DiócesisHomilías Rito de Elección de los Catecúmenos (Catedral-Málaga) Publicado: 17/02/2013: 5434 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Rito de Elección de los Catecúmenos celebrado en la Catedral de Málaga el 17 de febrero de 2013. RITO DE ELECCIÓN DE LOS CATECÚMENOS (Catedral-Málaga, 17 febrero 2013) Lecturas: Dt 26, 4-10; Sal 90, 1-15; Rm 10, 8-13; Lc 4, 1-13. (Domingo primero de Cuaresma - Ciclo C) 1.- Estamos celebrando el primer domingo de Cuaresma una vez ya iniciada ésta el pasado Miércoles de Ceniza. Hoy, en este primer domingo la Iglesia reza por los catecúmenos que se han acercado a las comunidades cristianas a pedir el bautismo de adultos. La Iglesia les ofrece la entrada como catecúmenos en la Iglesia en Dios. Tenemos aquí hoy, como hemos visto al principio de la celebración, un grupo de catecúmenos que han pedido la fe de la Iglesia porque quieren vivir según Jesucristo, han sido recibidos y a continuación haremos el rito de la elección. En este primer domingo de Cuaresma, del ciclo C, la liturgia nos presenta en primer lugar, la profesión de fe del antiguo Pueblo de Israel. Hay una frase que resuena en la liturgia y en la Biblia que es: «Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto» (Dt 26, 5b). El Pueblo de Israel representando en aquel momento por José, sus hermanos, su padre Jacob, van a Egipto desde la Tierra de Israel. Van a Egipto en busca de pan después de una etapa de hambruna en su país. Y allí permanecen durante mucho tiempo. José, sabéis que accede a ser uno de los principales del Faraón y los establece en una zona fértil, en la zona de Bosel. Pasan muchos años y el Pueblo de Israel sale de Egipto atravesando el mar Rojo y el río Jordán hasta la tierra prometida. Este camino que hace el Pueblo de Israel representado en la familia de Jacob, sus hijos y en los hijos de sus hijos, van a Egipto, allí son maltratados y salen liberados de Egipto. Realizan el Éxodo a través del desierto, pasan el mar Rojo, pasan el Jordán y llegan a la tierra prometida. 2.- Esta imagen es similar a la que vosotros, queridos catecúmenos, estáis recorriendo en vuestra vida. Estáis en Egipto. Egipto es un país extranjero para vosotros. Egipto sería una situación pagana, no sois cristianos aún, no formáis parte del Pueblo de Jesús, de la Iglesia, aún. Y el Señor quiere rescataros de Egipto. En Egipto hay pan, pero hay maltrato. Esto en nuestra sociedad, fuera de la Iglesia, hay una tentación de bienestar, de hacer cada uno lo que le da la gana, como si eso fuera lo que produce el verdadero gozo, pero eso es situación de Egipto. Un poco de pan no da la felicidad. Un gozo inmediato no da la felicidad. Un seguir mi capricho, mis instintos, mis deseos no da la felicidad plena. Tan sólo da un segundo, un pequeñísimo tiempo de goce efímero, pero no da la felicidad. Se os ha preguntado al inicio: “¿Qué pedís?” Y habéis respondido: “La fe, la fe en Dios, en el Dios de Jesucristo”. Pero, ¿qué os dará esa fe? La vida eterna. No vais, por tanto, buscando voces efímeras; no vais buscando cosas que pasarán, vais buscando algo verdadero y eterno, la vida eterna. Eso os dará la fe y el amor de Dios, la vida eterna. Por tanto, estáis haciendo el proceso de salida de Egipto, de salida de lo profano, de la salida de lo que no está en Dios, de lo que no llena, de lo que no da sentido a mi vida, de lo que me esclaviza a la libertad, al gozo, a la alegría de vivir como hijos de Dios, a la satisfacción de seguir a Jesucristo. Para eso hay que pasar el desierto y el mar Rojo. Vosotros pasaréis después de este desierto cuaresmal, a través de las aguas bautismales que simbolizan el mar Rojo, que para unos producen muerte y para otros es vida; el bautismo es muerte a una vida de pecado y vida que lleva a la eternidad. Estáis a la salida de Egipto, os animo a que recorráis con gozo el desierto que ahora os toca recorrer. Nosotros también los vamos a recorrer con vosotros. En este proceso no vais a estar solos, no habéis estado solos, alguien os ha acompañado, un cristiano, un discípulo de Cristo os ha hablado del Señor y un cristiano, sea el mismo u otro, os ha acompañado y os está acompañando. Un cristiano hace de garante de vuestra fe. Vuestros padrinos que os han acompañado antes y os han hecho sobre vosotros la señal de la cruz en la frente son los garantes, lo que os acompañan, aquellos que la Iglesia pide que os acompañen y que además den testimonio de vuestra fe y de vuestra actitud de querer salir de Egipto, dejar el paganismo y entrar en la vida de los consagrados por el bautismo. Pido a los padrinos que los acompañáis que lo hagáis con todo respeto al ritmo personal de crecimiento, con todo amor y con gran testimonio de fe de un cristiano adulto. 3.- El papa Benedicto XVI nos ha repetido muchas veces que el cristiano nunca está solo y no vais a estar nunca solos. Ahora aún no pertenecéis a la Iglesia, pero a partir de vuestro bautismo formaréis parte de la familia de los hijos de Dios, ya nunca jamás estaréis solos, formaréis parte de la Iglesia, viviréis la fe en la Iglesia, en la comunidad cristiana, la celebraréis, la profesaréis, gozaréis de esa fe que os iluminará la vida. Quiero, en primer lugar, daros la enhorabuena. Habéis dicho un sí a una invitación de Cristo, de la manera que vosotros conocéis, vosotros sabéis mejor que nosotros cómo ha sido ese proceso de acercamiento a la fe. Pero está claro que es un encuentro personal con Cristo. Habéis pedido la fe, porque la fe es un don, es un regalo de Dios; pero es un regalo que Dios ofrece a todos, lo que pasa es que no todos la aceptan, o retrasan la aceptación, o la rechazan, porque es un encuentro personal, no es saber cosas. Cuanto más se ama a alguien más se le conoce y viceversa. La relación con el Señor es una relación de amistad, de discipulado, de adorador del Dios verdadero. Tampoco estamos en el mismo nivel que Jesús. Cuando hablamos que se parece nuestra amistad con el Señor, con Cristo, a la amistad con nuestros amigos es sólo una analogía. Con el amigo es una relación de igual a igual, con Cristo no estamos en el mismo nivel, Cristo es Dios, Cristo es nuestro Dios. Dios Padre es nuestro Creador y Padre. Y Cristo es el Redentor y el Salvador, es Dios. Y el Espíritu Santo que nos da toda esa vida de amor y nos cambia y nos purifica es Dios. Nuestra relación es de adoración, de reconocimiento del Dios verdadero en mi vida, no es un amiguito más de mi vida. Lo que pasa que, a veces, hablando podemos no expresar la profunda realidad de la relación del hombre con su Dios. 4.- En las tentaciones de Jesús, que el diablo le propone, precisamente está la de la adoración al diablo. El diablo primero le presenta lo que todos desearíamos, la tentación primera, la de tener, la de poder, la de satisfacer los deseos: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan» (Lc 4, 3); es decir, satisface tus deseos. El Señor rechaza la tentación. Y cuando le dice el diablo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo» (Lc 4, 6-7); es decir, si me reconoces como Dios. Y Cristo le responde ante todas las tentaciones: «No tentarás al Señor, tu Dios» (Lc 4, 12); es decir, no cambies, no trueques, “tú no eres Dios, tú eres una creatura que por tu voluntad te has hecho mala; Yo soy Dios y eres tú quien debe adorarme. No me propongas que Yo te adore”. Y esto es lo que hace el mundo, pide que le adoremos; que adoremos el poder; que adoremos el gozo; que adoremos la sexualidad; que adoremos los deseos; que adoremos tantas cosas; que seamos “esclavos de”. Pero esa experiencia ya fue en Egipto, esa experiencia ya la tenemos y no la deseamos, queremos salir de esa esclavitud, queremos vivir la libertad de Cristo que nos da. 5.- La segunda lectura de la carta a los Romanos, en ese proceso que habéis hecho, dice: «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos.» (Rm 10, 8). La Palabra es Cristo. Y ahora viene una frase que desearía que no la olvidarais jamás, que la grabarais en vuestra mente y en vuestro corazón, en los dos sitios: «si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9). Este es el núcleo de la fe, la síntesis de la fe: creer que Jesús es Hijo de Dios, Señor y Salvador que murió en la cruz por nuestros pecados, y que resucitó y está a la derecha de Dios, está en los cielos. Cristo ha muerto por ti y ha resucitado, este es el núcleo de la fe. El Credo es la explicación un poco más amplia de este núcleo kerigmático. Y después, el Catecismo de la Iglesia Católica que estáis estudiando y profundizando es el desarrollo sintético y orgánico de toda la fe de la Iglesia. Pero la primera síntesis del anuncio del kerigma es: Cristo ha muerto por nosotros en la cruz por amor, Cristo Hijo de Dios, y ha resucitado. Después profesaremos la fe según el Credo Apostólico. Creemos en Dios Padre, en Dios Hijo, en Dios Espíritu Santo y en la Iglesia. Pues si profesáis con la boca, y no quiere decir sólo externamente, pues hay que decirlo de palabra, hay que decir que quiero ser cristiano, hay que decir que creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo y creo en Dios Espíritu Santo para ser bautizado, hay que decirlo explícitamente. Pero eso debe responder a una fe del corazón, si lo dices y lo crees en tu corazón, lo vives. La fe no es sólo una dimensión ética o intelectual, es una experiencia personal. Fe y amor van inseparables, no se puede creer en Dios sin amarlo, es imposible, porque entonces no es fe. 6.- Os felicito y pido por vosotros. Llevo pidiendo por vosotros desde antes de conoceros. Pido por vosotros como catecúmenos que habéis dado la respuesta a Jesús y seguiré pidiendo por vosotros en esta Cuaresma a la que todos el Señor nos invita a purificar nuestro corazón, a dejar lo que nos sobra y lo que nos estorba. Ir al desierto es ir sin nada, sin mochila, sin pesos a las espaldas, sin nada, es ir en silencio a ponerse delante de Dios, a adorar a Dios, no al diablo. ¡Id al desierto! Leed en este desierto cuaresmal la Palabra de Dios, es el alimento que vais a tener. Leed la Palabra de Dios, os irá trasformando porque esa Palabra de Dios es Jesucristo que os irá hablando al corazón. Escuchadle atentamente e id realizando lo que Él os diga. En este desierto que nos acompaña toda la Iglesia, os acompañan vuestros catequistas, padrinos, párrocos. Aquí hay dos o tres párrocos de alguno de vosotros. El párroco de san Lázaro, en Málaga; el párroco de Yunquera y de El Burgo. Los otros, quizás al ser domingo, no han podido hacerse presente; pero lo importante es que os acompaña la Iglesia. Y nos acompaña también la Virgen María, nuestra Madre porque nos la regaló Jesucristo que era su Madre. Que así sea. 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