uno va creciendo se va fiando menos, porque descubre sus fallos y limitaciones; pero Dios no las tiene con nosotros. Así que, por muy adultos que seamos, siempre podemos confiar en Dios.

3.- Falta de ayuda humana y confianza en la misericordia de Dios

La experiencia humana nos da a conocer que lo humano puede fallar. El piadoso israelita percibía que se encontraba solo ante las dificultades y sin ayuda de nadie: «Por todas partes me asediaban y nadie me auxiliaba, buscaba a alguien que me ayudara y no había nadie» (Eclo 51, 7).

Las familias cristianas perciben que las leyes humanas no favorecen a la familia, ni la vida humana; más bien, están en contra. San Pablo experimentó la soledad cuando tuvo que ir a juicio y todos le abandonaron (cf. 2 Tim 4, 16); el Señor Jesús vivió el abandono de sus amigos y discípulos cuando fue apresado y crucificado (cf. Mt 26, 56).

Entonces el creyente dirige su mirada hacia Dios misericordioso: «Entonces me acordé, Señor, de tu misericordia y de tus obras que son desde siempre, de que tú sostienes a los que esperan en ti y los salvas de la mano de los enemigos» (Eclo 51, 8).

En una sociedad que no ampara ni protege a la familia, sino que más bien la denosta, la pisotea, hemos de poner nuestra confianza en Dios. No esperemos que lo humano nos apoye, porque encontramos en muchos momentos que no nos apoyan; incluso, que van en contra de la vida, del ser humano, de la verdadera libertad, de la verdad. Esa experiencia ya la tenemos, confiemos en el Señor.

Familias cristianas poneos en manos del Señor. Los políticos no creo que nos resuelvan muchas cosas; para cambiar una ley a mejor sobre el tema de la vida se están enredando y no acaban de cambiarla.

4.- La familia «centro de amor» en esta sociedad descreída

En estos mismos días se está celebrando el primer Congreso latinoamericano de Pastoral Familiar, en Panamá, del 4 al 9 agosto de 2014, bajo el lema: «Familia y desarrollo social para la vida plena». Este Congreso y vuestro Máster ha coincidido en estos días y los dos termináis hoy.

El papa Francisco ha enviado un mensaje a los participantes en el que una vez más defiende la familia, que más allá de sus «acuciantes problemas y de sus necesidades perentorias», es un «centro de amor».

Y ahora vuelvo al principio de la reflexión homilética. Vuestros hijos se fían, confían, están a gusto con vosotros porque vuestra familia es un «centro de amor». Así, en su texto, el Santo Padre define a la familia como un «centro de amor».

Deseo y pido al Señor para todas vuestras familias sean un «centro de amor», donde quien esté se sienta acogido, amado, respetado… cosa que fuera, muchas veces, no se hace.

5.- Aspectos básicos de la familia

El papa Francisco citando en este mensaje al papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate, habla de dos aspectos de la familia: la estabilidad y la fecundidad.

            La estabilidad que ofrece la familia porque se basa en las relaciones de «amor fiel, hasta la muerte». En el matrimonio y en la familia cada miembro es respetado en su libertad, aunque no esté nacido o esté muy mayor y anciano, o esté enfermo.

La sociedad no respeta igual, no hay estabilidad. Al que no produce lo liquida antes de nacer o cuando es muy mayor. La familia es centro de amor estable. Quien viva ahí dentro sabe que, desde el momento que existe hasta el momento que deje de existir de forma natural, va a ser respetado en su singularidad y en su individualidad. No se va a valorar por su poder adquisitivo, por su trabajo o por su rendimiento, será valorado por lo que es: ser humano hijo de Dios.

Y la segunda característica, la fecundidad. La familia fundamentalmente es fecundidad porque genera el mejor bien que una sociedad tiene que son los ciudadanos. Siempre digo a los políticos que deben de apoyar más a las familias, es el mejor tesoro que tiene una sociedad. No apoyar a una familia es no apoyar la sociedad. La familia «amplía el horizonte de la existencia» a los individuos y puede generar «un mundo nuevo». Hace crecer, a pesar de las dificultades, de la desesperanza y del derrotismo; promueve la convivencia y la libertad verdadera, el bien común. Esa es la fecundidad de la familia.

Damos gracias al Señor porque nuestras familias pueden vivir en ese estilo. Y le pedimos, como toda bendición, que el Señor nos ayude a vivir así cada una de nuestras familias.

Pedimos la intercesión de la Virgen María, que es la que ha sabido estar en esa familia de Nazaret, haciéndola fecunda y centro de amor. Que así sea.

 

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